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Kayla asintió, mostrando su acuerdo, y se frotó los antebrazos con las manos. Era evidente que tenía frío, pero también que no pensaba quejarse. Definitivamente, una mujer así podía cautivar su corazón. ¡No!, se contradijo al instante, su corazón no. Hacía mucho tiempo que había aprendido que si daba prioridad a cualquier otra cosa que no fuera su trabajo, corría el riesgo de salir perdiendo.

Y tenía un trabajo que hacer. Había llegado el momento de dejar de andarse con rodeos e intentar averiguar lo que pretendía descubrir aquella noche. ¿Que la dama tenía frío? Pues lo menos que podía hacer por ella era ayudarla a calentarse. La miró a los ojos, y el deseo le golpeó las entrañas. Tenía que saborearla. Aunque su trabajo no tuviera nada que ver con el fiero deseo que lo fustigaba. Tomó sus manos, sintiendo el frío helado de su piel, y la condujo hacia un callejón escondido.

Las multitudes que salían del estadio pasaban por delante de ellos sin preocuparse por nada que no fuera encontrar un lugar caliente. Y Kane lo comprendía perfectamente. Acarició los brazos de Kayla y la sintió temblar. Supo al instante que su temblor no tenía nada que ver con la temperatura ambiente y estaba directamente relacionado con el calor de sus cuerpos.

Un paso más y la hizo apoyarse contra la pared de un edificio de ladrillos. El deseo corría como un torrente por su cuerpo.

– ¿Kane?

Kane fijó los ojos en su mirada interrogante, pero no tenía respuestas. No podía revelarle nada a ella y, peor aún, ni siquiera había nada que él comprendiera. Pero no necesitaba comprender. Lo que necesitaba era sentir. Sentir sus labios sobre los de Kayla, sentir su cuerpo, húmedo y sedoso, moldearla contra él y acariciarla hasta que el deseo fuera insoportable… No haría nada que pudiera comprometer su trabajo. Y si la información de la que disponían era cierta, Kayla tampoco, como no fuera a cambio de dinero.

Pero le bastó fijar la mirada en sus confiados ojos para saber que, si Kayla decidía interrumpir la velada, su decisión no tendría nada que ver con el dinero. Aquella mujer no era una prostituta pero él necesitaba pruebas para demostrarlo… Probaría una sola vez sus labios y después intentaría cerrar el trato. En cuanto ella retrocediera, él pondría alguna excusa y la llevaría a casa. A continuación, se daría una ducha de agua fría, llenaría un informe y se olvidaría para siempre de Kayla Luck.

Una vez establecido el plan, se concentró nuevamente en Kayla, una mujer que lo intrigaba cada vez más. La agarró con fuerza de los brazos. Ella no protestó. Tampoco lo hizo cuando la estrechó contra él. Y tampoco cuando se apoderó de sus labios.

Fue aquél el momento en el que Kane comprendió que había cometido un error. La boca de Kayla era cálida, receptiva y dulce como el vino con miel. Le bastó rozarla para desear mucho más que un beso robado en un callejón oscuro. Un beso había bastado para convertir en fuego su sangre y supo que faltaban todavía horas para que pudiera separarse de ella.

Se estrechó contra ella. Kayla emitió un sonido que recordaba a un gemido, a una súplica quizá. Kane no podía estar seguro. La única certeza que tenía era que le había hecho desearla todavía mucho más.

Kayla apoyó la cabeza contra la pared y respiró hondo. Kane enmarcó su rostro con las manos y la miró a los ojos. La deseaba. Aquélla era la cruda verdad. Había cruzado una peligrosa línea y ya no podía dar marcha atrás.

Jamás habría creído que alguna vez pudiera sentir la tentación de comprometer sus principios por una mujer. Jamás se había creído capaz de desear a alguien con tanta intensidad. Aquella mujer lo excitaba más allá de la cordura. Y la necesidad de hacer el amor con ella lo invadía todo. Acarició su barbilla.

– Te deseo -le susurró al oído.

Kayla posó las manos en su pecho.

– ¿Por qué?

De todas las posibles respuestas, aquélla era la única capaz de sorprenderlo.

