Vlad y Art hablaban de Ann. Sax había llamado a Vlad desde el transbordador que lo llevaba de vuelta a Marte, trastornado por una conversación con Ann. Se preguntaba si Ursula y Vlad considerarían la posibilidad de someter a Ann al mismo tratamiento de plasticidad cerebral que habían empleado con él después de la embolia.
—Ann nunca lo aceptaría —dijo Ursula.
—Y yo me alegraría de que lo rechazara —dijo Vlad—. Eso sería excesivo. Su cerebro no está dañado y no sabemos los efectos que el tratamiento tendría en un cerebro sano. Y uno sólo debe utilizar aquello que comprende, a menos que esté desesperado.
—Quizás Ann está desesperada —comentó Nadia.
—No. Es Sax quien está desesperado. —Vlad sonrió brevemente.— Quiere encontrar una Ann distinta cuando regrese.
—Tampoco querías someter a Sax a ese tratamiento —le recordó Ursula.
—Es cierto. No me lo habría aplicado ni a mí mismo. Pero Sax es un hombre audaz, impulsivo. —Vlad miró a Nadia.— Debemos ceñirnos a cosas como tu dedo. Ahora podemos arreglarlo.
Sorprendida, Nadia exclamó:
—¿Qué le pasa a mi dedo? Ellos rieron.
—¡El que te falta! —dijo Ursula—. Podemos hacerlo crecer de nuevo, si quieres.
—¡Ka! —exclamó Nadia. Se recostó en la silla y miró el muñón del dedo meñique de su delgada mano izquierda—. Bueno, la verdad es que no lo necesito.
Se echaron a reír de nuevo.
—Has estado a punto de engañarnos —dijo Ursula—. Pero mujer, si cuando trabajas siempre te estás quejando del dedo.
—¿Ah, sí? Asintieron.
—Podrás nadar con más facilidad —dijo Ursula.
—Pero si ya no nado.
—Tal vez dejaste de hacerlo a causa de tu mano. Nadia volvió a mirársela.
—Ka. No sé qué decir. ¿Están seguros de que funcionará?
—Podría crecer hasta convertirse en otra mano —sugirió Art—. Y luego en otra Nadia. Gemelas siamesas.
Nadia le dio un empujón cariñoso. Ursula negó con la cabeza.
—No, no. Ya lo hemos probado en otros casos de amputación y en muchos animales. Manos, brazos, piernas. Lo aprendimos de las ranas. Es un proceso en verdad sorprendente. Las células se diferencian igual que cuando el dedo se formó por primera vez.
—Una demostración bastante literal de la teoría de la emergencia — dijo Vlad con una pequeña sonrisa, por la que Nadia comprendió que él había contribuido a diseñar el procedimiento.
—¿Funciona? —le preguntó.
—Funciona. Haremos que un nuevo dedo brote de tu muñón. Es una combinación de células radicales embrionarias con algunas células de la base del meñique que conservas. Actúa como el equivalente de los homeogenes que tenías cuando eras un feto. De manera que los determinantes del desarrollo que colocamos allí hacen que las nuevas células radicales se diferencien correctamente. Después se inyecta por ultrasonido una dosis semanal de factor de crecimiento fibroblástico, además de unas cuantas células del nudillo y la uña en el momento adecuado… y funciona.
Mientras Vlad lo explicaba, Nadia sintió una oleada de calor por el cuerpo. Una persona entera. Art la observaba con cariñosa curiosidad.
—Pues, bueno, sí —dijo al fin—. Por qué no.
Durante la semana siguiente realizaron varias biopsias del dedo meñique y le pusieron inyecciones ultrasónicas en el muñón y en el brazo, y le dieron algunas pastillas. Y eso fue todo. Sólo faltaban las inyecciones semanales y esperar.
Sin embargo pronto se olvidó de su dedo, porque Charlotte llamó con un problema: Cairo hacía caso omiso de una orden del Tribunal Medioambiental concerniente al bombeo de aguas.
—Será mejor que venga. Creo que los de Cairo están probando al tribunal, porque una facción de Marte Libre desea desafiar al gobierno global.
—¿Jackie? —preguntó Nadia.
—Creo que sí.
