Se trataba evidentemente de una provocación, un desafío al nuevo sistema.
—Esto es un examen —murmuró Art cuando cruzaban la plaza—, sólo es un examen. Si fuese una verdadera crisis oirías un pitido por todo el planeta.
Un examen, justo aquello para lo que Nadia ya no tenía paciencia. Atravesó la ciudad de un humor de perros. Y no ayudó que la plaza, los bulevares y el muro de la ciudad en el borde del cañón, que se conservaban como entonces, le trajesen a la memoria los espantosos días de 2061 con tanta nitidez. Decían que la memoria más débil era la que abarcaba los años intermedios, y de buena gana habría perdido aquellos recuerdos si hubiera podido; pero el miedo y la rabia debían de actuar como una suerte de fijadores de pesadilla. Porque allí estaba todo: Frank tecleando como un loco delante de los monitores, Sasha comiendo pizza, Maya gritando furiosa por un motivo u otro, las tensas horas de espera, cuando no sabían si los pedazos de Fobos caerían sobre ellos. Veía el cuerpo de Sasha, con los oídos ensangrentados, y a ella misma accionando el transmisor que había derribado Fobos.
Por consiguiente apenas pudo controlar su irritación cuando entró en la sala donde se mantendría la primera reunión con los cairotas y encontró a Jackie entre ellos, respaldándolos. Estaba embarazada de algunos meses, sonrosada, radiante, hermosa, y nadie sabía quién era el padre, porque ella había actuado a su manera, una tradición de Dorsa Brevia, transmitida a través de Hiroko, que irritaba profundamente a Nadia.
La reunión se celebró en un edificio contiguo al muro de la ciudad que miraba sobre el cañón inferior, llamado Nilus Noctis. La materia en disputa era visible cañón abajo, un ancho embalse de agua recubierta de hielo contenida por una presa, que no alcanzaba a verse desde allí, justo delante de las Puertas Ilirias y el nuevo caos del acuífero Compton.
Charlotte, sentada de espaldas a la ventana, preguntaba a los cairotas lo mismo que Nadia habría preguntado, pero sin el menor rastro de la irritación de ésta.
—Ustedes estarán siempre bajo una tienda. Las posibilidades de crecimiento serán limitadas. ¿Por qué inundar Marineris si no les va a reportar ningún beneficio?
Nadie parecía interesado en contestar. Finalmente Jackie dijo:
—Quienes viven en la zona se beneficiarán, y ellos forman parte de Cairo. El agua en cualquier estado es un recurso en estas altitudes.
—El agua discurriendo libremente por Marineris no es ningún recurso —replicó Charlotte.
Los cairotas defendieron la utilidad del agua en Marineris.
Entre los presentes había representantes de los colonos ribereños, la mayoría egipcios, que insistían en que llevaban generaciones viviendo en Marineris y eso les daba derecho a estar allí, que era la mejor tierra de cultivo de todo Marte, que lucharían antes de abandonarla, y más de lo mismo. Jackie y los cairotas parecían defender unas veces a sus vecinos y otras su propio derecho a utilizar Marineris como depósito de aguas. Pero sobre todo defendían su derecho a hacer lo que les viniera en gana. La ira de Nadia crecía por momentos.
—El tribunal emitió un veredicto —dijo—. No estamos aquí para volver a discutirlo, sino para hacerlo efectivo. —Y abandonó la reunión antes de decir algo de lo que después se arrepentiría.
Esa noche se sentó con Charlotte y Art, tan irritada que no pudo saborear la deliciosa comida etíope que le sirvieron en el restaurante.
—¿Qué es lo que quieren? —le preguntó a Charlotte.
Charlotte, con la boca llena, se encogió de hombros. Después de tragar dijo:
—¿Has notado que la presidencia de Marte no es una posición particularmente ventajosa?
—Vaya que sí. Habría sido difícil no caer en la cuenta.
