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Sabía que Kathleen era su hermana gemela, pero estaba cansada de derrochar su energía con ella. Eileen era una mujer joven que quería disfrutar de la vida, pero siendo Kathleen como era, no había forma de conseguirlo.

Pat estaba en la puerta de club de alterne donde su madre había trabajado durante muchos años y, la verdad, no se sentía nada impresionado. Era un lugar bastante dejado, pero no con la dejadez típica de los garitos del Soho, iluminados siempre con luces tenues, sino con un abandono que resultaba patente incluso a oscuras.

Vio que el portero de la sala acompañaba a dos hombres al interior del club. Pat observó que hasta él estaba ya más arrugado que una bolsa vieja y que el traje lo llevaba todo raído. Estaba cumpliendo con las formalidades y eso ya le dijo mucho a Patrick acerca de ese lugar. Era sólo una fachada. El dinero que proporcionaba no tenía nada que ver con lo que se cocía dentro. El verdadero negocio debía ser otro, y su madre seguro que estaba enterada de ello, aunque no pensaba presionarla para que se lo dijera porque sabía que no deseaba que él y Brewster tuvieran desacuerdos.

El gorila regresó de nuevo al pequeño vestíbulo y reconoció a Pat. Sabía quién era porque Pat ya se había establecido en el Smoke. No obstante, que ese hombre lo reconociera de inmediato le agradó. O bien era eso, o alguien les había advertido de su llegada, aunque trató de ahuyentar ese pensamiento. Pat se encontraba solo porque Kathleen no se encontraba nada bien y Lance se había marchado a casa para cuidarla.

Pat había telefoneado antes y habló con Eileen. Sabía que deseaba salir y, sabiendo que Lance haría cualquier cosa por su hermana, probablemente había exagerado los síntomas. Pat sonrió al pensar en su hermana Eileen; sin duda, era una chica astuta y sabía cómo apañárselas. ¿Por qué iba a hacer algo si tenía quien lo hiciese por ella?

– ¿Qué desea, señor Brodie?

El hombre le habló con un respeto que Pat reconoció como auténtico. Cuando se le acercó, vio que no era mucho mayor que él. Era un muchacho apuesto, un mestizo, y obviamente dispuesto a tener una encarnizada pelea con el que se le pusiera por delante.

– ¿Dónde está Brewster?

Era una afirmación, más que una pregunta.

El portero se quedó inmóvil por un rato. Se quedó tan quieto como un fiambre, como si estuviera tomando una decisión que afectaría al resto de su vida. Mirando por encima del hombro para asegurarse de que nadie le oía le dijo:

– No se encuentra en este momento, pero regresará dentro de una hora. Está reunido con un conocido suyo.

Patrick asintió lentamente.

– ¿Cómo te llamas? -le preguntó Patrick.

El hombre le tendió una mano carnosa.

– Colin. Colin Butcher.

Se estrecharon la mano y Pat notó lo fuerte y fría que la tenía. Seguro que no sería fácil vencerle y, una vez más, se preguntó si no le estaban tendiendo una trampa. Él sabía los diferentes trucos que se empleaban en su mundo. En la cárcel se los habían enseñado todos, así como la forma de afrontarlos, y se lo habían enseñado precisamente los maestros en ello.

Su instinto, sin embargo, le dijo que el muchacho no era una mala persona y decidió dejarse guiar por él, ya que hasta entonces nunca le había fallado.

– Entonces esperaré, si no te importa.

Colin sonrió, lo que le hizo parecer una persona completamente distinta. Tenía una sonrisa abierta y sincera que hacía que quien la recibiera se sintiera completamente relajado y tranquilo.

Pat, por su parte, se dio cuenta de que el joven valía lo suyo, pues sabía cómo comportarse y tener la boca cerrada.

– ¿Quiere que le traiga algo de beber? -le preguntó el joven.

– Creo que me acercaré a la barra y lo esperaré allí -respondió Pat.

Entraron juntos en el club y Pat se sintió cómodo en su compañía. También se percató de la dejadez del lugar. Era un garito, un lugar de mala muerte, por lo que sería más fácil de reclamar que si fuese un palacio. De repente recordó que había entrado en ese lugar con su padre y que aún tenía el mismo papel en las paredes y la misma moqueta color gris oscuro de antes. Olía a tabaco, sudor y desodorante barato; es decir, que olía igual que Brewster, pensó.

Pidió un whisky doble, se acomodó en la barra y miró a las chicas que trabajaban allí. Lo miraban con cierto recelo, preguntándose si sería tan poca cosa como para trabajar para un tipo como Lenny Brewster. Esperaban que no.

Las putas no le gustaban. No por su forma de ganarse la vida, sino porque su profesión les hacía perder su autoestima y porque habían perdido el goce de estar con un hombre. Una vez que una mujer se metía en ese mundillo, veía a los hombres como alguien a quien poder sacarle algo, por eso jamás se podía confiar en ellas. Las prostitutas no sabían lo que significaba la lealtad, ni tan siquiera con ellas mismas.

Pat no perdía detalle de lo que sucedía a su alrededor, a pesar de que no apartaba la mirada de la bebida. Era otra de las triquiñuelas que había aprendido en chirona, pues allí una mirada en un momento poco oportuno podía suponer la muerte. También había aprendido a tener paciencia. Por eso se quedó donde estaba, completamente relajado y cómodo con el ambiente que le rodeaba, esperando a que regresara Brewster.

Spider veía cómo su hijo jugaba al billar, pero también miraba la hora. Sabía que aún era temprano y que Pat no se quedaría allá por mucho rato, pero estaba nervioso, algo que llevaba mucho tiempo sin sucederle.

El muchacho era un chanchullero, de eso no cabía duda, además de astuto. Había oído hablar de sus hazañas en prisión y sabía que ahora, que estaba fuera y libre, trataría de recuperar lo que consideraba suyo. Y no sólo suyo, sino de su madre. Había sido manipulada descaradamente y todo el mundo lo sabía. Pat y Lance entonces eran sólo unos niños, por eso no comprendieron la gravedad de lo que sucedía. Sin embargo, ahora se habían hecho mayores y se habían convertido en hombres que disfrutaban a tope con la venganza.

Spider miró la gente que había en la barra y muchos de ellos habían tenido sus más y sus menos con Brewster, pues éste no se había preocupado lo más mínimo de conservar a sus amigos. Y eso que la amistad y la familia eran la esencia de su vida, ya que, en ese mundo, necesitas personas en las que poder confiar y de las que poder depender. La lealtad era importante, especialmente si alguien era apresado. Tener la boca cerrada cuando la pasma te interrogaba y cumplir tu condena como un hombre era considerado un deber. Brewster, sin embargo, tenía tantos enemigos que sólo podía confiar en unas pocas personas.

Se había puesto en contacto con Patrick a través de otros, pues le faltaba el coraje para hacerlo directamente, cosa que no extrañó a nadie en absoluto. Todo el mundo estaba esperando y nadie pensaba pronunciarse hasta que ellos dos no se viesen y se decidiera una solución. Hasta entonces sólo se podía esperar, pero la espera debía acabar esa misma noche.

Jimmy Brick y Lil entraron en el club en el mismo momento que Lenny salía de su auto. Su chofer siempre lo dejaba en la misma puerta, delante del portero de la sala y de sus esbirros. El club le proporcionaba algún dinero, pero no tanto como para tirar cohetes. Sin embargo, allí estaba su oficina y allí planeaba la mayoría de sus trapicheos.