El continuó sosteniéndola suavemente mientras ella movía sus extremidades con cuidado.
– Todo parece estar bien. -Emily lo recorrió con la mirada. -¿Y usted? Ha sido quien se ha llevado la peor parte de la caída.
– Estoy bien. -Lo que era una flagrante mentira. No podía recordar haber estado nunca tan mareado y muerto de miedo. La imagen del carruaje cerniéndose sobre Emily se le había quedado grabada en la mente. Maldición, todavía se le revolvían las entrañas.
Justo en ese momento, Kenneth, Will, Percy y Arthur con Diminuta, seguidos de cerca por Mary, que sujetaba a Ofelia, y lady Agatha, se abrieron paso por el gentío que les rodeaba.
– ¡Emmie! -Gritó Arthur, dejándose caer de rodillas al lado de su hermana. -¿Estás herida?
– Estoy bien -se apresuró a decir ella, ofreciendo a sus hermanos lo que intentaba ser una sonrisa de ánimo. Logan y Kenneth la ayudaron a incorporarse y luego a ponerse en pie. Logan apretó los dientes cuando ella dio un respingo y se frotó la cadera.
– ¿Qué ha pasado? -preguntó Percy, tomándola de un brazo mientras Will la tomaba del otro.
– Le robaron el reloj a un hombre. Me detuve cuando lo oí gritar sin percatarme de que se acercaba un carruaje. Me habría atropellado de no ser por la rápida intervención del señor Jennsen. Gracias a él estoy ilesa y se ha evitado un terrible accidente.
Miró a Logan y él pudo ver en sus ojos algo que no había esperado ver en ellos: admiración. Y también gratitud. Aquello lo dejó sin aliento.
– Es mucho más que un héroe, señor -le dijo ella con suavidad, -y se lo agradezco. Me alegra que no se haya hecho daño al salvarme.
– De nada. -Hubiera querido decir algo más, pero ésas fueron las dos únicas palabras que pudieron salir de su atorada garganta debido a la creciente furia que lo envolvía. No creía que lo que acababa de ocurrir hubiera sido un accidente. El cochero no había hecho nada por frenar los caballos ni por cambiar el rumbo del vehículo para evitar una colisión, se había dirigido directamente hacia Emily. Era imposible que no la hubiera visto.
Apartando la mirada de ella, observó a la gente que les rodeaba.
– ¿Alguien ha reconocido al conductor del carruaje? -preguntó.
– Estaba demasiado ocupado mirando al ratero que me ha robado el reloj -dijo el hombre al que habían robado.
Otras personas murmuraron que también habían estado ocupadas observando al ladrón y que no habían visto el avance precipitado del carruaje hasta que todo pasó. Igual que el propio Logan. Maldita sea, no se dio cuenta de que lady Emily se había detenido y, por lo tanto, siguió caminando, distraído por la inquietante sensación de que estaba siendo observado, cuando momentos antes alcanzaron el final del camino en el parque. Se había detenido a mirar a su alrededor, pero no vio nada ni a nadie sospechoso. Aunque la sensación persistió durante un buen rato, la ignoró con resolución, dispuesto a acompañar a lady Emily a su casa. Luego pensaba volver por el parque para ver si podía percibir algo más. Y avisar a Gideon Mayne.
Bueno, casi no había conseguido llevarla sana y salva a casa. Y no creía que el exceso de velocidad del carruaje hubiera sido un accidente. Tampoco le sorprendería descubrir que el robo había sido una distracción. No había visto al cochero, sólo había visto de manera fugaz que llevaba puesta una capa negra con capucha.
Sir Samuel Wright, un prominente banquero con el que Logan hacía negocios muy a menudo se acercó a él.
– Me alegra observar que ni usted ni lady Emily han resultado heridos, Jennsen -dijo el banquero. -El conductor del carruaje llevaba puesta una capa negra con capucha. Y no he reconocido el vehículo.
Algo que, al parecer, tampoco había conseguido ninguna otra persona.
– Yo no pude verle la cara por culpa de la capa oscura con capucha que ha mencionado sir Samuel -dijo un caballero que Logan recordaba de la fiesta de la noche anterior pero cuyo nombre desconocía.
