—¿Pueden acompañarme algunos de mis asociados? —le preguntó Sax.
Nanao estuvo conforme.
Y de pronto Sax descubrió que tenía planes, pequeñas Ateneas que brotaban de su cabeza. ¿Qué haría Hiroko a propósito de aquella posible era glacial? No podía imaginarlo. Pero un gran número de sus colegas en los laboratorios de Da Vinci habían pasado las últimas décadas trabajando en el problema de la independencia, construyendo armas, transportes, refugios y cosas por el estilo. Ahora aquél era un problema resuelto, y allí estaban ellos, y se avecinaba una era glacial. Antes de Da Vinci muchos de ellos habían trabajado con él en los primeros esfuerzos de terraformación y podía convencerlos para que los retomaran. Pero ¿que hacer? Bien, Sabishii estaba cuatro mil metros por encima de la línea de referencia, y el macizo de Tyrrhena alcanzaba los cinco mil. Los científicos de allí eran los mejores del mundo en ecología de grandes altitudes. Lo más indicado era un congreso. Otra pequeña utopía que cobraba vida.
Esa tarde Sax detuvo el vehículo en el desfiladero entre Pavonis y Arsia, en el punto llamado Mirador de las Cuatro Montañas, un lugar sublime desde donde se veían dos de los continentes-volcán llenando el horizonte al norte y al sur, y la mole distante del Monte Olimpo al noroeste, y en días claros (aquél era demasiado neblinoso) se vislumbraba Ascraeus en la distancia, justo a la derecha de Pavonis. En aquella tierra elevada, espaciosa y marchita, almorzó; luego se volvió al este y bajó hacia Nicosia para tomar un vuelo a Da Vinci y de allí a Sabishii.
Tuvo que pasar muchas horas delante de la pantalla con el equipo de Da Vinci y con otros muchos de Pavonis para explicar ese movimiento, para reconciliarlos con su abandono de las conversaciones del complejo de almacenes.
—Estoy en el almacén en todos los sentidos importantes —dijo él, pero ellos no querían aceptarlo. Sus cerebelos lo querían allí en carne y hueso, una idea en cierto modo conmovedora. «Conmovedora», una afirmación simbólica que en realidad era bastante literal. Se echó a reír, pero apareció Nadia y dijo con irritación—: Vamos, Sax, no puedes abandonar sólo porque las cosas se están poniendo peliagudas; de hecho es precisamente ahí donde se te necesita, eres el general Sax, el gran científico, y tienes que seguir en la partida.
Pero Hiroko demostraba cuan presente podía estar una persona ausente. Y él quería ir a Sabishii.
—Pero ¿qué vamos a hacer? —preguntó Nirgal, y también otros, de forma menos directa.
La cuestión del cable estaba en punto muerto; en la Tierra reinaba el caos; en Marte existían todavía algunos núcleos de resistencia metanacional, y otras áreas bajo control rojo en las que se destruían sistemáticamente todos los proyectos de terraformación además de buena parte de la infraestructura. Existían además varios pequeños movimientos revolucionarios disidentes que estaban aprovechando la ocasión para reivindicar su independencia, algunas veces en detrimento de áreas tan reducidas como una tienda o una estación meteorológica.
—Bien —dijo Sax pensando en todo eso tanto como pudo resistir—, quien controle los sistemas de soporte vital tiene la sartén por el mango.
La estructura social como sistema de soporte vitaclass="underline" infraestructura, modos de producción, mantenimiento… en verdad tendría que hablar con los muchachos de Séparation de l'Atmosphére y con los fabricantes de tiendas, muchos de los cuales mantenían un estrecho contacto con Da Vinci. Lo que significaba que, en ciertos aspectos, era él quien estaba al mando. Un pensamiento poco grato.
