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La joven se sienta en el suelo en mitad de la habitación. Fuera se va haciendo oscuro. Una extraña paz la invade. Tiene la sensación de haber encontrado un nuevo hogar. No va a ser fácil, pero en ese momento se siente más tranquila y lo considera una buena señal. Hasta los ruidos que llegan del otro lado de las paredes le parecen tranquilizadores. La familia a su derecha tiene una prole de niños ruidosos y un padre que les grita para hacerles callar. A la izquierda hay un piano desafinado y un pianista que acaba de empezar a tocar. Al otro lado del pasillo está la cocina común, con sus ruidos y olores. El sonido metálico de sartenes, y el olor a cebolla y salsa de soja. Siente como si acabara de despertar de un sueño para meterse en otro.

El señor Shi no sabe muy bien cómo ocuparse de la joven. Cada vez que viene a verla ha salido. Un par de veces coincide con ella y la convence para que tome un té con él. Ella le informa de sus últimas gestiones: ya ha probado todos los contactos que él le ha dado. Las ideas parecen agolparse en su mente. Tan pronto le pregunta cómo funcionan los autobuses o cómo ir de un sitio a otro por la ruta más económica, como quiere saber dónde vive Tie Han, el autor de Un incidente en el lago, y si podría hacerle una visita pronto.

Al cabo de una semana el señor Shi ha perdido la capacidad de seguir la pista a la joven. Se sorprende al saber que ya ha ido a ver a Tie Han y que lo llama desde su casa. Ella no sólo se va a quedar en su casa una semana, sino que se ha buscado un empleo vendiendo entradas en un teatro izquierdista. También menciona que se ha matriculado en la Universidad de Shanghai.

Corro de un extremo a otro de la ciudad. Me muevo tan deprisa que apenas tengo tiempo de memorizar dónde he estado. Creo que si conozco a toda la gente que me sea posible me saldrá algo. Apunto hacia los de arriba, me presento sin anunciarme en las oficinas de los productores y directores; no pueden decirme que no. Me gustaría actuar tanto en cine como en teatro, digo a todo el que quiere escucharme. Algunos se indignan. Les asombra mi arrogancia. Es muy bonita, sí, pero ¿quién se cree que es? Otros, como el señor Tien, cuya obra he interpretado en Shandong, me encuentran atractiva y les fascina mi osadía. El señor Tien se siente halagado por la admiración que siento por su obra y se interesa por mí. Al enterarse de dónde vivo me ofrece su casa. Me da de comer y me ofrece más contactos, y vuelvo a salir a la calle aferrada a mi mapa de autobuses.

Un buen número de productores le dan ánimos. Prometen tenerla en cuenta para sus próximos proyectos. A través de nubes de humo describen con minuciosidad sus proyectos y renuevan las esperanzas de ella. Hombres atractivos con ideas atractivas. Dejan entrever la mejor forma de «asegurarse» su sitio en la cola. Ella lo ve en su mirada. Pero no piensa acostarse con ellos. Es cauta; aún no se ha recobrado de su amor perdido. No quiere meterse en una relación de la que saldrá convertida en una simple concubina. Sin embargo, no cree que haya nada de malo en flirtear un poco, así que acepta todas las invitaciones que le hacen.

Tras varios meses sin recibir ofertas reales, se impacienta. Regresa a su apartamento. Los ruidos que llegan del otro lado de las paredes ahora le irritan. Está cansada de no ser nadie, cansada de ser pobre. Está harta de que le digan que su aspecto no es taquillero. Se sienta en el suelo y se examina la cara en un espejo de mano. Odia enfrentarse a sus imperfecciones: le sobresale demasiado la mandíbula y tiene los labios finos; la distancia entre su nariz y su labio superior es un tanto excesiva.

Calcula sus posibilidades y busca alternativas. Ha oído hablar de estrellas cuyas carreras han remontado gracias a su participación en películas políticas de bajo presupuesto. La idea le atrae. Está dispuesta a combinar su interés en actuar con su pasado comunista. No dice a la gente que es comunista, aún no. No se fía de nadie. En ese momento sólo siente la necesidad de distanciarse de las niñas monas que aspiran a ser actrices y acaban convertidas en queridas de los ricos.