Cairo se levantaba en el borde de una meseta y dominaba el valle en forma de U más noroccidental de Noctis Labyrinthus. Nadia y Art salieron de la estación ferroviaria a una plaza flanqueada por altas palmeras y ella miró en derredor con disgusto; algunos de los peores acontecimientos de su vida habían ocurrido en esa ciudad, durante el asalto de 2061. Sasha había sido asesinada, entre otros muchos, y Nadia había volado Fobos, ¡con sus propias manos!, y todo eso sólo pocos días después de haber encontrado los restos carbonizados de Arkadi. Nunca había regresado a esa ciudad; la odiaba.
Descubrió que había salido mal parada de la reciente revolución. Habían volado algunas secciones de la tienda y la planta física estaba muy dañada. Estaban reconstruyéndola y añadiendo nuevos segmentos de tienda sobre esa vieja ciudad que se extendía de este a oeste por el borde del altiplano. Parecía una de aquellas ciudades nacidas de un boom económico, lo que a Nadia le parecía curioso dada su altitud, diez mil metros sobre la línea de referencia. Nunca podrían prescindir de las tiendas o salir de la ciudad sin trajes, y por esa razón Nadia había supuesto que la ciudad languidecería. Pero se encontraba en la intersección de la pista ecuatorial y la pista de Tharsis que llevaba al norte y al sur, el último lugar por el que uno podía cruzar el ecuador entre ese punto y el caos, a todo un cuadrante del planeta de distancia. A menos que se construyera un puente transMarineris en algún lugar, Cairo seguiría siendo una encrucijada estratégica.
Pero estratégica o no, quería más agua. El acuífero Compton, bajo el tramo final de Noctis y la cabecera de Marineris, había sido reventado en 2061, y el agua que contenía había recorrido los cañones de Marineris en toda su extensión, inundación que casi había acabado con Nadia y sus compañeros durante la huida apresurada después de la toma de Cairo. Gran parte del agua se había congelado en los cañones, creando un glaciar largo e irregular, o se había estancado y helado en el caos de la parte inferior de Marineris. Y por supuesto, una parte seguía en el acuífero. En años posteriores, el agua del acuífero había abastecido a las ciudades del este de Tharsis y el glaciar Marineris había avanzado lentamente cañón abajo, retrocediendo en su cabecera, donde no existía ninguna fuente que lo realimentara, y dejando detrás tierras devastadas y un rosario de lagos helados de poca profundidad. Por tanto, Cairo iba a quedarse sin su suministro regular de agua. El gabinete hidrológico de la ciudad había respondido tendiendo una tubería hacia el gran brazo meridional del mar boreal, en la depresión de Chryse, y bombeando agua hacia Cairo. Hasta ahí ningún problema; todas las tiendas conseguían el agua de algún sitio. Pero últimamente los cairotas habían empezado a acumular agua en un embalse situado en el cañón de Noctis bajo la ciudad, y habían creado una corriente que discurría hacia Ius Chasma, donde acababa represándose detrás de la cabecera del glaciar de Marineris o corriendo paralela a éste. En esencia habían creado un nuevo río que bajaba por el gran sistema de cañones, muy lejos de la ciudad, y estaban fundando numerosos asentamientos ribereños y comunidades agrícolas a lo largo del río. Un equipo judicial de rojos había denunciado esta acción ante el Tribunal Medioambiental, basándose en el estatuto legal de Valles Marineris como tesoro natural, ya que era el cañón más largo del sistema solar; si no se ejercía ninguna acción, sostenían ellos, el glaciar terminaría por desaguar en el caos y dejaría el suelo de los cañones de nuevo descubierto. Y el Tribunal Medioambiental coincidía con ellos y había emitido un requerimiento (que Charlotte llamaba «geco», por las siglas del tribunal en inglés, GEC, Global Environmental Court) exigiendo a Cairo interrumpir la extracción de agua del depósito de la ciudad. Cairo se había negado, asegurando que el gobierno global no tenía ninguna jurisdicción sobre lo que ellos llamaban «cuestiones de soporte vital de la ciudad». Mientras, seguían construyendo nuevos asentamientos río abajo todo lo rápido que podían.