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Lil se dio cuenta de que se había rebajado por nada, pero aun así se reprimió la furia y las lágrimas de humillación. Se levantó y con mucha dignidad le respondió:

– Entonces puedes meterte el trabajo en el culo.

Le dio un trago a la copa de brandy, se enjuagó la boca ruidosamente con él y luego escupió de nuevo el contenido en la copa.

Cuando la vio ponerse el abrigo dispuesta a marcharse, una vez más sintió deseos de ella.

– Vamos, Lil, ¿acaso no sabes aceptar una broma?

Le miró a la cara y él vio una vez más el gris intenso de sus ojos y esa delgada constitución que le hacía parecer una escultura.

– ¿Crees que tengo tiempo para andarme con bromas? -le respondió.

El se había acercado de nuevo a ella y, cuando la besó, pudo percibir el sabor de su semen mezclado con el brandy. Una vez más sintió deseos de ella. Sin embargo, esta vez la poseyó como debía ser, tomándose su tiempo. Primero la tumbó en el sofá, la desnudó y la excitó de todas las formas que conocía hasta que ella se abrió de piernas con la misma excitación que él sentía. Cuando la vio gemir y disfrutar se dio cuenta de que jamás sentiría una cosa así con otra mujer. Lil estaba húmeda y ardiendo, deseando que la poseyera. Cuando Lenny la miró, ella se dio cuenta de que ya era suyo. No sabía por cuánto tiempo, pero estaba segura de que había cruzado la línea y había utilizado la única arma de la que disponía. Cuánto duraría, no lo sabía, qué pasaría cuando él se hartase de ella, tampoco, pero de momento había conseguido el trabajo que deseaba. También se había dado cuenta de que podía practicar el sexo con él, e incluso disfrutar con ello, siempre que cerrase los ojos y pensara que era Patrick quien la tocaba y la besaba. Lil había engatusado a Lenny y engatusaría a muchos hombres más en el futuro.

Aquella noche, cuando se acostó en su fría cama, rezó para que sus hijos estuviesen sanos y para que la vida no fuese tan dura a partir de entonces. Luego se echó a llorar y derramó todas las lágrimas que llevaba tanto tiempo conteniendo.

Lenny Brewster era considerado ahora el nuevo supervisor del Smoke. Había echado a los indeseables y había nombrado a Spider su aliado, ya que así no tendría dificultades para controlar el sur de Londres.

Lil empezó a trabajar en el club que anteriormente había sido suyo y a dormir con su actual propietario, aunque la ironía no abandonó a ninguno de los dos.

Los años setenta fue la década en la que el uso recreativo de las drogas se expandió de forma explosiva. La segunda generación de la gente que procedía de la India occidental estaba dejando su huella y el país empezaba a recuperarse de otra recesión y de un gobierno ineficiente. Fue la época en que apareció la música punk y cuando se alargaron las colas del paro. La época en que una nueva generación dejó su marca y mostró el desprecio por el caos que había heredado de sus padres.

Lenny Brewster y sus compinches supieron sacarle el beneficio a todo aquello. Hicieron fortunas a costa de esa generación y disfrutaron de una época en que se flexibilizaron los códigos morales de la gente. Fue una época gloriosa para las sociedades delictivas y todo el mundo se sentía contento con lo suyo.

Para Lil Brodie y sus hijos supuso el fin de su vida, tal y como la habían conocido hasta entonces. La muerte de Patrick Brodie afectaría a la vida de sus hijos y no precisamente de la manera que a él le hubiese gustado.

LIBRO SEGUNDO

Si los padres comen uvas amargas,

Los hijos tienen dentera.

(Ezequiel 18:2)

Yo no le aprecio -dijo el Conejo-, pero siempre es de utilidad saber en qué punto se encuentra un amigo o una relación, tanto si se le quiere como si no.

A.A. Milne, 1882-1956

The House at Pooh Comer.

Capítulo 19

– Bueno, yo lamento que usted lo vea de esa forma, señora Brodie, pero su hijo ha sido expulsado por pelearse. Si usted no ve nada malo en ese tipo de conducta, entonces no tiene ningún sentido que sigamos hablando.

Lily Brodie apretó los dientes para contener la rabia.