– ¿Cómo se llama, señor? -preguntó Logan.
– Lord Calvert.
Después de que Logan se hubiera presentado, lord Calvert se giró hacia la mujer regordeta, evidentemente su esposa, que lo agarraba del brazo.
– ¿Lograste ver algo? -le preguntó.
– Sólo la capa con capucha -respondió lady Calvert que estaba tan agitada que las plumas de su turbante no dejaban de oscilar de arriba abajo, por lo que Logan estaba seguro de que la mujer se debatía entre el deseo de desmayarse y la determinación de no perderse nada. -Cielos, otra persona misteriosa con una capa con capucha igual que en la fiesta que dio lord Teller anoche -continuó lady Calvert con voz entrecortada. Abrió mucho los ojos y sus plumas oscilaron con más rapidez aún. -Oh, Santo Dios, ¿y si el conductor del carruaje era otro vampiro?
Mientras varias personas soltaban un grito ahogado de asombro ante tal sugerencia, Logan tuvo que contener el impulso de menear la cabeza y mirar al cielo. Miró a lady Emily para observar su reacción y le sorprendió ver que la joven pareciera tan… ¿satisfecha? No, no podía estarlo, pero a menos que estuviera equivocado -cosa que no creía -en los ojos de la joven había un brillo de satisfacción. ¿De qué demonios iba todo eso?
– No seas ridícula, querida -dijo lord Calvert antes de que Logan pudiera reflexionar sobre ello. -Todo el mundo sabe que los vampiros, esas criaturas diabólicas, sólo salen de noche. El sol los convierte en ceniza.
– Lo que explicaría la capa con la capucha -insistió lady Calvert. -¿Por qué, si no, el cochero llevaría puesta semejante prenda en un día tan soleado?
Un murmullo se extendió entre el gentío y de nuevo Logan tuvo que contener el deseo de mirar al cielo. No se molestó en sugerir que seguramente el cochero no quería ser reconocido, lo que demostraba que el exceso de velocidad del carruaje no había sido un accidente.
– Lady Emily tiene que regresar a su casa -dijo con firmeza, esperando poner fin a las especulaciones sobre el vampiro. Después de asegurar una vez más a la gente que tanto lady Emily como él estaban bien, la multitud se dispersó dejando a Logan con la familia Stapleford.
– No sé cómo darle las gracias por haber salvado a nuestra chica -dijo Kenneth, alargando la mano. -Tiene nuestra más profunda gratitud.
Logan estrechó la mano del joven, y luego también las de William y Percy. Mary, que agarraba las correas de los tres perritos, le brindó una sonrisa de agradecimiento. Tía Agatha tomó su mano entre las suyas y le habló en voz muy alta.
– Bien hecho, señor Jennsen. ¡Qué valiente ha sido! Nunca se lo podré agradecer lo suficiente.
Arthur se acercó a él, pero en lugar de ofrecerle la mano como sus hermanos, el niño rodeó la cintura de Logan con los brazos y le abrazó con fuerza.
– Gracias, señor Jennsen. Gracias por salvar a mi Emmie.
El corazón de Logan, que parecía derretirse en su pecho conmovido por la gratitud que la familia de Emily mostraba hacia él, se derritió del todo por el abrazo de Arthur. No recordaba cuándo había sido la última vez que alguien lo abrazó de una manera tan espontánea. De hecho, no creía que nadie lo hubiera hecho nunca. Apoyó las manos en los hombros de Arthur y miró a lady Emily por encima de la cabeza del niño. Sus miradas se encontraron, y él se sintió como si le hubieran dado un puñetazo en el pecho. Emily tenía la cara todavía pálida y manchada, y Logan tuvo que contenerse para no abrirse paso a codazos, tomarla entre sus brazos y llevarla a casa. Maldita sea, si le hubiera ocurrido algo…
Ahuyentó ese pensamiento. Estaba ilesa. Igual que él. Pero sólo por un milagro. No había sido un accidente, de eso estaba seguro. Estaba resuelto a averiguar quién era el responsable y por qué lo había hecho. Luego se lo haría pagar.
Logan los acompañó por el camino de entrada a la casa. Cuando los demás entraron en el vestíbulo, él tomó a lady Emily del brazo.