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Ella ha encontrado similitudes entre Lin Piao y Kang Sheng en lo que halagar a Mao se refiere. Lin y Kang no se llevan bien. Ella decide que, por su propio futuro, le conviene quemar incienso en los templos de los dos.

Hace mucho tiempo que Mao no solicita mi presencia. Cuando por fin lo hace, descubro que el Estudio Fragancia de Crisantemos ha cambiado de aspecto. Los crisantemos otrora silvestres han perdido su ímpetu. Cortados de forma uniforme, parecen domesticados, como soldados. Él no se molesta en saludarme cuando entro. Sigue en pijama. Estoy ante un hombre de sesenta y nueve años, casi calvo, que hace días que no se lava. Su cara es un borrón; no hay líneas definidas. Me recuerda a un eunuco con una cara mitad hombre mitad mujer. Sin embargo, el corazón me da un brinco.

Son las doce del mediodía. Él parece relajado. Siéntate, me dice como si siempre hubiéramos estado unidos. El camarada Kang Sheng me ha dicho que tienes una gran idea que debería oír.

Tengo las frases en la punta de la lengua. Me he estado preparando para este momento. He ensayado la escena cientos de veces. Pero estoy nerviosa. ¿Es posible que haya encontrado el modo de volver a él?

Presidente, comienza ella. En la octava reunión del décimo congreso has señalado que ha habido una tendencia a utilizar la literatura como un arma para atacar el Partido Comunista. Y no puedo estar más de acuerdo. Creo que ésa es la intención de nuestro enemigo.

Él permanece inexpresivo.

Por consiguiente, continúa ella como si volviera a interpretar a Nora en el escenario, he vuelto mi atención hacia una obra que ha tenido mucho éxito recientemente. Creo que la han utilizado como un arma contra ti.

¿Cómo se llama?

Hairui es despedido de la oficina.

Conozco el argumento. Trata del juez Hairui de la dinastía Ming durante el reinado del emperador Jia-jing.

Exacto. Cuenta cómo Hairui arriesga su puesto para hablar en nombre del pueblo, y cómo lucha heroicamente contra el emperador y se lo cargan.

Entiendo. Mao entorna los ojos. ¿Quién es el autor?

El vicealcalde de Pekín, el profesor e historiador Wu Han.

Mao guarda silencio.

Ella observa cómo cambia poco a poco de expresión. Las patas de gallo se vuelven más profundas y los ojos se convierten en una línea. Ella cree que ha llegado el momento, y decide torcer el cuchillo y hundírselo en su fibra más sensible.

¿Te has parado a pensar, presidente, en por qué Hairui? ¿Por qué un héroe trágico? ¿Por qué la escena en que cientos de campesinos se arrodillan para decirle adiós cuando se lo llevan al exilio? Si no es un lamento por el mariscal Peng De-huai, ¿qué es? Si no es una forma de decir que eres el mal emperador Jia-jing, ¿qué es?

Mao se levanta y se pasea. Kang Sheng ya me ha hablado de la obra, dice volviéndose de pronto. ¿Por qué no vas e investigas por mí? Tráeme lo que averigües lo antes posible.

En ese momento en mi cabeza oigo un aria conocida.

Como una doncella de ilustre cuna

que en la torre de un palacio

alivia su amor opresivo,

como una luciérnaga dorada

que en un valle de rocío,

desparrama sin ser vista

su etérea alma en la hora secreta

con vino dulce como el amor

que inunda su alcoba.

Al oír mi informe Mao pierde la calma.

Llevo catorce años en el poder, brama. Y mis adversarios nunca han dejado de conspirar. Me agotan. Me he convertido en el Jardín de Yuanming, un marco vacío. Me sugieren que me tome unas vacaciones para formar fracciones en mi ausencia. ¡Qué necio he sido! Ya han ocupado los cargos importantes con su gente. No puedo ni acceder a la oficina del alcalde.

Sí, presidente, responde ella con ansiedad. Precisamente por eso es un éxito la obra Hairui es despedido de la oficina; lo han urdido todo. Los críticos han orquestado la publicidad de la obra. Además de Wu Han, están Liao Mu-sha y Deng Tuo, los dos eruditos más influyentes del país.

