Выбрать главу

– Harry -dijo Singing Rock -. ¡No deje que entre en su mente! ¡Ayúdeme! ¡Necesito su ayuda!

Yo hice un esfuerzo para ahuyentar el sentido de desesperación que se metía en mi mente. Me volví hacia Singing Rock y vi que el sudor le corría por la cara y que profundas líneas de tensión y ansiedad surcaban sus mejillas.

– ¡Ayúdeme, Harry, ayúdeme!

Miré a la oscura y horrible criatura de la cama y concentré cada gramo de mi voluntad en paralizarlo. Me devolvió la mirada con esos vidriosos ojos amarillos, como pidiéndome que me atreviera a desafiarlo, pero traté de ignorar mi terror y de destruirlo con sólo mi esfuerzo mental. «Eres inútil -pensé -, no te puedes mover, no puedes practicar tu magia.»

Pero milímetro a milímetro Misquamacus comenzó a salir de la cama. Mantenía sus ojos todo el tiempo en nosotros. Singing Rock arrojaba polvos y movía sus huesos, pero Misquamacus no parecía afectado por todo lo que él hacía. El hechicero se dejó caer pesadamente al piso, y se agachó en sus horribles piernecillas dentro del círculo mágico, su rostro era una máscara de odio impasivo.

Penosamente, utilizando sus manos para moverse, como un mono, Misquamacus se acercó al círculo. Yo pensé que si eso no lo detenía yo iba a alcanzar la puerta y estar a mitad de camino hacia Canadá antes de que nadie me pudiese gritar cobarde.

La voz de Singing Rock se hizo cada vez más excitada.

– Gaché Manitú, ¡mantén a Misquamacus alejado de mí! – invocó -. ¡Manténlo dentro del círculo de encanto! ¡Encierralo y encadénalo!

Misquamacus hizo una pausa, y miró con tristeza el círculo del hechizo. Durante un momento pensé que se iba a arrojar a través de él y hacia nosotros. Pero se detuvo, se recostó en las caderas y cerró sus ojos de nuevo. Singing Rock y yo nos volvimos a quedar en silencio por otro momento, sin respiración, y luego Singing Rock dijo:

– ¡Le hemos detenido!

– ¿Quiere decir que no puede salir?

– No, él puede atravesarlo bien. Pero aún no. No tiene la fuerza. Está descansando para recuperarla.

– ¿Pero cuánto tiempo necesitará? ¿Cuánto tiempo tenemos?

Singing Rock miró preocupadamente a la jorobada y desnuda forma de Misquamacus.

– Es imposible decirlo. Pueden ser unos pocos minutos, pueden ser unas pocas horas. Creo que he convocado la suficiente interferencia espiritual como para que nos dé treinta o cuarenta minutos.

– ¿Y ahora qué?

– Tendremos que esperar. Tan pronto como llegue el doctor Hughes creo que deberemos hacer evacuar este piso del hospital. No tardará en despertarse y estará furioso y vengativo y será casi imposible manejarlo, y no quiero que se lastime gente inocente.

Me fijé en la hora.

– Jack debe llegar en cualquier momento. ¿En serio piensa que no deberíamos tener algunos revólveres?

Singing Rock se secó la cara.

– Usted es un típico norteamericano blanco. Ha sido criado con una dieta de «westerns» de televisión y «Patrulla del Camino» y cree que un revólver es la respuesta para todo. ¿Quiere salvar a Karen Tandy o no?

– ¿En serio cree que se la puede salvar? Quiero decir…, mírela.

La flácida y marchita forma del cuerpo de Karen Tandy yacía torpe y vacíamente en la cama. Apenas podía reconocer a la misma muchacha que había ido a mi apartamento sólo cuatro noches antes, contándome sus sueños de barcos y costas a la luz de la luna.

Singing Rock dijo suavemente:

– De acuerdo a la tradición de la magia india, ella aún puede ser salvada. Si hay una oportunidad, creo que debemos intentarlo.

– Usted es el hechicero.

En ese momento el doctor Hughes y Wolf, el otro enfermero, vinieron corriendo por el pasillo. Miraron la sangre y la silenciosa forma de Misquamacus y retrocedieron aterrorizados.

