– Con todos mis respetos, Len, pero éste era «mi» club mucho antes de que fuera tuyo. Mi marido lo compró hace muchos años, mientras que tú sencillamente te lo apropiaste cuando él murió. ¿Acaso no es verdad?
Lenny se quedó sorprendido al oír aquellas palabras. El sabía que Lil podía cabrearse, pero jamás había mencionado una cosa así anteriormente, jamás había hecho alusión a cómo se habían repartido las propiedades de su marido. Se preguntó si también se lo habría mencionado en alguna ocasión a sus hijos. Ahora ya se habían convertido en hombres y estaban en esa edad en que uno necesita demostrar quién es. Lance ya tenía lo suyo, pero ahora que Pat había regresado se estaba convirtiendo en una persona muy ambiciosa, al igual que la mujer que tenía delante, de eso no cabía duda. Se veía en la necesidad de ponerla en su lugar, pues, al parecer, tenía la impresión equivocada de que era alguien en el club. Un gesto muy feo viniendo de una mujer.
– ¿Me estás hablando a mí, Lil? -dijo con esa dignidad que aparentaba cuando se sentía insultado y agredido.
Lil sonrió, recordando lo muy cabrón que podía ser.
– ¿No piensas ni preguntar cómo están los niños, Lenny?
A Lenny le encantaba oír esa pregunta viniendo de su boca. Se deleitaba demostrándole que no le importaban lo más mínimo sus hijos. Había procurado que ella se quedara embarazada, pero, como le había sucedido con todas sus amantes, una vez que habían dado a luz, perdía el interés por ellas.
Lenny sonrió y ella vio las arrugas de su cara y lo frágil que se había vuelto su pelo. Sintió lástima por él. Lenny la había dejado tirada, le había arrebatado lo que tenía, y no sólo a ella, sino a sus hijos. Luego le había dado un trabajo en ese club, un club que ella había ayudado a levantar. Sin embargo, no había forma de que abriera la mano y le diera un puñado de libras para los hijos que ella le había dado.
– Eres un gusano rastrero, Lenny. Tienes dos hijos bien hermosos y no tienes ni la más puñetera compasión por ellos, ¿verdad que no?
Lenny sacudió la cabeza y empezó a reírse de nuevo, con esa risa sofisticada que él creía que le hacía parecer un hombre de mundo.
– La verdad es que no me importan una mierda, Lil. Al igual que mis otros hijos, no significan nada para mí. Al fin y al cabo, son todos unos hijos de puta, si me perdonas la expresión.
Empezó a reírse de nuevo y Lil se sintió enormemente dolida. Cuando despreciaba a sus hijos de esa manera, se sentía herida en lo más hondo. Podía notar cómo apretaba los puños. Si sus colegas, por decirlo de alguna manera, le oyeran decir esas cosas, no lo creerían. Parecía mentira que pudiera ser tan odioso y repulsivo, pero lo peor de todo es que disfrutaba con ello.
– Asumiendo que tu madre fuese la que te ha parido, entonces no hay duda de que viniste al mundo de manos de una puta. Así al menos tus hijos tendrán algo en común contigo -terminó diciendo.
Luego se quedó callado. Se dio cuenta de que ya no sacaría nada más de él. Su dureza siempre le había seducido a Lenny, pero perdía los estribos cuando algo o alguien amenazaba a sus hijos. En ese aspecto era como un animal salvaje y, cuando estaba como en ese momento, es decir, orgullosa y enfadada, le atraía. La había utilizado, lo sabía, pero no le resultó difícil.
En ese momento alguien llamó a la puerta. Lil la abrió con rapidez, mostrando aún su cólera en el rostro porque se daba cuenta de que era completamente inútil hablar con él.
Ivana estaba de pie, en la puerta, con una sonrisa que decía claramente que la esperaban.
Lenny la miró. Era realmente una chica atractiva, con buenas tetas para lo delgada que estaba, con un pelo rubio que le daba la apariencia de estar más saludable de lo que probablemente estaba. Además, sabía cómo mirar a un hombre, cómo hacerle sentir querido y deseado. Sin embargo, era demasiado profesional para su gusto, a pesar de que ya le había dado un revolcón y consideraba que no estaba mal tenerla de repuesto. Las putas le gustaban en ese aspecto, pues no esperaban nada de él, salvo unas cuantas libras y pasar un buen rato.
Lenny vio la expresión que puso Lil en su cara y disfrutó con ello. Le recordó que ya no era ninguna jovencita y que las chicas que estaban a su servicio estaban también a su alcance. Sabía que la mejor forma de pararle los pies era haciéndola sentir vieja.