—Pero ¿qué sugieres que hagamos nosotros? —preguntó Maya; algo en el tono de su voz puso en evidencia que estaba repitiendo la pregunta. En esos momentos Sax se aproximaba a Nicosia y contestó con impaciencia:
—¿Enviar una delegación a la Tierra? ¿O convocar un congreso constitucional y formular una primera aproximación a la constitución, un borrador de trabajo?
Maya meneó la cabeza.
—Eso no va a ser fácil, con esta gente.
—Tomen la constitución de veinte o treinta de los países terranos más prósperos —sugirió Sax, pensando en voz alta— y estudien cómo funcionan. Y que una IA compile un documento compuesto, por ejemplo, a ver qué dice.
—¿Cómo defines «más prósperos»? —preguntó Art.
—Yo incluyo índice de Futuros del país, Estimación de valores reales, Comparaciones de Costa Rica… incluso el Producto Interior Bruto, por qué no. —La economía era como la psicología, una pseudociencia que trataba de ocultar ese hecho tras una intensa hiperelaboración. Y el producto interior bruto era uno de esos desafortunados conceptos de medición, como las pulgadas o las unidades térmicas británicas, que deberían haber sido retirados de circulación hacía mucho tiempo. Pero qué demonios…— Empleen diferentes criterios, bienestar humano, prosperidad ecológica, lo que tengan.
—Pero Sax —se quejó Coyote—, el concepto mismo de nación-estado es erróneo. Una idea que envenenaría todas esas viejas constituciones.
—Podría ser —dijo Sax—. Pero es un punto de partida.
—Todo eso es esquivar el problema del cable —dijo Jackie.
Era extraño que algunos verdes estuvieran tan obsesionados por la independencia total como los radicales rojos. Sax contestó:
—En física suelo encerrar entre paréntesis los problemas que no puedo resolver, y trato de trabajar alrededor de ellos y ver si se resuelven retroactivamente, por así decir. Para mí, el cable es como uno de esos problemas. Piensen en él como un recordatorio de que la Tierra no va a desaparecer.
Pero ellos siguieron discutiendo sobre qué hacer con el cable, qué hacer con referencia a un nuevo gobierno, qué hacer con los rojos, que al parecer habían abandonado las discusiones, y así sucesivamente, haciendo caso omiso de todas sus sugerencias y retomando las disputas en curso. Demasiado para el general Sax en el mundo posrevolucionario.
El aeropuerto de Nicosia estaba a punto de cerrar, pero Sax se resistía a entrar en la ciudad; acabó volando a Da Vinci con unos amigos de Spencer de la Bahía Bifurcada de Dawes, en un nuevo ultraligero que habían construido justo antes de la revuelta, anticipándose a las necesidades que surgirían cuando ya no fuera necesario ocultarse. Mientras el piloto de la IA guiaba la gran aeronave de alas plateadas sobre el inmenso laberinto de Noctis Labyrinthus, los cinco pasajeros viajaban sentados en una cámara situada en la parte baja del fuselaje con suelo transparente que les permitía mirar el paisaje que tenían debajo por encima del brazo de sus sillones; en ese momento se trataba de la inmensa red de artesas interconectadas que era el Candelabro. Sax contempló las mesetas regulares que se alzaban entre los cañones, a menudo aisladas; parecían lugares hermosos donde vivir, algo parecido a Cairo, allí, en el borde norte, como una ciudad en miniatura dentro de una botella de cristal.
Se empezó a hablar de Séparation de l'Atmosphére y Sax escuchó atentamente. Aunque los amigos de Spencer se habían ocupado del armamento de la revolución y la investigación de materiales básicos, mientras que «Sep», como ellos la llamaban, había trabajado en la disciplina más mundana de la gestión del mesocosmos, sentían un saludable respeto por ella. Diseñar tiendas fuertes y mantenerlas en funcionamiento eran tareas en las cuales los fallos acarreaban severas consecuencias, como uno de ellos dijo. Cuestiones críticas por todas partes, y cada día una aventura en potencia.