– Mi hijo Shamus no es un gamberro, señor Benton, y usted lo sabe. El sólo tiene diez años y el muchacho con el que se peleaba quince.

El señor Benton sintió pena por aquella mujer. Seguía siendo una mujer atractiva, eso no podía pasar inadvertido a ningún hombre, pero había tenido una vida dura y difícil, igual que sus hijos. Había tenido dos hijos en los diez últimos años y a él no le entusiasmaba en absoluto la idea de que los trajera a su escuela. Los Broches eran más que famosos por los problemas que causaban y él estaba más que harto de ellos.

– El muchacho con el que se peleaba Shamus estaba impidiendo que acosara a su hermano más pequeño. Shamus es un chico grande, fuerte, además de otras muchas cosas, pero no una víctima.

– Su hermano mayor está ahora en casa -dijo Lil-y él cuidará de Shamus. Para eso son los hermanos mayores, ¿no es verdad?

El hombre se echó a reír, con una risa genuina.

– Ah, bien, de acuerdo entonces. Usted dice que su hijo está en casa, es decir, que ya ha salido de prisión, y cree que él lo va a meter en vereda. ¿Y qué es lo que le va a enseñar? Porque imagino que usted se refiere a Patrick Brodie, el mismo Patrick que fue la pesadilla de mi vida.

A Lil no se le pasó por alto el sarcasmo que el hombre empleaba al hablar, pero se dio cuenta de que no tenía ningún sentido seguir discutiendo. Shamus estaba expulsado de la escuela, así de sencillo; y ese jodido moralista le estaba sacando de quicio.

– Shamus también estaba defendiendo a su hermano Pat. Él ha salido de la trena esta semana, como ya le he dicho, y se estaban mofando de él. Shamus lo único que ha hecho es defenderse y ese chico mayor debería haberse dedicado a otras cosas en lugar de interferir en las disputas de su hermano. ¿Cómo va a aprender ese niño lo que está bien o mal si siempre tiene a su hermano cuidándole las espaldas? Ese chico tiene que aprender a tener la boca cerradita y mi hijo Shamus sólo hizo lo que cualquier otro muchacho hubiera hecho en su lugar: defender a su familia. Lo que pasa es que mi familia no cuenta, ¿verdad? Su padre fue asesinado en presencia de sus hijos y, al parecer, eso no le preocupa a nadie. Oh, no, a usted lo único que le preocupa es que él se haya peleado con ese par de mierdas. Pues bien, más valdría que su hermano mayor no se hubiese metido, así aprenderá a defenderse por sí solo.

El señor Benton no quería creer lo que estaba oyendo, a pesar de haber oído esas palabras miles de veces de padres que consideraban la escuela como un mal necesario, no un sitio donde se aprende. Su concepto de aprender no tenía nada que ver con saber los números, las fechas o los acontecimientos que pudieran estudiarse allí, sino con la ley de las calles. Que esa señora pensase que el niño que le había pegado a su hijo merecía una buena tunda ya era prueba suficiente de lo que tenía que afrontar todos los días. Intentar inculcar un poco de decencia en esos niños era completamente imposible. El señor Benton suspiró irritado.

– Bueno, este asunto es meramente académico. Señora Brodie, yo le agradecería mucho que haga todo lo posible para que su hijo no se acerque a la puerta de la escuela ni entre en el patio, bajo ningún pretexto pienso dejar que entre en la escuela.

Lil se echó hacia atrás y examinó al hombre que tenía delante. Era un hombre pequeño, en todos los aspectos, desde su raquítico cuerpo hasta sus huesudas manos y su corta mentalidad. Él sí que era la pesadilla de gente como ella, y tan estúpido que no se daba ni cuenta de ello. Vivía en otro mundo, en un mundo donde las personas hablaban siempre con cordialidad y lavaban su coche todos los sábados por la tarde. Un mundo donde las camisas se gastaban de tanto trabajar, donde las moquetas se aspiraban diariamente, un mundo donde la gente como ella era considerada un fracaso, alguien que está por debajo de ellos, ya que tenían que pelear para ganarse el sustento diario, cosa que él no podría hacer aunque su vida dependiese de ello. En su mundo un hombre así no duraría ni cinco minutos, ya que su forma de ver la vida no interesaría lo más mínimo ni a los niños a los que tenía que enseñar.