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La expresión de Emily cambió como si hubiera visto hundirse una bala de cañón en el Támesis.

– ¿Perdón?

– No. Me. Ha Gustado.

Emily entrecerró los ojos y puso los brazos en jarras. -Está mintiendo. Claro que le ha gustado. Me he dado cuenta.

Maldición, cómo le gustaba la joven, cómo admiraba la manera en que ella se enfrentaba a él. No se doblegaba ni le acosaba con falsos cumplidos, ni le decía lo que creía que él quería oír. Todo aquello que se había convertido en una parte de su existencia desde que se había hecho rico. Y además, ella era, sencillamente, preciosa. Y él se encontraba muy solo. Y la tentación de tocarla era demasiado abrumadora.

– De acuerdo, he mentido. Pero voy a cobrarme mi prenda de todas formas.

Emily negó con la cabeza. -Las cosas no funcionan así.

– Lo sé. Pero no ha sido siguiendo las reglas cómo he llegado a donde estoy ahora. -Acortó la distancia entre ellos con un solo paso y la tomó entre sus brazos. -Me cobraré la prenda. Ahora mismo. En forma de un beso.

CAPÍTULO 13

Mi deseo por él era tan fuerte que me asustaba.

Porque sabía que no podría controlarlo.

Me hacía actuar de una manera imprudente;

decir, hacer, desear y necesitar cosas que nunca tendría.

El beso de lady Vampiro,

Anónimo

Emily sabía que debía protestar. Apartarse. Negarse, por la simple razón de que él no estaba jugando limpio. Uno no se cobraba una prenda a menos que ganara la apuesta… y estaba claro que Logan había perdido. De hecho, él mismo acababa de admitirlo. ¡Qué arrogante y exasperante era que ignorara todas las reglas de las apuestas sólo porque quería!

Emily debería escuchar la vocecita interior que frenéticamente intentaba recordarle que si ya había sido un error besarlo la primera vez y un tremendo error la segunda, la tercera vez sería un total y absoluto desastre. Su mente lo sabía, pero su corazón -su acelerado, y algunas veces tonto, pero nunca mentiroso corazón -le susurraba que eso era lo que ella había querido desde el mismo momento en que lo había visto desde la ventana de su dormitorio.

Quería probar de nuevo sus apasionantes caricias. Conocer una vez más la magia de sus besos. Para ser sincera, debía admitir que había querido más desde el instante en que había terminado su primer beso.

Así que antes de que su buen juicio pudiera entrometerse.

Emily se puso de puntillas, le rodeó el cuello con los brazos y separó los labios.

– Sí -susurró. -Bésame.

La boca de Logan cubrió la suya en un beso arrebatador que la dejó sin aliento. Sí… Eso era lo que Emily había anhelado. Lo que había deseado con vehemencia. Esa excitación, esa pasión. Las sensuales lecturas de la Sociedad Literaria de Damas habían despertado su curiosidad, su deseo por conocer lo que todas las heroínas de sus libros habían experimentado como Melanie en la historia de La amante del caballero vampiro. La pasión del beso de un hombre o las sensaciones placenteras que provocaban sus caricias.

Emily jamás había considerado que podría experimentar tales emociones con este hombre en particular, pero no había manera de negar lo que él le hacía sentir. Tan… viva. Como si cada parte de su cuerpo hubiera permanecido dormida hasta que él la despertó con un beso. Y tan ardiente… Como si bombeara fuego a través de sus venas. Y tan desesperada… Como si no fuera del todo suficiente lo que él hiciera para apagar el infierno que había desatado en su interior.

La lengua de Logan exploró su boca, un favor que ella le devolvió con un fervor similar, saboreando el delicioso sabor que Emily recordaba tan bien. Indicios de brandy, azúcar y canela que sólo daban más placer a sus sentidos. Santo Dios, se sentía como si fuera a ahogarse en él.