– Dios -dijo Jack Hughes temblorosamente -. ¿Qué sucedió?

Salimos al pasillo con él.

– Mató a Michael -dije-. Yo estaba sentado aquí cuando sucedió. Fue demasiado rápido como para poder hacer algo. Luego forzó su salida de Karen. Singing Rock cree que le hemos detenido durante un rato con el círculo hechizado, pero no tenemos mucho tiempo.

El doctor Hughes se mordió los labios.

– Pienso que deberíamos llamar a la Policía. No me importa de qué siglo venga esa cosa; ya ha matado a demasiada gente.

Singing Rock protestó firmemente.

– Si llamamos a la Policía, también les matará. Las balas no pueden resolver este problema, doctor Hughes. Hemos decidido jugar este juego en una forma especial y ahora debemos seguir. Sólo la magia puede ayudarnos.

– Magia -dijo el doctor Hughes con amargura-. Pensar que terminé usando magia.

– Singing Rock piensa que debemos evacuar este piso del hospital -dije-. Una vez que Misquamacus se despierte va a usar todo lo posible para vengarse de nosotros.

– No es necesario -dijo el doctor Hughes -. Este es sólo un piso para cirugía. Teníamos aquí a Karen para que estuviera más cerca del quirófano. En el décimo no hay otros pacientes. Todo lo que debo hacer es decirle al resto del personal que se aleje.

Llevó más sillas al pasillo y se sentó, manteniendo una mirada atenta en el bulto inmóvil de Misquamacus. Wolf fue a la oficina del doctor Hughes y retornó con un par de botellas de bourbon y eso nos revivió. Eran las cuatro menos cuarto y aún teníamos por delante una larga noche.

– Ahora que ha emergido -dijo el doctor Hughes -, ¿cómo nos las vamos a ver con él? ¿Cómo vamos a hacer que abandone el manitú de Karen Tandy?

Podía darme cuenta que se sentía incómodo por ten que usar la palabra india para espíritu.

Desde mi punto de vista -dijo Singing Rock -, tenemos que convencer a Misquamacus de alguna manera de que está en una situación desesperada, lo cual es verdad. Aunque es muy poderoso, es un anacronismo. La magia y la brujería pueden ser peligrosos, pero en un mundo en que la gente no cree en ellas tienen usos muy limitados, incluso si Misquamacus nos mata a todos, incluso si mata a toda la gente de este hospital, ¿qué va a hacer en el mundo exterior? Físicamente es un lisiado, es totalmente ignorante de la cultura y la ciencia contemporáneas, y de una u otra forma será superado. Incluso si eso no sucede aquí mismo, alguien le pondrá una bala en el cuerpo tarde o temprano.

– ¿Pero cómo va a convencerle? -le pregunté a Singing Rock.

– Creo que la única forma es decírselo -dijo Singing Rock-. Uno de nosotros tendrá que abrir su mente a Misquamacus y darle un paseo mental por lo que es en realidad nuestro mundo moderno.

– ¿No pensará que es sólo una trampa mágica? ¿Un engaño? -preguntó el doctor Hughes.

– Posiblemente. Pero no veo qué otra cosa podemos hacer.

– Espera un minuto -dijo el doctor Hughes, volviéndose hacia mí -. Se me ocurre algo. ¿Recuerdas cuando me contaste sobre el sueño de Karen Tandy, Harry, ése sobre el barco, la costa y lo demás?

– Claro que sí.

– Bueno, lo que me llamó la atención de ese sueño es que había tanto miedo dentro de él. Misquamacus temía a algo. Y obviamente era algo lo suficientemente aterrador como para hacerle correr ese riesgo de tomar aceite hirviendo y volver. Bueno, ¿qué se te ocurre que podía ser lo que él temía?

– Es una buena idea -dije -. ¿Qué le parece, Singing Rock?

– No sé -dijo el sioux -. Podría haber estado simplemente asustado de morir en manos de los holandeses. Sólo porque su manitú sigue viviendo en el limbo después de la muerte eso no quiere decir que un hechicero no se preocupe ante la idea de que le maten. Y hay formas de matar hechiceros para que sus manitús nunca regresen a la tierra. Quizá los holandeses sabían cómo hacerlo, y lo amenazaron.

