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Los Lin están muertos, informa. La misión ha sido llevada a cabo limpia y silenciosamente dentro del recinto de la Ciudad Prohibida.

Para disimular su estupefacción, la señora Mao pregunta a Kang Sheng los detalles de la ejecución.

Uno de los criados de Mao es experto en transportes y otro en explosivos. ¿No te alegras?

Ella sí lo hace, pero también está asustada; de nuevo se pregunta si Mao no hará lo mismo con ella algún día.

¿Cómo vas a difundir la noticia?, pregunta controlando su voz con dificultad.

Acabo de terminar mi borrador. 15 de septiembre de 1971, Agencia de Noticias de la Nueva China: El enemigo del pueblo, Lin Piao, ha sido sorprendido in fraganti tratando de asesinar al presidente Mao. Después de que quedara expuesto su plan, Lin se subió a una avioneta para volar a Rusia. El avión se estrelló en Mongolia al quedarse sin combustible.

Con Lin Piao eliminado, el primer ministro Chu y yo nos hemos convertido en los únicos que nos disputamos el cargo de sucesor de Mao. Debo darme prisa. Debo luchar contra los hombres del primer ministro así como contra mi propio marido.

Estoy ansiosa y apenas puedo estarme sentada. En sueños oigo pasos. Me pongo nerviosa cuando me acerco a un armario. Temo que haya un asesino detrás de la ropa. Me salto comidas para reducir las posibilidades de que me envenenen. Cambio de secretarias, guardaespaldas y criados cada dos semanas. Pero las nuevas caras me asustan aún más. Sé que es estúpido, pero no puedo evitar sospechar que son espías del primer ministro Chu.

Ya no me interesan las doradas vistas otoñales de la Ciudad Prohibida y el Palacio de Verano. Me encantaba cruzar el puente de los quinientos dragones de piedra, pero ahora temo que salga una mano misteriosa del agua y tire de mí.

Decido ir a Shanghai, donde mi amigo Chun-qiao se ha convertido en el secretario del Partido de todos los estados sureños. He llegado a depender de él. Seleccionamos juntos a los miembros de mi futuro gabinete. De nuevo me recomienda a su leal discípulo, ahora el famoso «mariscal de Pens», Yao Wen-yuan, y a otros dos hombres de talento. Uno se llama Wang Hong-wen, un apuesto treintañero que se parece mucho al difunto hijo de Mao, Anying. Wang es el jefe del Sindicato de Trabajadores de Shanghai. Chun-qiao señala que el sindicato se ha adaptado y convertido recientemente en una fuerza militar, y que está a mis órdenes.

Excelente. Felicito a Chun-qiao y a sus hombres. Es justo lo que necesitamos. Quiero llevaros a todos a Pekín. Quiero presentaros a Mao. Y, por supuesto, me llevaré conmigo al compositor Yu, mi más querido amigo. Mao admira su trabajo y creo que debería estar ocupando un cargo mucho más importante que el que ocupa ahora. ¿Qué más da si es un artista y un despistado que cada dos por tres se sorprende con calcetines de distinto color? Lo adoro. Nadie entiende mejor que él mi faceta artística. No importa que no le guste la política. A mí tampoco me gusta. La cuestión es que no puedes disfrutar componiendo si no eres capaz de perder la cabeza. De todos modos, Chun-qiao, te dejo encargado de iluminarlo.

Armándose de valor, ella presenta su nuevo talento político a Mao. El anciano se mueve con rigidez, le tiembla la mano y se le han caído la mitad de los dientes delanteros. Así y todo, una vez más se queda encantado con su mujer. Le impresiona particularmente el apuesto y esbelto Wang Hong-wen. Como si fuera un hijo, se lo lleva a un lado y lo invita a pasar tiempo con él. Unos meses más tarde lo nombra vicepresidente del Partido Comunista, en sustitución de Lin Piao. Mao anuncia el nombramiento en la siguiente reunión del Partido.

Hay una condición, me dice Wang Hong-wen para mi estupefacción. Mao quiere que sea su mascota y no la mía. De hecho, Mao quiere que «deje de criarme Jiang Qing».

Esto es un robo, digo a Wang. Y le exijo lealtad. Pero Wang no es un hombre de honor. Se arrima al árbol más grande. Pido a Chun-qiao que le diga a Wang que si sigue siéndome desleal, «filtraré» la información sobre su verdadero pasado: no es ningún hombre de talento. Dejó el instituto y es una historia inventada.

