15 de marzo de 1942
Querido Sr. Parker:
A estas alturas se debe de estar aclimatando a la vida de los Marines. Mientras tanto, aquí, en casa, nosotros nos estamos acostumbrando despacio a la idea de que nuestro país está en guerra. Ahora que Estados Unidos participa activamente en ella, cada vez nos llega más propaganda al pueblo. Todas las semanas hay un nuevo cartel que nos anima a hacer lo que nos toca. En el último, una fotografía del Tío Sam pide silencio y dice: «Una indiscreción puede hundir un barco.» Parece increíble que pueda haber espías trabajando entre nosotros en un lugar tan pequeño como Whitney.
Últimamente todas las organizaciones, desde los Boy Scouts hasta la Jane Austen Society patrocinan una campaña de recogida de chatarra. Para mi disgusto, hasta se han llevado el cañón de la Guerra de Secesión de la plaza del pueblo para fundirlo. Elevé una protesta formal al Ayuntamiento; después de todo, también hay que respetar la posteridad, pero su actitud era de un justificado patriotismo, de modo que no me hicieron caso.
Norris y Nat MacReady se han ofrecido voluntarios para organizar una patrulla civil y ser vigilantes antiaéreos. Todas las noches recorren el pueblo para asegurarse de que no haya nadie por la calle a partir de las diez y de que todo el mundo apague las luces para dificultar posibles ataques enemigos. Francamente, después de todos los años que se pasaron tallando en ese banco de la plaza, ¡creía que estaban pegados a él!
He convertido en un ritual ir a visitar a Eleanor los sábados, inmediatamente después de cerrar, ya que ahora los días son más largos. También va bien que tengamos una hora más de sol porque ha entrado en vigor el «horario de guerra» para ahorrar electricidad. Su mujer y yo pasamos siempre un rato agradable y jugamos una o dos partidas de damas chinas. Llevo libros a los niños para entretenerlos mientras estoy allí. Están sanos y fuertes, y Elizabeth es una niña feliz que va creciendo día a día.
He preparado un huerto de la victoria, pero me temo que, a diferencia de Eleanor, yo no tengo buena mano para las plantas. Pero voy a poner todo mi empeño en ello a ver si consigo uno o dos tomates. Eleanor se ha ofrecido a enseñarme a cultivar verduras. No he querido desilusionarla, pero tengo la impresión de que me he pasado demasiado tiempo detrás de una mesa para que se me den bien las tareas del campo. Aun así, lo intentaré.
La carnicería es nuestro punto de recogida de grasa. El cartel de propaganda afirma que un kilo de grasa contiene la glicerina suficiente para fabricar un kilo de pólvora, así que le llevamos toda la grasa de tocino que nos sobra para esa causa.
También han colgado otro cartel en la plaza del pueblo, justo al lado del banco de los MacReady. En él figuran los nombres de todos los jóvenes del lugar que se han alistado. Su nombre aparece en la columna de la derecha, entre «Okon, Robert Merle, Marina de Estados Unidos» y «Sprague, Neal J., Ejército de Tierra de Estados Unidos». Gracias a Dios, ninguno tiene aún una estrella detrás.
Franklin Gilmore no trabaja mal, aunque de vez en cuando se zafa de sacar el polvo de los estantes de arriba, que cree que no miro nunca.
Espero que esté bien y que vaya soportando los rigores de la vida militar con un mínimo de incomodidades. Estaré encantada de recibir noticias suyas, pero sólo si dispone de tiempo para enviármelas, ya que, según tengo entendido, la instrucción básica deja muy pocos ratos libres.
Con mis mejores deseos,
Gladys Beasley
15 de marzo de 1942
Querido Wilclass="underline"
No dirías nunca quién vino ayer a vernos. Lydia Marsh, esa joven tan bonita que vive carretera abajo. Llegó mientras plantaba mi uerto de la victoria. ¡Ya ves! He tenido uerto desde que era lo bastante mayor para usar la azada y, de repente, le ponen un nombre para que la gente del pueblo plante también uno, pero eso no viene al caso. La señora Marsh vino a comprar miel porque dijo que se había enterado de que vendíamos y trajo a sus dos hijos, una niña de cuatro que se llama Sally y un niño de dos que se llama Lonn. Los niños congeniaron bien y se pusieron a jugar en el jardín, así que ofrecí un té a la señora Marsh y se quedó un rato. Qué mujer tan simpática…
20 de marzo de 1942
Querida señorita Beasley:
Gracias por su carta que estaba llena de noticias, y es que no sabía todo lo que pasa en casa. Elly seguramente no va al pueblo porque no me lo cuenta. He leído algunos poemas y son interesantes. El que más me gusta es «Cuando un hombre vuelve a casa», de Daniel Whitehead Hicky. Me imagino que será así cuando vuelva a casa con Elly y los niños, y cerremos la puerta y dejemos el mundo fuera…
25 de marzo de 1942
Querida Elly:
Puede que hoy haya sido el peor día desde que me fui de casa. Toda la compañía está bastante mal, toda la base en realidad. Puede que hayas oído en la radio que el teniente Calvin Murphree tenía a un pelotón en un vivac y los hizo pasar reptando por debajo de una alambrada durante un bombardeo simulado, y se volvió loco y empezó a disparar a matar y mató a un soldado llamado Kenser o Kunzor o algo así e hirió a dos más antes de que alguien lo parara. Uno espera que le disparen cuando llega al frente pero no que tus propios oficiales lo hagan, no en el campamento de entrenamiento. Oh, Dios mío, Elly, te echo mucho de menos esta noche, Ojos Verdes. He sacado el libro de la señorita Beasley y he leído mi poema favorito para sentirme mejor. Va de un hombre que vuelve a casa al anochecer y una mujer lo espera con una vela encendida. Cuatro semanas y un día y el entrenamiento básico habrá terminado, y tendré permiso y podré venir a casa…
25 de marzo de 1942
Querido Wilclass="underline"
Todo va bien salvo que te echo mucho de menos. La señorita Beasley viene los sábados después de trabajar, cuando la biblioteca cierra temprano. Me trajo un libro de ortografía y me sirve para escribir bien y que mis cartas sean mejores. Jugamos a las damas chinas y adivina qué más ha hecho. Ha hecho que el camión de la leche suba a recoger la nuestra y el precio es de once centavos el litro y treinta centavos el kilo de mantequilla, y los huevos también los pagan a treinta centavos la docena y el conductor se los lleva todos…
27 de marzo de 1942
Querida Elly:
No debería haber escrito esa última carta cuando estaba tan mal de ánimo. No quiero que te preocupes por mí. Ya tienes bastantes preocupaciones con los niños y, además, ahora estoy mejor y las cosas van bien.
Me fue bien en el examen de primeros auxilios, pero esta semana me toca trabajar en la cocina y no me gusta mucho. Hay prácticas de tiro cada día, y es curioso porque algunos de esos chicos del campo, que no saben leer ni escribir, son capaces de montar y desmontar un fusil a oscuras. Red (que es como llamo a mi amigo Otis) y yo también lo hacemos bien…
29 de marzo de 1942
Querido Wilclass="underline"
Me pregunto qué haces esta noche. He estado escuchando la radio y han puesto The White Cliffs of Dover, y al oír esa canción sobre los acantilados blancos de Dover me he preguntado si te enviarán a Inglaterra…