– Eso sigue sin tener sentido -dijo el doctor Hughes-. Ya hemos visto cómo puede defenderse Misquamacus. Ningún holandés se le hubiese podido acercar lo suficiente para hacerle daño. Sin embargo él tenía miedo. ¿Por qué? ¿Qué tenían los holandeses en el siglo XVII que pudiera aterrar a un hechicero como Misquamacus?

– Pienso que tenían revólveres – dijo Wolf-. Los indios no tenían revólveres, ¿no?

– Eso no encaja -replicó Singing Rock -. Misquamacus es lo suficientemente poderoso como para resistir a los revólveres. Ustedes vieron lo que hizo a los amigos de Harry con la-luz-que-ve. Sólo tendrían que apuntarle con un revólver y él lo haría saltar de sus manos,

– Los holandeses eran cristianos -sugerí -. ¿No creen que hay algo en la religión cristiana que hubiese podido exorcizar los demonios y manitús de Misquamacus?

– No -dijo Singing Rock-. No hay nada en el cristianismo que iguale el poder de los viejos espíritus indios.

El doctor Hughes meditaba profundamente, como si estuviera tratando de recordar algo que hubiese oído hacía muchos, muchos años. De pronto castañeó los dedos.

– Ya sé -dijo. Había algo muy importante que tenían los colonos holandeses que los indios no tenían. Algo que amenazaba a los indios y que ellos nunca habían visto antes y contra lo que no podían luchar.

– ¿Qué es?

– La enfermedad -dijo Jack Hughes-. Los holandeses trajeron toda clase de virus que eran desconocidos en el continente norteamericano. Especialmente los virus de la gripe. Montones de tribus fueron arrasadas por enfermedades europeas, porque no tenían anticuerpos y no podían resistir ni siquiera los resfriados o gripes más simples. Y los hechiceros no podían ayudarlos porque no había brujería que pudiese trabajar contra algo sobre lo que no sabían nada. Invisible, mortal y rápido. Si me lo preguntan, eso es de lo que Misquamacus tenía miedo. Los holandeses estaban destruyendo su tribu con un hechizo que él no podía ver o comprender.

Singing Rock parecía emocionado.

– Esa es una inspiración, doctor Hughes. ¡Una verdadera inspiración!

– Sin embargo, hay una cosa -interrumpí-. ¿Seguro que Misquamacus no será ahora inmune a la gripe? Si ha nacido en algo similar al modo norma! en que nace un bebé puede haber obtenido anticuerpos de la corriente sanguínea de Karen Tandy.

– No, no lo creo -dijo el doctor Hughes-. Su sistema nervioso estaba intrincado con el de Karen, pero sus corrientes sanguíneas no estaban conectadas en el mismo modo que el de un feto con su madre. La energía que él tomaba de ella era energía eléctrica de sus células cerebrales y su sistema medular. No había una real mezcla en el sentido físico habitual.

– Eso quiere decir -dijo Singing Rock-, que podemos darle a nuestro hechicero una dosis de la gripe. O amenazarlo con ello.

– Por cierto -dijo el doctor Hughes-. Espere un momento.

Fue hasta el teléfono de la pared y marcó rápidamente.

– Comuníqueme con el doctor Winsome -dijo cuando le contestó la operadora.

Singing Rock miró la silenciosa forma de Misquamacus, encorvado y siniestro en el piso ensangrentado del cuarto de Karen Tandy. En alguna manera, la idea de transmitirle a esa criatura la gripe no parecía una respuesta muy efectiva. Pero, aparte de la brujería de Singing Rock, no teníamos mucho a qué recurrir.

– ¿Doctor Winsome? -dijo Jack Hughes -. Mire, lamento despertarle, pero tengo un problema muy urgente y necesito desesperadamente algunos ejemplares de virus.

Hubo una pausa mientras el doctor Hughes escuchaba la diminuta voz en el otro extremo del teléfono.

– Sí, ya sé que son las cuatro de la mañana, doctor Winsome, pero no le hubiese llamado si no fuera por algo desesperado. Sí, necesito virus de gripe. Bueno, ¿cuánto tardará en venir aquí?