Mao enciende un cigarrillo y se levanta de su silla de junco. Su expresión se suaviza por un instante. Jiang Qing, dice, muchos te consideran una entrometida con poca visión de futuro y sentimientos demasiado fuertes. Pero ahora estás viendo con claridad… El vicepresidente Liu lleva ocho años gobernando el país. Ya ha establecido una extensa red de contactos. El alcalde de Pekín, Wu Han, no es más que un arma disparada por otros.

Los protagonistas aún tienen que salir a escena, observa ella.

Deja que lo hagan. Esta mañana he leído un artículo que me ha enviado Kang Sheng. Lo han escrito los tres hombres que acabas de mencionar. ¿Se llaman a sí mismos El Pueblo de Tres?

Sí. ¿Era uno de los artículos titulados «Las grandes palabras huecas»?

Él asiente. ¡Es un ataque!

Ella le dice que tenga paciencia. Ve la mano que se mueve para cambiar su destino. Se inclina hacia él y dice con expresión llorosa: Presidente, tus enemigos se están preparando para hacerte daño.

Mao se vuelve hacia ella y sonríe.

Incapaz de sostenerle la mirada, ella vuelve la cabeza.

Si hay un oficio que he llegado a dominar con los años es el de cortar cabezas, dice él de pronto. Cuantas más, mejor.

Estoy dispuesta a luchar contigo, presidente.

¿Alguna idea?

Sí.

Oigámosla.

Ella empieza a describir sus tropas culturales y le explica las obras en las que ha estado trabajando. Todos los personajes son simbólicos. Aunque los medios son muy limitados -por ejemplo, los actores trabajan en sus patios traseros y utilizan utensilios de cocina como accesorios-, su devoción, entusiasmo y potencial son enormes. Le dice que está dispuesta a traer la tropa a Pekín para presentársela.

Mantente lejos de Pekín, ordena él. Hazlo en Shanghai. Habla con mi amigo Ke Qin-shi, el alcalde de Shanghai, para los fondos de producción. Es mi hombre. Iría yo mismo a apoyarte, pero sería demasiado evidente. Ve a Ke de mi parte y dile que me representas. Busca a escritores de confianza. Exige una denuncia y una crítica nacional a Hairui es despedido de la oficina. Será un globo sonda. Si hay respuesta, dejaremos a un lado nuestra preocupación. Pero si no la hay estaremos en un apuro.

Ella es incapaz de pronunciar una palabra más. Es tan feliz que cree mejor despedirse para ocultar su emoción.

Él da una calada y la acompaña a la puerta. Un momento, Jiang Qing, dice, y espera a tener toda su atención. Te has quejado de que te he tenido enjaulada. Puede que tengas razón. Han pasado veinte años, ¿no? Perdóname. Me he visto obligado a hacerlo. Estoy en una posición difícil. En cualquier caso, voy a ponerle fin. Ya has pagado lo suficiente. Sal al mundo y rompe el hechizo.

Ella se arroja a su pecho.

Él la abraza y la tranquiliza.

Mientras ella llora llega el amanecer para revelar sus maravillas.

La secretaria me dice que el alcalde Ke ha acudido a recibirme con dos horas de antelación. Así lo dicta la etiqueta. Digo a la secretaria que agradezco la hospitalidad del alcalde.

El silencioso coche me lleva al número 1.245 de la calle Hua-shan. El alcalde Ke está sentado a mi lado y anota cada palabra que digo. Lo saludo de parte de Mao y le comento que necesito escritores.

¿No tenéis buenos escritores en Pekín? ¿No atrae a grandes cerebros la ciudad imperial?

Sonrío. Una sonrisa que da a entender que se trata de un asunto totalmente confidencial. Una sonrisa que el alcalde Ke lee y comprende. Es de familia campesina y tiene una cabeza que recuerda una cebolla. Lleva una prenda de algodón blanca y unas sandalias de algodón negras. Un atuendo que el cuadro de dirigentes del Partido utiliza para demostrar su origen revolucionario. Los zapatos de cuero son un indicio burgués. Estoy segura de que dará usted resultados que satisfarán a Mao, digo. Dejo que se tome todo el tiempo del mundo, que cuente con los dedos y calcule su margen de ganancias.