– No porque seas hermosa, que lo eres -susurró, y tomó aire antes de continuar-. Y no porque tengas un cuerpo capaz de tentar a un santo -deslizó la mano hacia su seno y dibujó los redondeados contornos que se adivinaban bajo la ropa. La respuesta de Kayla, un sensual gemido, sacudió su alma. Y comprendió que estaba diciendo mucho más de lo que Kayla estaba deseando oír. Estaba diciéndole la verdad.

– ¿Entonces por qué? -preguntó Kayla.

– Porque eres inteligente y atrevida, y te admiro por ello.

Kane sacudió la cabeza, sin atreverse del todo a creer que estuviera utilizando todo lo que había averiguado sobre Kayla para seducirla.

Una noche. Con cada segundo que pasaba, lo necesitaba más. La luz de sus ojos, su aceptación… Necesitaba todo lo que Kayla le ofrecía. Después ya tendría tiempo de plantearse por qué había traicionado su trabajo.

– He disfrutado contigo esta noche y todo sobre ti me intriga, ¿te basta con eso?

A los labios de Kayla asomó una sonrisa de satisfacción.

– Más que suficiente -contestó, rodeándole la cintura con el brazo.

– Supongo que debo tomar eso como un sí -el corazón le dio un vuelco nada más decirlo.

– Es un sí, a cambio del precio adecuado -contestó con timidez.

Kane se quedó helado, pero forzó una sonrisa. Se había citado aquella noche con ella para atraparla. Había dejado que sus hormonas lo distrajeran temporalmente, pero al parecer al final iba a conseguir lo que había ido a buscar. Ignoró la oleada de desilusión y miró los engañosos ojos verdes de Kayla.

– ¿Y cuál es el precio, señorita Luck?

Kayla le acarició el rostro y sonrió.

– Una taza de chocolate caliente, Kane -rió al advertir su sorpresa-. ¿Qué pensabas que quería?

– No lo sé, pero podrías demostrármelo.

Kayla abrió los ojos de par en par antes de rozar vacilante sus labios. Una nueva oleada de excitación e intenso alivio sacudió a Kane. Tomó a Kayla de la mano y comenzó a caminar hacia el hotel en el que había alquilado una habitación. Ya tendría tiempo de enfrentarse a las repercusiones de lo que iba a hacer al día siguiente. Aquella noche era para Kayla.

Capítulo 3

Kayla entró en el vestíbulo del hotel intentando no sentirse como una mujer más a punto de embarcarse en una noche de sexo y aventura.

Miró a su alrededor. Parecía un establecimiento respetable, pero se preguntaba cuántos de sus clientes echarían allí alguna canita al aire.

Se dirigían hacia la recepción, cuando se detuvo y agarró a Kane del brazo.

– ¿Te lo has pensado mejor? -le preguntó él.

– Simplemente acabo de darme cuenta de que en realidad no sé nada de ti.

– Sabes lo que de verdad importa -le acarició la mejilla con el dedo-. ¿Qué más necesitas saber?

– No sé. Quizá no seas un vendedor. Es posible que seas…

– ¿Un asesino en serie? -la interrumpió con una sonrisa que la desarmó.

– En realidad iba a decirte que quizá estuvieras casado o algo así -rió nerviosa-. Pero tu consideración también es útil.

– Bueno, en ese sentido puedes estar tranquila. No tengo asesinatos en mi pasado. Y tampoco esposas ni ex esposas -contestó, y le pasó un brazo por los hombros.

No hacía mucho tiempo, Kayla había leído que las feromonas eran las responsables de que una persona reaccionara sexualmente ante otra del sexo contrario. Pero aquel razonamiento clínico no bastaba para explicar su respuesta a Kane McDermott. Posiblemente sí pudiera explicar que sintiera calor a pesar del frío de la noche, o el delicioso chisporroteo que recorría su interior cada vez que su mirada se encontraba con la de Kane. Pero no servía para explicar la comprensión que había visto en sus ojos cuando le había hablado de su infancia.

No le importaba que él apenas le hubiera dado datos sobre sí mismo. Casi desde el primer momento, había mostrado en su vida un interés que ningún otro hombre había demostrado antes. Su curiosidad acerca de su nueva carrera profesional y los servicios que pretendía ofrecer en Charmed la habían hecho sentirse como si realmente le importara.