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Durante la primavera septentrional los alisios chocaban contra los vientos del oeste y sofocaban las corrientes ascendentes de Echus. Jackie estaba de viaje por el Gran Canal, distraída de sus maniobras interplanetarias por el tedio de la política local; parecía irritarla sobremanera tener que ocuparse de eso, y la presencia de su hija le sobraba. Zo fue a trabajar a las minas de Moreux unos días, y allí se reunió con unos amigos voladores en la costa del mar del Norte, al sur del Estrecho de Boone, cerca de Blochs Hoffnung, donde los acantilados se alzaban un kilómetro sobre las espumosas rompientes. Al caer la tarde las brisas que soplaban desde el mar embestían esas formidables paredes y levantaban a una pequeña bandada de hombres pájaro que luego revoloteaban entre los farallones sobre los tapices de blanca espuma que subían y bajaban en el mar vinoso.

La jefa de ese grupo era una joven que Zo no conocía, una muchacha de sólo nueve años marcianos llamada Melka. Zo nunca había visto a nadie volar así. Cuando estaba en el aire dirigiendo al grupo era como si un ángel los guiara: pasaba velozmente entre ellos, como una rapaz entre palomas, o les enseñaba arriesgadas maniobras. Zo pasaba el día trabajando en la cooperativa y luego iba a volar. Tenía el corazón ligero y todas las cosas la complacían. Una vez incluso llamó a Ann Clayborne y trató de transmitirle el verdadero significado del vuelo; pero la anciana casi no la recordaba y no pareció más interesada cuando Zo consiguió aclararle en qué circunstancias se habían conocido.

Esa tarde voló con una extraña opresión. El pasado era letra muerta, pero esas personas podían convertirse en verdaderos fantasmas.

A ese sentimiento no podía oponer más que el sol y el aire salado, el flujo siempre cambiante de la espuma marina que lamía los acantilados. Allí iba Melka, bajando en picado; Zo la siguió, embargada por una súbita oleada de afecto hacia aquel espíritu hermoso. La muchacha la vio y salió del picado, pero al virar la punta de un ala rozó uno de los farallones y Melka empezó a caer como un pájaro herido. Sobrecogida, Zo se lanzó hacia el farallón, alcanzó a la joven herida y la sostuvo en los brazos, y una de sus alas rozó las aguas azules. Melka se debatió y Zo comprendió que tendrían que nadar.

DUODÉCIMA PARTE

Pasa tan deprisa

Paseaban por los acantilados bajos que dominaban La Florentina. Había anochecido, el aire era fresco y las estrellas brillaban a millares en el firmamento. Caminaban por el sendero, contemplando las playas que se extendían a sus pies. El oscuro espejo de las aguas quietas reflejaba las estrellas, y la larga línea trazada por Pseudofobos al ponerse en oriente atraía la mirada hacia la oscura masa de tierra del otro lado de la bahía. Estoy preocupado, sí, muy preocupado, en verdad estoy asustado.

¿Por qué?

Se trata de Maya, de sus problemas mentales y emocionales. Están empeorando.

¿Cuáles son los síntomas?

Los mismos, sólo que agravados. No puede dormir por la noche y detesta su aspecto. Aún sigue con su ciclo maníaco-depresivo, pero está cambiando de un modo que no sabría precisar. Es como si no siempre pudiera recordar en qué estadio del ciclo se encuentra. Va rebotando. Y olvida cosas, demasiadas.

Eso nos ocurre a todos.

Lo sé. Pero Maya olvida cosas que yo creía esenciales para ella, y lo peor es que no parece importarle.

Me cuesta imaginarlo.

A mí también. Tal vez sólo sea que la parte depresiva de su ciclo anímico es la dominante ahora, pero hay días en que pierde toda afectividad.

¿Lo que tú llamas jamáis vu?

No, no exactamente, aunque también experimenta esos episodios. La verdad es que no sé qué es, pero estoy asustado. Padece jamáis vus semejantes a los síntomas precursores de una embolia, y presque vus durante los que parece a punto de recibir una importante revelación. Algo semejante sucede con frecuencia en las auras preepilépticas.

A mí me sucede.

Sí, supongo que nos ocurre a todos. A veces se tiene la sensación de que todo va a aclararse, y de pronto la sensación desaparece. Pero en el caso de Maya son particularmente intensas, como todo lo demás.

Es mejor que la ausencia de afectos.

Por supuesto. El presque vu no es tan angustioso, lo realmente malo es el deja vu, un estado que en el caso de Maya puede prolongarse una semana. Para ella es devastador, porque le quita al mundo algo sin lo cual no puede vivir.

Contingencia. Libre albedrío.

Quizá. Pero la suma de todos esos síntomas la hunde en una apatía casi catatónica. Trata de evitarlo apagando sus emociones, no sintiendo.

Dicen que uno de los trastornos más comunes de los issei es caer en un estado de temor.

En efecto, he leído sobre ello. Pérdida de la función afectiva, anomia, apatía. El tratamiento, el mismo que para la catatonía o la esquizofrenia, consiste en un cóctel de serotonina-dopamina, estimulantes límbicos y otras sustancias, pero la química cerebral es compleja. Debo admitir que, a veces con su cooperación y otras sin su conocimiento, la he medicado con todo lo que tenía a mano, y ha pasado tests… Tengo todo un dosier sobre su caso. He hecho cuanto he podido, puedo jurarlo.

No lo dudo.

Pero todo ha sido inútil, sigue empeorando. Oh, Sax… Se detuvo y se apoyó en el hombro de su amigo.

No podría soportar que se fuera. Siempre ha sido un espíritu ligero. Somos tierra y agua, fuego y aire, y el espíritu ligero de Maya ha estado siempre en el aire, cabalgando sobre sus tormentas, muy lejos de nosotros, ¿y no soporto verla caer de esta manera!

En fin….

Siguieron paseando.

Me alegro de que Fobos vuelva a estar ahí arriba. Sí, fue una buena idea.

En realidad fuiste tú quien me la sugirió.

¿Ah, sí? No lo recuerdo. Pues lo hiciste.

A sus pies el mar susurraba en las rocas.

Los cuatro elementos, tierra, agua, fuego y aire. Otro de tus recuerdos semánticos, ¿no?

Procede de los griegos.

¿Como los cuatro temperamentos?

Sí, Tales, el primer científico, planteo la hipótesis. Pero tú me dijiste que siempre había habido científicos, desde los tiempos de la sabana.

Y es cierto.

Sin embargo, los griegos siempre se han llevado la palma. No cabe duda de que fueron grandes pensadores, pero sólo eran un pequeño segmento de una línea ininterrumpida de científicos. Desde aquellos tiempos se ha avanzado algo más.

Lo sé.

Y parte de ese trabajo posterior podría servir para que ajustaras tus esquemas conceptuales. Podría enseñarte a enfocar las cosas de otro modo, incluso los problemas de Maya. Porque en vez de cuatro hay tal vez ciento veinte elementos, y seguramente también existen más de cuatro temperamentos. Y la naturaleza de esos elementos… en fin, todo se ha vuelto muy extraño después de los griegos. ¿Sabías que las partículas subatómicas tienen un atributo llamado spin que se mide sólo en múltiplos de un medio, y que si un objeto de nuestro mundo visible realiza un spin de trescientos sesenta grados, vuelve a su posición original? Verás, una partícula con spin 1/ 2, como un protón o un neutrón, tiene que rotar setecientos veinte grados para recuperar su configuración original.