Escuchó algo más y luego colgó el teléfono.

– El doctor Winsome viene ahora mismo. Tiene suficientes virus de gripe en su laboratorio como para enfermar a toda la población de Cleveland, Ohio.

– Quizá debiéramos intentarlo -dijo Singing Rock con inesperado buen humor.

Ahora eran las cuatro y cinco y Misquamacus no se había movido. Los cuatro estábamos en el corredor, vigilando de cerca su oscuro cuerpo, como de enano, aunque a esta altura estábamos exhaustos y la hediondez del cuerpo de Michael era insoportable.

– ¿Qué tiempo hace fuera? -le pregunté al doctor Hughes.

– Frío. Nieva de nuevo -me dijo-. Espero que el doctor Winsome no tenga problemas para llegar.

Pasó otra media hora. Pronto amanecería. Nos habíamos acurrucado en nuestras sillas, restregándonos los ojos con cansancio y fumando para mantenernos despiertos. Sólo la propia tensión nerviosa me impedía dormir. No había dormido desde el domingo por la noche, e incluso entonces habían sido sólo cuatro o cinco horas.

A las cinco menos cuarto escuchamos un ruido como un crujido dentro del cuarto de Karen Tandy. Elevamos nuestra vista rápidamente. Misquamacus aún tenía los ojos cerrados, pero parecía estar moviéndose. Singing Rock se puso de pie y tomó sus huesos y polvos.

– Pienso que se está despertando -dijo.

Su voz temblaba. Esta vez sabía que el anciano hechicero habría recuperado casi todos sus poderes de brujo. Caminó despacio en el cuarto de Karen Tandy; le seguimos y nos mantuvimos detrás suyo para darle apoyo.

Lentamente, Misquamacus estiró sus brazos musculosos, llenos de cicatrices con sentido mágico. Levantó su cabeza, con sus ojos aún cerrados, así que nos enfrentaba directamente.

– ¿Está despierto? -susurró Jack Hughes.

– No lo sé -dijo Singing Rock-, pero lo sabré en seguida.

De pronto oímos un ruido de respiración en la cama.

Los labios blanco-azulinos del cuerpo de Karen Tandy parecían moverse y el aire entraba y salía de él.

– Ella aún está viva -dijo Wolf.

– No – dijo Singing Rock-, Misquamacus está haciendo eso. Creo que nos va a hablar a través de ella, como lo hizo antes. La está utilizando como a un micrófono; así nos puede hablar en nuestro propio lenguaje.

– Pero eso es imposible -protestó Jack Hughes -. No está nada cerca de ella.

– Puede ser científicamente imposible – dijo tranquilamente Singing Rock-. Pero esto no es ciencia. Esto es magia india.

Nos quedamos rígidos mientras suspiros más hondos comenzaron a salir de la garganta de Karen Tandy. Entonces ella comenzó a susurrarnos, con una débil voz ronca que congeló cada nervio de mi cuerpo.

– Ustedes-han-tratado-de-desafiarme-hissss -ululó el cuerpo-. Me- han-herido-y-tengo-gran-dolor. Les-castigaré-por-eso-sssss.

Sus muertos pulmones tuvieron un colapso y sus labios dejaron de moverse. Nos volvimos para mirar al mismo Misquamacus. Sus ojos amarillos se abrieron de golpe y nos miraban con una brillosa malevolencia. La misma sonrisa que había endurecido su rostro cuando apareció en la mesa de cerezo atravesó ahora su expresión.

Singing Rock comenzó con sus invocaciones y golpeaba sus huesos con un ritmo suave y seco. Pero se daba cuenta que su brujería no era nada comparada con la de Misquamacus, porque las luces de neón del cuarto comenzaron a titilar y desaparecer, y en pocos segundos quedamos en una absoluta oscuridad.

Yo estiré mis brazos, tratando de tomar alguna mano amiga, pero parecía no poder alcanzar a nadie. Estaba aterrado con la posibilidad de tocar la cara aún resbaladiza de Misquamacus.

– No se muevan -susurró Singing Rock, con terror en su voz-. Que nadie se mueva.

Pero alguien o algo se movía en el cuarto y se dirigía hacia nosotros con un paso lento e irresistible.