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Era un buen muchacho. Era lo suficiente grande como para que cualquiera se lo pensara dos veces antes de pelearse con él y era tan inteligente como para pensárselo dos veces antes de iniciar una pelea. Spider estaba orgulloso de él, al igual que de todos sus hijos.

La puerta del bar se abrió de sopetón y Spider vio a dos jóvenes con el pelo moreno y ojos azules que miraban a su alrededor. Saltó de su asiento y gritó por encima de la barra: Brodies, aquí estoy.

Pat Junior se acercó hasta él apresuradamente y ambos se abrazaron durante un buen rato. Cuando Spider notó la fuerza que tenía el muchacho y el caluroso abrazo que le había dado le entraron ganas de llorar. Desde siempre los había tenido presentes porque sabía que todo lo que su padre les había dado, todo por lo que había trabajado, había desaparecido en un santiamén. Pat Junior era, además, como un clon de su padre y ahora le parecía estar viendo de nuevo a su viejo amigo. Parecía increíble, pero tenía hasta los mismos gestos.

– ¿Estás bien, muchacho? -preguntó Spider.

Pat asintió.

– ¿Y tú? ¿Cómo andas?

Pat se había convertido en un hombre y Spider vio cómo su hijo le abrazaba. También observó que Lance, como siempre, se quedaba al margen, observando y sin hacer nada hasta que no se lo pidieran. Patrick Junior tuvo que cogerlo y arrastrarlo para que se acercara. Spider lo abrazó también, aunque sus sentimientos eran bien distintos. Lance se mantenía rígido y distante, todo lo contrario que su hermano, y se percibía claramente que no sentía la más mínima alegría de verlos. Spider se dio cuenta de que Patrick percibía todo aquello, pero prefería ignorarlo.

Eran, como siempre, dos personas completamente distintas.

– ¿Cómo va el partido? ¿Nos están dando la paliza los Windies como siempre?

Spider y Mac se rieron.

– ¿Qué esperabas? Vosotros los blanquitos habréis inventado el juego, pero luego no sabéis jugarlo.

Todos se rieron.

– Me alegra veros, muchachos.

– Y nosotros a ti, Spider.

La voz de Pat había cambiado; ahora sonaba más grave y hablaba más lentamente, como enfatizando las palabras. Se le veía, además, más robusto, como si hubiese estado haciendo ejercicio, cosa que era normal en alguien que había pasado una temporada en la trena. Sin embargo, le sentaba bien. Era un muchacho grande y robusto, con unos hombros anchos y unos antebrazos que intimidaban a cualquiera. Tenía cierto aire irlandés, es decir, una barba espesa que necesitaba afeitarse dos veces al día y un pelo moreno y unos ojos azules que provocaban el deseo de las mujeres.

Cuando se sentaron en la mesa, Mac le pasó un pequeño paquete y se lo puso en las manos.

– Hierba de primera, tal y como te dijo el médico que tomaras. -Gracias, muchachote. ¿Sabes? Tienes buen aspecto, cabronazo.

Los dos jóvenes se abrazaron de nuevo y Spider se alegró de que los dos chicos hubieran entablado ese lazo de amistad.

– Parecéis gemelos, ¿lo sabéis? -dijo Mac.

Lance y Patrick hicieron un gesto de indiferencia.

– Eso nos lo llevan diciendo toda la vida -respondió Pat-. Y ahora dime, ¿qué tomas?

Spider ya se había adelantado.

– De ninguna manera, chico. Hoy pago yo. De paso, Pat, ¿cómo andas de dinero?

Pat asintió y señalando a Mac le respondió tranquilamente:

– Acaba de echarme un cable, Spider, así que no te preocupes.

Pat vio la cara de sorpresa que ponía Spider cuando oyó lo que decía y se echó a reír de nuevo.

– Ya veo. Entonces te las apañas de momento, ¿verdad? -Perfectamente, colega. Pero estoy sediento.

Cuando Spider se acercó a la barra, Mac sonrió y le dijo:

– Tú coge esa pasta. Ahora vamos a dar una vuelta para presentarnos a los apostadores habituales y asegurarnos de que estamos interesados en pagarles pronto. Imagino que en unas pocas semanas te podré dar pasta. Como ya sabes tengo otros asuntos entre manos.

Mac se rió y sacudió su cabeza enmarañada. -No tendrás un puñetero Scooby Doo, ¿verdad?