Voy muy justa de dinero, pero soy capaz de morir de hambre con tal de conseguir una buena entrada de teatro. Veo películas y óperas para aprender de las buenas actrices. No puedo estar mucho tiempo sin ir a la ópera. Cada vez que salgo de una me siento mágicamente recargada y todas mis frustraciones se desvanecen. Me digo que la falta de fuerza de voluntad ha llevado a más fracasos que la falta de inteligencia o habilidad. Me obligo a conocer a más gente para darme a conocer. Mi público ha de saber que tengo personalidad y un norte en la vida.

La joven queda decepcionada de sus contactos. No quiere volver a ver al señor Shi. Descubre que está perdiendo el tiempo correteando de un lugar a otro y conociendo a un inútil tras otro. El empleo a tiempo parcial en el teatro sólo aumenta sus ansias de actuar. Pero no sale nada. No consigue sobresalir.

De joven era comunista acérrima. Puse en peligro mi vida, recuerda la señora Mao. Repartí panfletos antijaponeses por toda la ciudad por el Partido. Fui a Shanghai para restablecer el contacto con el Partido. Llevamos a las calles obras patrióticas. Enseñaba en una escuela nocturna donde predicaba el marxismo. Alentaba a los trabajadores cuando hacían huelga. Siempre me ha interesado trabajar a nivel de las bases. Al igual que Yu Qiwei me he arriesgado por China. Podría haber sido una mártir. Podría haber muerto.

La verdad es que dejó de ser miembro después de que arrestaran a Yu Qiwei. La verdad es que oculta su identidad de ex comunista. El señor Shi y Tien Han creen que sólo simpatiza con el comunismo. Cuando no tiene suerte en conseguir papeles en el teatro se asigna a sí misma el papel de patriota. Con ello logra que le asuste menos su incapacidad de conseguir que las cosas funcionen.

Representa su papel en la vida real con la misma pasión que exhibe en el escenario. Logra atraer la atención y consigue un público. Hace su trabajo con creatividad y arte. Cuelga folletos en la espalda de algunos hombres y los convierte en carteles ambulantes. En las clases que da de chino pregunta a sus alumnos: ¿De qué está compuesta la palabra «cielo»? La escribe en la pizarra y explica: Es la combinación de las palabras «esclavo» y «hombre». Si nos tratamos a nosotros mismos como hombres e insistimos en que los demás nos traten como tales y no como esclavos, nos convertiremos en el mismo cielo. Ilustra y anima. Sus clases no tardan en volverse las más populares de la escuela. Al mismo tiempo atrae la atención de quien no quiere; ahora figura en la lista de sospechosos comunistas de la policía.

No es consciente de lo que se le viene encima. Vive en paz consigo misma: buscando un papel como actriz de día y ejerciendo de patriota de noche. Ve su nombre mencionado en periódicos izquierdistas. Es mejor que nada, se consuela. Sigue rezando, esperando que los periódicos atraigan la atención de los propietarios de los estudios. ¿Por qué no? Ella es diferente. Una heroína en la vida real, como las que los estudios han empezado a representar en las nuevas películas. Ahora para que una película sea taquillera tiene que tratar de política. China está invadida. El público está harto de viejos romances y está preparado para papeles edificantes sacados de la vida real.

Ella espera, se pone a la disposición de cualquiera.

Es una noche sin viento y el aire está cargado de humedad. Lleva un vestido azul marino cuando sale de su clase de chino. Está contenta. Los alumnos, sobre todo las obreras del sector textil, han entablado una estrecha relación con ella. Confían y dependen de ella. Le hacen sentir como una estrella en sus vidas. Le han traído pasteles de arroz. Los trozos siguen tibios en su bolso. No tendrá que prepararse cena esa noche. Tal vez llegue a tiempo a la segunda mitad de su ópera favorita que representan en el Gran Teatro, que está de camino.

Al meterse en una calle oscura advierte que la siguen dos hombres. Se pone nerviosa y aprieta el paso. Pero los hombres la siguen como sombras. Antes de que ella pueda emitir un sonido, la han esposado y subido a la fuerza a un coche aparcado a un lado de la calle.