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– Debe de sentirse muy aliviado.

– Así es. Pero los hombres que murieron… -La voz de Logan se desvaneció y dejó de escapar un largo y cansado suspiro. -Bill Palmer, uno de ellos, no tenía familia. Pero Christian Whitaker, el otro, deja esposa y una niña de corta edad. Enfrentarme ayer a Velma Whitaker y a su hija Lara, fue lo más difícil que he hecho nunca. La mirada en sus ojos… -Sacudió la cabeza y se giró hacia ella. No pudo ocultar el profundo sufrimiento que estaba grabado en sus rasgos. -Tenía que hablar con ellas, pero ¿qué se le dice a una mujer cuyo marido acaba de fallecer? ¿Cuáles son las palabras adecuadas? ¿Cómo decirle a una niña que no volverá a ver a su padre? -Cerró los ojos con fuerza. -Sé lo que es crecer sin padre. No es algo que le desee a ningún niño.

– Estoy segura de que nadie le culpa por ello -dijo ella, sintiendo pena por la viuda y su hija, y una intensa necesidad de consolar a Logan. -Fue un accidente, no fue culpa suya.

Algo indescifrable cruzó por el rostro del hombre -algo que hablaba de un doloroso pasado -pero luego volvió a dirigir la atención al camino.

– Tienen todo el derecho del mundo a culparme -dijo él con voz queda. -Cualquier cosa que ocurra en uno de mis barcos o negocios es responsabilidad mía.

– Lo siento -dijo ella. Soltó una risita carente de humor. -Ahora sé exactamente cómo se sintió al no encontrar las palabras adecuadas.

El asintió con la cabeza.

– A veces no existen las palabras adecuadas. Pero se lo agradezco. Es consolador oírlas. -Después de una breve pausa dijo: -Los demás han llegado al final del camino y vuelven sobre sus pasos. ¿Damos la vuelta?

– Como quiera. -Romeo y Julieta estaban demasiado felices para mostrarse de acuerdo con el plan, igual que Emily. Por razones que no quiso examinar más de cerca, esperaba que su familia no les alcanzara demasiado pronto. De manera inexplicable, no quería concluir aquella conversación privada con Logan. Y más inexplicable todavía era aquella sensación de que podía pasarse el día entero hablando con él y no se cansaría. Como si ella quisiera hablar con él durante todo el día.

«Oh, Señor.»

– Mmm, lady Emily, odio ser yo quien se lo diga, pero su perrita está mordiéndole la oreja al mío.

Emily bajó la mirada a los dos perros bulliciosos que tiraban de las correas y una risita burbujeó en su garganta.

– Ya veo. Bueno, su perrito acaba de morder el rabo de mi perrita.

– Que es lo que se merece por morderle la oreja a mi perrito.

Justo entonces, la activa y rosada lengua de Romeo lamió varias veces el hocico de Julieta. La perra respondió con una serie de lametazos en el hocico de Romeo. Emily volvió a mirar hacia delante con las mejillas sonrojadas. Levantó la barbilla y siguió caminando, resuelta a no mirar al señor Jennsen.

– Le diría que mi perrito acaba de besar a la suya y que ésta le ha correspondido con demasiada efusión -dijo él con voz seria, -pero alguien me ha advertido que no es correcto hablar de besos.

– Y lleva razón -dijo ella con su voz más petulante. -Me alegro de que haya aprendido la lección.

Emily se arriesgó a lanzarle una rápida mirada de reojo y se lo encontró estudiándola con una mirada que no pudo interpretar.

– Lo cierto es que hoy he aprendido muchas cosas, lady Emily.

Sí, como ella. Por desgracia, más que confirmar su pobre opinión sobre el señor Jennsen y conseguir arrancar a aquel molesto hombre de sus pensamientos, se encontró ante la disyuntiva de que quizá, sólo quizá, Logan comenzaba a gustarle de verdad, con lo cual sería aún más difícil arrancarlo de su mente.

Lo que no dejaba de ser molesto.