Lance estaba observándolo de cerca y dijo: -¿De qué cono hablas?

Mac miró a Lance. Era como una versión reducida de su hermano. Tenía los mismos rasgos, pero le daban un aspecto muy distinto, ya que parecía medio loco la mayor parte del tiempo. Sus ojos carecían de brillo y no manifestaban nada de lo que pudiera sentir.

Pat cogió la jarra de cerveza que Spider había puesto encima de la mesa y, dándole un buen sorbo, dio un suspiro de satisfacción. Se dio la vuelta para dirigirse a su hermano y le dijo tranquilamente:

– Lo que quiere decir es que el dinero es un regalo, pero como es una pasta gansa yo prefiero devolvérsela.

Lance observó la risa afable de su hermano y envidió su capacidad para relacionarse con la gente. Si se lo hubieran dado a él, habría cogido el dinero y no habría dado ni las gracias. De hecho, pensaba que se lo debían, que se lo debían a todos ellos, pero prefirió callarse y no decir nada.

– ¿Cómo te ha ido en la trena? -le preguntó Spider.

Patrick sonrió. Era como un joven Georgie Best mostrando sus blancos dientes, con la misma mirada inocente incluso, una mirada que engañaba la verdadera naturaleza que escondía dentro.

– Bueno, he conocido a algunos cuantos colegas que merecen la pena y a un montón de mierdas. Pero bueno, ya se pasó.

– ¿Te llegó lo que te envié?

– Sí, gracias Spider. Me vino muy bien. Estuve en la misma celda con el joven Terry Mason, un buen tío. Un hueso duro de roer a pesar de lo esmirriado que es. El muy cabrón es como un terrier y una noche, mientras estábamos en la cola de la cena, le arrancó la nariz a un gil ¡pollas, un tipo grande de Liverpool con el que Terry tenía un asunto pendiente. Aunque no os lo creáis, la nariz se le cayó encima del plato de tapioca.

Todos se rieron cuando lo contó.

– Había sangre por todos lados. Yo me metí por medio mando sus compinches vieron que lo estaban moliendo. Fue la primera noche y Terry y yo llegamos juntos, justo a la hora de cenar. Al final ganamos y compartimos la tapioca entre los dos. Nos habían dado palos de todos los colores, pero nos importaba un carajo. Estábamos hambrientos después de pasar todo el día encellados en aquella furgoneta. Después de eso, nos hicimos como una y carne. Bueno, tú ya sabes cómo funciona eso.

Pat dejó de sonreír repentinamente y, mirando fijamente a Spider, le dijo:

– Necesito algunas pistolas y recortadas. ¿Tú podrías conseguírmelas?

Spider asintió lentamente. El muchacho se había convertido en una persona diferente y lamentaba que así fuera, a pesar de que comprendía por qué y cómo se había producido el cambio.

– ¿Dónde está Kathy?

Eileen suspiró. Se quitó el abrigo y lo colgó en el perchero. Luego, con su acostumbrado sarcasmo, respondió:

– Mamá, hoy es viernes y probablemente aún esté en la biblioteca. Ya sabes que cambia los libros todos los viernes y tarda tanto rato que la dejé allí.

– Menuda elementa estás tú hecha -dijo Lil riendo.

Eileen era un caso, de eso no había duda. Era tan diferente de su hermana como el día de la noche. Era espontánea y amistosa, la salsa de cualquier reunión o fiesta. Toda su vida era un completo drama, cosa que además le encantaba, pues pasaba de las risas a las lágrimas en cuestión de minutos y de la cólera al arrepentimiento en cuestión de segundos. Cuando ella estaba cerca no había ni un instante de aburrimiento.

– Lance irá a recogerla de todas formas, como siempre.

Entró en el salón, se echó en el sofá y bostezó.

– Odio esa escuela. Es como estar encerrada en una sauna.

Eileen no le hablaba a nadie en particular y nadie se molestó en responderle. Asistía a una escuela de monjas, pero los fines de semana trabajaba en una casa de apuestas. Había trabajado allí desde que cumplió los catorce años y ya era capaz hasta de dirigir el local. Lenny se había portado bien al menos con las chicas, ya que Kathy también trabajaba en el mismo lugar y no lo hacía nada bien, pues no le gustaba tratar demasiado con la gente. Eileen vigilaba por las dos.