—Bueno, pues ocurre lo mismo con el consejo ejecutivo. Da la impresión de que el verdadero poder reside en el Tribunal Medioambiental, que se le confió a Irishka como parte del gran gesto. Y ella ha hecho mucho para legitimar a los rojos moderados, lo que permite un gran desarrollo bajo el límite de los seis mil metros, pero por encima de éste el tribunal se muestra muy estricto. Todo eso está respaldado por la constitución, y así pueden validar todas sus disposiciones. El cuerpo legislativo se mantiene al margen, todavía no ha puesto reparos a ninguna de sus decisiones. Es decir, que ha sido una sesión de apertura impresionante para Irishka y el equipo de jueces.
—Y Jackie está celosa —dijo Nadia. Charlotte se encogió de hombros.
—Es probable.
—Es más que probable —dijo Nadia con aire sombrío.
—Y luego está la cuestión del consejo. Jackie tal vez piense que con el apoyo de tres miembros conseguirá el control del consejo. Cairo es una refriega en la que Jackie espera que Zeyk la apoye a causa de la parte árabe de la ciudad. Entonces sólo le faltarán dos votos. Y tanto Mijail como Ariadne defienden encarnizadamente la autonomía local.
—Pero el consejo no puede impugnar las decisiones del tribunal —dijo Nadia—, sólo el cuerpo legislativo, ¿no es así? Aprobando nuevas leyes.
—Así es, pero sí Cairo continúa desafiando al tribunal, el consejo se verá obligado a ordenar a la policía que detenga a sus representantes. Eso es lo que se supone que el ejecutivo debe hacer. Y si el consejo no lo hiciera, la autoridad del tribunal quedaría socavada y Jackie se haría con el control efectivo del consejo. Dos pájaros de un tiro.
Nadia soltó el trozo de pan esponjoso que estaba comiendo.
—Que me maten si permito que eso suceda —dijo. Guardaron silencio.
—Detesto esta clase de cosas —dijo Nadia al fin.
—Dentro de unos años se habrá reunido todo un cuerpo de procedimientos, instituciones, leyes, enmiendas a la constitución, temas que la constitución nunca contempló, como por ejemplo el papel de los partidos políticos. En este momento estamos elaborando todo eso.
—Sí, pero sigue repugnándome.
—Piensa en ello como meta-arquitectura. Construir la cultura que permita la existencia de la arquitectura. Eso lo hará menos frustrante para ti.
Nadia soltó un bufido.
—Éste debería ser un caso claro —dijo Charlotte—. El veredicto se ha emitido, sólo tienen que acatarlo.
—¿Y si no lo hacen?
—La policía tendrá que intervenir.
—¡En otras palabras, la guerra civil!
—No forzarán tanto la situación. Aprobaron la constitución como todo el mundo, quedarían al margen de la ley, como los ecosaboteadores rojos. No creo que lleguen tan lejos. Sólo le están tomando el pulso a los poderes.
La mujer no estaba irritada. Su expresión parecía decir: así son los humanos. No culpaba a nadie, no se sentía frustrada. Charlotte era una mujer muy tranquila, relajada, segura de sí, capaz. Desde que se hiciera cargo de la coordinación, el trabajo del consejo ejecutivo había sido si no fácil, sí organizado. Si esa competencia era el resultado de la educación en un matriarcado como Dorsa Brevia, pensó Nadia, habría que darles más poder. No pudo evitar comparar a Charlotte con Maya y sus cambios de humor, sus ataques de ansiedad y su teatralidad. Bueno, cada cultura tenía sus rasgos específicos, pero de todas maneras sería interesante tener más mujeres de Dorsa Brevia para asumir los cargos de importancia.
En la reunión de la mañana siguiente Nadia se puso de pie y dijo:
—Ya se ha dictado una prohibición de extraer agua. Si persisten en el bombeo, las nuevas fuerzas policiales de la comunidad global tendrán que intervenir. No creo que nadie quiera llegar a ese extremo.
—No creo que puedas hablar en nombre del consejo ejecutivo —dijo Jackie.
—Naturalmente que puedo —dijo Nadia secamente.
—No, no puedes —replicó Jackie—. Sólo eres una entre siete. Y además esta cuestión no concierne al consejo.