Después de eso Wang vuelve a tomar posiciones. Mao no tarda en descubrir que Wang habla por mí. Empieza a poner en tela de juicio lo que éste dispone. Nos llama «la Banda de los Cuatro», refiriéndose a Wang, Chun-qiao, su discípulo Yiao y a mí.

En el funeral del mariscal Chen Yi, que tiene lugar el 10 de enero de 1972., Mao finge emocionarse. Había rehusado asistir a la ceremonia, pero en el último momento cambia de opinión. Para la nación es una señal inequívoca de que se está volviendo hacia los viejos camaradas.

Cuando llega Mao el funeral ya ha empezado. Baja del coche y se precipita hacia el ataúd. Su aparición sorprende a todos. Las cámaras captan al instante el detalle: por debajo de su abrigo negro asoma la cola de su pijama blanco. Eso da a entender que ha acudido con tantas prisas que no ha tenido tiempo de cambiarse. Da a entender que Mao no podía dejar de venir. Para el maestro de ceremonias, el primer ministro Chu, la llegada de Mao no sólo honra a los viejos compañeros, también puede interpretarse como una censura a Jiang Qing y a su banda.

Después de la ceremonia Мао mantiene una conversación a puerta cerrada con el primer ministro Chu. Días más tarde la oficina del primer ministro Chu publica un documento titulado «Poner las cosas de nuevo en orden».

¿Qué puedo hacer sino deshacerme en lágrimas? Si Мао deposita su confianza en los viejos camaradas, sencillamente no tengo futuro. Aunque al primer ministro Chu acaban de diagnosticarle cáncer, no descansará hasta ver a su camarada Deng Xiao-ping en el asiento de primer ministro. Aun en la cama del hospital ofrece un espectáculo ante los medios de comunicación. Pide a la gente que transfiera a Deng el afecto que siente por él. Es un número bastante conmovedor. Deng está acaparando los titulares. «Confiad en que el camarada Deng reactive la economía del país» se ha convertido en la consigna de moda.

Ella se resiste a verse empequeñecida. Cree en su red de contactos y en sus adeptos en los medios de comunicación que en los meses pasados han publicado los manuscritos de todas sus óperas. Lleva una década tratando de crear una perfecta imagen de sí misma a través de las óperas y los ballets. Una heroína con un toque masculino. La mujer salida de la pobreza que se eleva para llevar a los pobres a la victoria. Cree que la mente de los chinos se ha visto influenciada. Es el momento de tantear el terreno; el público debería estar preparado para abrazar a una heroína en la vida real.

Lo tengo todo planeado, dice a Kang Sheng por teléfono. Estoy en mitad de un gran proyecto. Estoy preparándome para entrar en escena de verdad.

Hagas lo que hagas, susurra Kang Sheng, pon veneno en el tazón de arroz de Chu antes de que lo haga él en tu tazón. Мао está perdiendo la razón y será mejor que te des prisa.

No puedo respirar. Soy presa de mi peor pesadilla. Estoy atrapada en un cuento clásico de la Ciudad Prohibida. El escenario se llama el Patio Olvidado, y los personajes son concubinas imperiales a las que les falta algún miembro. Visitan mis sueños y no me abandonan por la mañana.

No veo el modo de retrasar el reloj de Mao.

Voy a coger manzanas a la colina de Carbón, dice Jiang Qing a Mao. ¿Te gustaría acompañarme?

Cojeo con la pierna que me queda, responde el anciano de setenta y nueve años tosiendo. Siento cómo mis huesos se descomponen por segundos.

¿Por qué no llamas a tu médico?

¡No! ¡Cuelga el teléfono! Hoy día hasta una cucaracha puede ser una asesina.

Ella lo mira fijamente.

Él transpira profusamente y vuelve despacio a su cama.

Está más que cansado, piensa ella. Se está apagando. Aunque tiene apetito, ha estado matándose de hambre. Se le han caído los dientes, pero se niega a ponerse una dentadura postiza. Está tan débil que se hunde en la piscina.

La llama sin ningún motivo en particular. El día anterior hizo lo mismo. Cuando ella llega él no tiene nada que decirle. Ella espera paciente. Pero él no logra hacerse entender. Murmura acerca de su alta presión sanguínea y pequeños cortes que no cicatrizan. El médico dice que tengo llagas. Están en todas partes. En la boca, en la garganta, en el estómago, en los intestinos y en el ano. Mira aquí, dice abriendo la mandíbula. ¿Las ves? Aquí, debajo de la lengua. Vienen y se quedan allí las veinticuatro horas.