– ¿Qué es lo que quieres? -dijo Lil con voz despectiva.
Ivana esperó hasta que Lenny la invitase a entrar, así le dejaría claro a Lil que ella era alguien a quien debía tener en cuenta.
Lenny se quedó mirando con esa impasibilidad de siempre y, comportándose contrariamente a lo que solía hacer, miró a Ivana con el ceño fruncido y le preguntó:
– Bueno, ya has oído a la jefa. ¿Qué es lo que quieres?
Lil sintió lástima de la muchacha cuando la vio ponerse roja. Se dio cuenta de que Lenny pretendía humillarla. Ella no disfrutaba del espectáculo porque se había visto en ese lugar en muchas ocasiones.
Lenny se acercó hasta donde se encontraba la muchacha y le dio con la puerta en las narices.
– Tienes que imponerte más, Lil, se te están subiendo a las barbas. ¿Cómo cono se toma esa libertad? ¿Qué hace una puta como ésa viniendo aquí en busca de compañía?
– ¿Por qué no te vas a tomar por el culo, Lenny?
La voz de Lil sonó tan alta y protectora que, cuando Ivana se marchó, sintió una oleada de gratitud y respeto por la mujer a la.que había despreciado pocos minutos antes.
– ¿Por qué haces eso? ¿Por qué hieres a todos los que te rodean? -le preguntó Lil.
Lenny no le respondió. Le estaba haciendo una pregunta genuina y, por una vez, estaba pensando en darle una respuesta del mismo calibre. Podía ver el desprecio en sus ojos, en su cara y sus gestos. Observó todo aquello sin sentir absolutamente nada.
– Esa chica gana una fortuna y, si tuviera una pizca de cerebro, se largaría de aquí y se buscaría un club de verdad, el New Rockingham o el Pink Pussycat. Cualquiera donde la tratasen con un poco de respeto.
Lenny suspiró. Empezaba a aburrirse del tema y respondió:
– ¿Y a quién le importa eso? A mí desde luego no me importa una mierda. Y ahora dime, ¿cómo está el joven Patrick y cuándo va a venir a visitarme? Tengo algún trabajillo para él.
Lil sabía lo que pretendía. Creía que el muchacho ya había alcanzado una edad en que debía devolverle de alguna manera lo que él había hecho por ellos.
– Déjalo en paz -respondió Lil-. Él no necesita impregnarse con tu mierda. Ya se las apaña bastante bien él solito.
Lenny se mordió el labio inferior; era uno de sus gestos cuando se sentía ofendido.
– Por lo que veo no comprendes el concepto de jefe y empleada, Lil. No te he pedido tu opinión, ¿lo sabes? Así que cuando te hable, tú me haces una reverencia y obedeces. Y ahora dile al chico que venga a verme.
Lil se encogió de hombros, disfrutando de verlo molesto.
– ¿Para eso has venido, Lenny? Imagino que te habrás enterado de que Patrick está de nuevo en casa. Con una llamada telefónica habría sido suficiente para preguntar cómo está.
Lenny no le respondió, sorprendido de ver cómo le hablaba. Sin duda, el poder que había ejercido sobre ella en su tiempo estaba desapareciendo a pasos agigantados. Ahora Pat estaba en casa, asumiría el. papel de cabeza de familia y Lil probablemente no necesitaría de nadie. La observó mientras encendía un cigarrillo. Aspiró profundamente, se pasó la lengua por los labios lentamente y luego le echó el humo en la cara, haciéndole toser.
Lenny agitó las manos para dispersarlo, jurándose que acabaría con su hijo. Le abriría la cabeza y la escucharía a ella llorar mientras él enviaba a su hijo junto a su padre. Al parecer, Patrick había causado una buena impresión en la cárcel y había demostrado a todo el mundo que sabía cuidarse las espaldas y que no requería de nadie para eso. Pues bien, él estaba dispuesto a no permitir que ese pequeño cabrón pusiera un pie en su territorio. Si la gente lo consideraba la viva imagen de su padre, mejor. Ll les recordaría a todos lo que le sucedió a su padre. El había permanecido al margen durante años, esperando el momento adecuado para hacerse con lo que consideraba suyo por derecho propio. Se había adueñado de todo lo que en su día perteneció a Patrick Brodie, incluida su esposa y sus hijos, y ahora no pensaba quedarse de brazos cruzados esperando a que ese muchacho reclamara la herencia de su padre.