Continuaron caminando codo con codo durante varios minutos mientras el silencio se extendía entre ellos. De nuevo Emily se preguntó qué estaría pensando él. ¿Estaría Logan, como ella, recordando el beso de la noche anterior? ¿O su primer beso de hacía tres meses? Apretó los labios para contener un gemido de frustración. ¿Por qué? ¿Por qué motivo cedió a la curiosidad y propició aquel primer encuentro? Fue aquella imprudente decisión lo que la condujo a aquel dilema y a no pensar en otra cosa que no fuera el único hombre en el que no quería pensar.

Doblaron una curva y Emily vio el final del camino. Aunque su imprudente corazón anhelaba permanecer en la compañía del señor Jennsen, su sentido común le decía que cuanto antes terminara ese encuentro, mejor para ella. En un momento llegarían a Park Lañe, donde sus caminos se separarían. Lo que era bueno. Emily llevaba demasiado tiempo esa tarde en la inquietante y divertida compañía del señor Jennsen. Tenía que regresar a casa y encerrarse en la soledad de su dormitorio para terminar de coser la capa que utilizaría en la próxima aparición del vampiro. Tenía que seguir adelante con el plan de rescatar a su familia de la ruina financiera por sus propios medios en vez de tener que casarse con un hombre rico; no podía perder el tiempo pensando en el hombre al que su padre le debía todo aquel dinero. ¡Qué satisfacción sería poder devolver esa deuda! Entonces sí que dejaría de pensar en él. Por supuesto que sí.

Cuando se acercaban al final del camino, Emily miró por encima del hombro. El resto de la familia aún no había doblado la curva y no había nadie a la vista. Sin duda alguna se habrían detenido para que tía Agatha descansara en algún banco, y Emily se sintió culpable por seguir caminando. Obviamente, tía Agatha estaba en buenas manos -Kenneth, William y Percy eran muy atentos con ella, -pero estaba tan pendiente del señor Jennsen que se olvidaba de que su familia estaba en el parque.

Bah. Otra razón más para alejarse del señor Jennsen lo más rápidamente posible. Era evidente que él perturbaba sus pensamientos. Y tenía que concentrarse en la próxima mascarada del vampiro. Tenía que tener todos los sentidos agudizados.

Ya que Emily no tenía ni idea de dónde estaba el resto del grupo o cuánto tiempo tardarían en reunirse con ellos, sería mejor para ella librarse de Logan en ese momento. Estaban a punto de llegar a Park Lañe y la casa de su familia estaba justo al otro lado de la calle.

– Le deseo un buen día, señor Jennsen -dijo. -Espero que disfrute del resto de la tarde.

En lugar de responder, él se detuvo tan bruscamente que Emily no tuvo más remedio que pararse en seco también. Se giró hacia él, observando que había fruncido el ceño. No le pasó desapercibida la repentina tensión de su rostro mientras escudriñaba la zona con sus ojos oscuros.

– ¿Sucede algo? -preguntó ella.

Logan no dijo nada durante un buen rato, y ella siguió la dirección de su mirada, viendo solamente la multitud de gente que solía pasear por el parque y a lo largo de Park Lañe y el habitual número de carruajes que recorrían la calle. Lo único destacable quizás era que la zona estuviera más concurrida de lo normal debido al buen día que hacía.

– Tengo la sensación de que… -dijo él finalmente. Volvió a mirar a su alrededor antes de menear la cabeza. -No es nada. -La miró y Emily notó que había algo que le preocupaba. -Tengo que irme -añadió él con brusquedad.

Una irracional irritación asaltó a Emily ante tan brusca declaración. Bueno, por supuesto que tenía que irse. Desde luego ella no pensaba prolongar la charla y preguntarle si quería tomar el té. Había llegado el momento de separarse. De hecho, estaba impaciente por hacerlo, aunque al menos no había tenido el descaro de hacerle ver que tenía prisa por alejarse de él. Colonial insufrible. Qué alivio volver a recordar una de las razones por las que él no le gustaba. Una de tantas razones.

Ella inclinó la cabeza de manera regia.

– No pensaba entretenerle el resto del día. Que pase una buena tarde, señor Jennsen. -Se giró para marcharse, pero él la agarró del brazo para detenerla. Negándose a admitir la cálida sensación que la atravesó ante el contacto de su mano, Emily alzó la mirada hacia él. -¿Hay algo más que quiera decirme? -preguntó ella, orgullosa de lo fría que sonó su voz.