Ella se queda satisfecha y se felicita, porque ha conseguido por fin el papel de primera actriz.
Un pavo real entre gallinas, piensa sonriente.
Hablo mandarín. Lo hago despacio para que los amigos de Mao me entiendan. Pregunto por la salud de los invitados, por su familia, animales y cosechas. Estoy aprendiendo el trabajo de mi marido. Descubro que no tiene fe en la boda. En realidad le interesa muy poco la ceremonia. Emplea el tiempo para obtener información. De batallas, de sus colegas, de los territorios blancos.
Kang Sheng le presenta a un hombre. Lo llaman Viejo Pez y tiene cara de perro domesticado con largas orejas que le cuelgan a los lados. Su traje occidental brilla de grasa alrededor de la tripa, el cuello y los codos. Se ven claramente las puntadas de los remiendos. Parecen un ejército de hormigas. Sus abultados bolsillos están repletos de cuadernos y papeles. El hombre informa sobre los territorios blancos. El nombre de Liu Shao-shi se repite continuamente. Viejo Pez alaba a Liu como un hombre muy capaz que empezó como huelguista, pero no lucha sólo para destruir. Negocia con los propietarios de las fábricas y cada vez consigue que se satisfagan las condiciones de los trabajadores.
El camarada Liu Shao-shi es una joya para el Partido, comenta mi marido. Es de suma importancia que se gane a los trabajadores.
En las palabras de Mao no hay el más leve rastro de envidia, pero en ese preciso momento queda grabada en su mente la imagen de Liu Shao-shi como un adversario en potencia. Nadie en China se imagina que Mao será capaz de llevar a cabo una destrucción masiva sencillamente porque tiene celos del talento de alguien. Nadie comprende nunca los temores de Mao. Treinta años después Mao inicia la llamada Revolución Cultural del Gran Proletariado, en la que millones de personas pierden la vida para allanarle el terreno.
Hay algo que la señora Mao nunca logra aprender de su marido: a este hombre no sólo no lo censurarán por su responsabilidad en el crimen del siglo, sino que consigue que su público, aun después de su muerte, defienda, venere y bendiga su bondad.
El tocadiscos está en marcha y suena «La noche del incendio en la capital». Se lo regaló a Mao una admiradora extranjera, Agnes Smedley. La novia se acerca y baja el volumen. Luego se pasea tratando de unirse a las conversaciones. Escucha y elige los momentos para meter baza. Pregunta qué está ocurriendo con los fascistas en Europa. Quiere saber cuándo podría volver a atacar Chang Kai-shek. Pregunta: ¿Cuánto durarán los suministros de Chang Kai-shek? ¿Cuánto dinero están dispuestos a invertir los occidentales en el pozo sin fondo de Chang Kai-shek? ¿No salta a la vista que Chang Kai-shek es un perro sin espina dorsal? ¿No es posible poner de nuestra parte al mundo occidental? ¿Debería Mao lanzar una campaña periodística para convencer al mundo que su actuación cuenta? ¿Qué está pasando entre los rusos y los japoneses? ¿No debería Stalin estar convencido a estas alturas de la capacidad de Mao para gobernar China?
Asombra a Mao y a los invitados con sus ganas de aprender. Tiene veinticuatro años y el fuego arde con fuerza en su pecho. Su energía cautiva a algunos, otros la encuentran ingenua y pretenciosa. Está demasiado emocionada para notar nada. Presencia cómo Mao interpreta ante su ejército el papel de dios-padre. Vislumbra qué puede conseguir a través del matrimonio: se le da el mejor ejemplo.
La noche de bodas él le cuenta una historia. Una historia que le inspira y enseña el secreto de gobernar. Durante la dinastía de Primavera y Otoño, un príncipe compró soldados. Para impedir que escaparan mandó llamar a un hombre que hacía tatuajes y le ordenó que tatuara su nombre en las mejillas de cada soldado. Una vez concluida la tarea, el príncipe creyó que la lealtad de los soldados estaba asegurada y se los llevó lejos a combatir. Antes de que llegaran muy lejos, los soldados empezaron a desaparecer. Los tatuajes de las mejillas eran tan débiles que se les borraron al lavarse.