Logan profundizó el beso y, con un gemido, Emily se inclinó hacia él, disfrutando de la sensación de aquellos fuertes brazos estrechándola con firmeza, del duro cuerpo que presionaba el de ella desde el pecho hasta las rodillas de tal manera que no cabría ni una simple hoja de papel entre ellos. Notó el deseo de Logan apretado contra su vientre y se retorció contra aquella fascinante y tentadora protuberancia, deseando notar esa dureza en la unión de sus muslos donde sentía un latido palpitante de deseo.

Lo oyó gemir con fuerza, y respirar entrecortadamente, y al instante siguiente le pareció como si las manos de Logan estuvieran en todas partes. Acariciándole con suavidad el pelo mientras le quitaba las horquillas y le aflojaba los tirabuzones. Recorriéndole la garganta y el pecho. Ahuecándole los senos con la palma de la mano. Endureciéndole los pezones hasta que ella arqueó la espalda, queriendo más, anhelando más.

De pronto, Logan interrumpió el beso y Emily gimió en señal de protesta, un sonido que se transformó en un suspiro de placer cuando él le deslizó la boca por el cuello.

– Tu olor… -dijo él con voz ronca. -Dios mío, hueles tan bien. -Le pasó la lengua por la garganta. -Sabes de una manera tan deliciosa. ¿Qué perfume usas?

Santo Dios, Emily apenas podía pensar y ¿él esperaba que hablara?

– Peonías -logró decir. -Mis flores favoritas.

Emily dejó caer la cabeza hacia atrás y un estremecimiento de placer la atormentó mientras aquella picara boca se abría paso sobre su pecho. Logan deslizó los dedos bajo las mangas del vestido de Emily y tiró con impaciencia. Ella bajó los brazos, temblando por el desesperado deseo de sentir las manos y la boca de él en sus pechos.

Incluso antes de que ella pudiera coger aire, él había tirado bruscamente del corpiño y de la camisola y se los había bajado hasta la cintura. Una diminuta parte del cerebro de Emily intentaba decirle que pusiera fin a aquella locura. Ahora, mientras todavía podía. Pero el ardiente deseo que sentía en su interior acalló su protesta, con lo cual fue incapaz de luchar contra la necesidad que la consumía.

Los mágicos dedos de Logan juguetearon con un pezón mientras su cálida lengua dibujaba círculos en el otro, luego tomó el dolorido y tenso brote en el interior de su cálida boca. El jadeo de placer de Emily se convirtió en un largo y profundo gemido y la joven arqueó la espalda, ofreciéndose a él. El tacto de su boca y de sus manos sobre ella era el paraíso y el infierno al mismo tiempo. Aunque seguía siendo insuficiente. Quería más. Mucho más.

Sintiendo el tipo de sensual abandono que había sabido que existía pero sobre el que hasta ese momento sólo había leído en los libros, Emily alzó los brazos y enredó los dedos en el espeso y sedoso pelo de Logan antes de recorrer con manos curiosas la anchura de esos hombros masculinos. El se introdujo más profundamente el pezón en la boca, girando la lengua entorno a él, mordisqueándolo con suavidad. Un oscuro placer atravesó a Emily, que tuvo que aferrarse a los hombros de Logan para no caer al suelo.

El dibujó un sendero de besos de regreso a su boca, y ella separó los labios ansiosamente. La lengua de Logan danzó con la suya, y ella le deslizó una mano dentro de la chaqueta, posando la mano justo encima del corazón que latía tan rápido y fuerte como el suyo. Pero como todo lo demás desde el momento en que él la había tocado, no era suficiente. Emily se apartó, interrumpiendo el beso lo justo para susurrar contra la boca de Logan:

– Tocarte. Quiero tocarte.

Con un sordo gruñido, él la soltó. Ella afianzó las rodillas para no caer derretida a sus pies y, mientras seguía besándola, acariciándole el labio inferior con la lengua, Logan se quitó bruscamente la chaqueta. La prenda cayó a sus pies y el chaleco y la corbata la siguieron con rapidez. Luego se sacó la camisa de lino del pantalón y se la quitó por encima de la cabeza.