¡Es la mente lo que hay que tatuar!, concluye mi amante al terminar la historia.
A partir de ese momento tengo la sensación de que mi mente ha sido tatuada. De lo contrario, ¿cómo se explica que responda a cada una de sus llamadas? Se inculca a sí mismo -la voz de un dios-, en mí y en su nación.
El libro de Chang, lo llama ella.
Cuando los invitados se retiran ella está exhausta. El suelo está cubierto de cáscaras de cacahuete, semillas de girasol y colillas. Mao no le pregunta su opinión sobre los invitados. Sabe que está enfadada por sus maneras. Es evidente que no puede soportar que escupan en el suelo, se hurguen los dientes con los dedos mientras hablan, y, peor aún, se tiren pedos con todo descaro.
Soy un vestido hecho de veredictos,
cada hilo está ligado a un crimen sangriento.
Mao pide a la novia que deje de limpiar y la lleva a la habitación mientras tararea alegremente el aria de una vieja ópera.
Como una almeja de tierra de sequía
yo no abriría la boca…
Ella queda impresionada y canta con él la cómica canción:
Un ratón recibe el encargo
de vigilar el almacén del grano
y a la cabra se la pone a vigilar el huerto,
qué trabajo tan agradable…
12
Mi nuevo nombre es Jian Qing. Es un regalo muy considerado de mi marido. Ya no soy Lan Ping, la Manzana Azul. Los nuevos caracteres son de trazos rectos, como un barco navegando a toda vela. Jiang Qing: Jiang de río y Qing de verde. Jiang Qing resume un dicho: «El color verde viene del azul pero es más intenso».
Me he separado de mi viejo papel. Salgo del azul y entro en el intenso color verde. Soy una mariposa recién salida del capullo, la primavera me pertenece. Mi nombre se ha convertido en parte de la poesía de mi amante.
En la pared de casa no cuelgan fotografías. Ni hay libros ni revistas. Ni objetos de recuerdo. Ni siquiera un póster mío en el papel de Nora. No es que no me guste recordar los viejos tiempos. Mi nuevo papel exige sencillamente un nuevo decorado. Me enfrento a otro público.
Necesito pintar de rojo mi historia. Es lo que te otorga verdaderos derechos en Yenan. Hay un espejo invisible que sostienen mis futuros enemigos. Dicen que en él se ven reflejados mis «defectos de nacimiento» políticos. En el espejo ven a un demonio que ha venido a vaciar a Mao de su esencia. Ya me han declarado la guerra tratando de impedir mi matrimonio.
Los rumores y falsas acusaciones empiezan a divulgarse el mismo día de nuestra boda. He roto muchos corazones. Durante y después de la ceremonia, un gran número de camaradas y los invitados de honor, incluido el ex cuñado de mi marido, Xia Zhen-nong, empiezan a murmurar sobre la «salud deteriorada» de Mao. Es escandaloso. Fíjate en el presidente, ha llegado a depender del alcohol para aumentar su energía.
Empiezo a darme cuenta de que no tengo muchas oportunidades de defenderme aquí en Yenan. El divorcio de Mao es considerado una traición cometida bajo mi influencia. Lo que me asusta es que el odio hacia la actriz flota en el aire aun antes de que empiece la función. Es un espectáculo que la gente no quiere ver, pero al que se ha visto obligada a asistir. Cada frase les perfora los oídos y cada escena les hiere la vista.
Nunca logro cambiar la imagen de demonio de huesos blancos. Muchos se imaginan mi funeral en cuanto me ven entrar en la cueva de Mao. El odio se intensifica conforme avanza el año. Lo mismo que mi cólera. Como dice el viejo proverbio: «Los escupitajos de diez mil personas pueden llenar un pozo lo bastante hondo como para que se hunda una persona». Bueno, pues en ese pozo estoy yo.
Decido seguir adelante con mi espectáculo con la esperanza de encontrar a mi verdadero público. Algunos de mis críticos dicen que les revuelvo el estómago. Pero lo cierto es que son incapaces de quitarme los ojos de encima mientras me insultan. Están haciendo todo lo posible para destruirme.