– Porque lamentas lo que ha ocurrido entre nosotros.
No era una pregunta, y él no podía negarlo. Pero de alguna manera era incapaz de decirle que lamentaba haberla tocado. Besado. Sentirla derretirse entre sus brazos. Logan se pasó las manos por la cara. Santo Dios, realmente estaba perdiendo el juicio.
– ¿Dónde aprendiste a besar de esa manera? -se limitó a preguntar porque no estaba preparado para decir lo que tenía que decir.
– He leído mucho sobre el tema.
– ¿Leído? Santo Dios, ¿los británicos tenéis manuales sobre esto?
– No, pero suelo leer sobre besos y todo lo relacionado con eso en los libros de la Sociedad Literaria de Damas. -Antes de que él pudiera pensar una respuesta, Emily agregó: -Y he aprendido de ti.
– Pues eres muy buena, seguro que ha habido otros.
– No. -Emily alzó la barbilla como si lo desafiara a dudar de ella. -Sólo tú.
Algo que se parecía mucho al alivio inundó a Logan. «Sólo tú.» Pero aquellas palabras sólo servían para reforzar la decisión que había tomado. Algo que él jamás habría hecho por ninguna razón y que no tendría que hacer ahora si se hubiera limitado a quedarse en el infierno helado de ahí fuera. Pero no. En lugar de eso había entrado en la biblioteca o en lo que simplemente debería llamarse el maldito Templo de la Tentación.
– Ya veo. -Logan se aclaró la garganta, tomó aire y dio un paso hacia ella. Extendió los brazos y tomó las manos entre las suyas y, por razones que no podía entender, se sintió mejor ahora que la estaba tocando. Mirándola fijamente, le dijo: -No era mi intención que las cosas llegaran tan lejos.
Ella miró al suelo y asintió con la cabeza.
– La mía tampoco. -Volvió a levantar la mirada y, cuando sus ojos se encontraron, Logan sintió un vuelco en el corazón. -Pero cuando comenzaste a besarme… a tocarme… -Emily se encogió de hombros en un gesto impotente. -No estoy segura de qué fue lo que pasó.
Una sensación de júbilo, de agradecimiento por que no le hubiera ocurrido sólo él, lo atravesó, irritándolo aún más.
– Lo que pasó fue que perdí el control -dijo él lacónicamente, ignorando todas aquellas sensaciones. -Yo soy totalmente responsable de lo que ha sucedido. Simplemente, no debería haber ocurrido.
– No, supongo que no.
– Definitivamente no. Pero pasó. Y como ha sido culpa mía, haré lo correcto.
Emily frunció el ceño.
– ¿A qué te refieres?
Logan respiró hondo, tragó saliva y se obligó a decir -con los dientes apretados -las palabras que cambiarían su vida.
– Emily, ¿quieres casarte conmigo?
CAPÍTULO 14
Él se quedó desnudo delante de mí,
con el cuerpo duro y excitado y una oscura mirada de deseo.
Dejé caer la bata al suelo y me acerqué a él lentamente
mientras me pasaba la lengua por los colmillos.
Había llegado el momento de hacerlo completamente mío.
El beso de lady Vampiro,
Anónimo
Emily se quedó mirando a Logan muda de asombro. Sin lugar a dudas, no había oído bien. Tardó al menos diez segundos en recuperar la voz y, aun así, tuvo que carraspear dos veces antes de hablar.
– ¿Perdón?
Él frunció el ceño y apretó los labios en una línea sombría.
– ¿Quieres casarte conmigo?
Santo Dios, sí que había oído bien. Pero la pregunta la había dejado tan asombrada que no se le ocurría absolutamente nada que decir.
El ceño de Logan se hizo más profundo.
– ¿Te pasa algo en el oído? ¿Te has quedado muda?
La irritación la atravesó y, gracias a Dios, se le soltó el nudo de la lengua. Apartó las manos de las suyas y dio un paso atrás.
– No me pasa nada en el oído ni me he quedado muda, aunque debo admitir que tu pregunta me ha dejado momentáneamente sin palabras.
– Creo que sólo hay dos respuestas posibles -dijo él con voz tensa. -Y las dos son muy sencillas: sí o no.
– Cierto. Sin embargo no me explico por qué me preguntas eso. -Emily le lanzó una mirada a la copa de brandy que él había dejado sobre la repisa de la chimenea. -¿Estás bebido?
– Claro que no -dijo él, sonando irritado y ofendido a la vez. -Hace falta algo más que un sorbo de brandy para emborracharme.
– ¿Habías bebido antes de venir aquí?
– No, pero ahora desearía haberlo hecho.
– Bueno, si no estás bebido, lo único que se me ocurre pensar es que de alguna manera has perdido la capacidad de razonar cuando… -La voz de Emily se desvaneció y señaló con la mano la ingle de Logan. -Es evidente que tu cerebro dejó de funcionar durante el proceso.
La expresión de Logan se volvió tormentosa.
– Es evidente que parte de mi cerebro dejó de funcionar durante algún tiempo o no me encontraría en esta situación. -Se irguió y se cogió las manos a la espalda. -¿Puedes contestar a mi pregunta, por favor?
Emily sólo pudo mirarlo con asombro.
– ¿No estás bromeando?
– Maldita sea, no, por supuesto que no. ¿Qué hombre en su sano juicio bromearía sobre tal cosa?
– Precisamente por eso me preguntaba sobre tu agudeza mental. ¿Por qué preguntarías tal cosa si no fuera porque te has vuelto completamente loco?
A Logan le palpitó un músculo en la mandíbula.
– Te he comprometido.
A Emily la inundó una oleada de calor cuando el recuerdo de la cálida semilla de Logan contra su piel cruzó como un relámpago por su mente. Lo ignoró y arqueó las cejas.
– Admito que las cosas han ido mucho más allá de lo que habíamos pensado o de lo que aconseja la prudencia, algo que estoy segura que lamentaré una vez que haya tenido tiempo de meditar sobre el asunto, pero no llegamos tan… lejos. Somos los únicos que sabemos lo que ha pasado y no quiero que me hagas una propuesta matrimonial por culpa de algo que, por mucho que digas lo contrario, es tan culpa mía como tuya.
El ceño fruncido de Logan se profundizó aún más antes de transformarse en una expresión de incredulidad.
– ¿Acabas… acabas de rechazarme?
Resultaba evidente que él se había quedado aturdido, y a Emily se le ocurrió que dada la vasta riqueza que poseía, a Logan le parecía imposible concebir que una mujer lo rechazara.
– Sí. Aunque aprecio tan noble y caballeroso gesto, no es necesario.
– No estoy de acuerdo. -Logan se pasó la mano por el pelo. -Es evidente que no lo has entendido. He estado a punto de hacer el amor contigo. Iba a…
– Pero no lo has hecho. Por eso debes tener la conciencia limpia. Te absuelvo de toda culpa y responsabilidad. Sigo estando… intacta y no tienes que preocuparte de que queden dudas al respecto en mi noche de bodas, la cual tendrá lugar algún día… Con un hombre del que esté loca y totalmente enamorada, porque tengo intención de casarme sólo por amor. Desde luego, no pienso casarme por un beso.
– Hemos hecho mucho más que besarnos, Emily.
Otra oleada de ardiente calor la atravesó. Sí, lo habían hecho. Y en cuanto se quedara a solas, tenía intención de revivir cada mágico momento.
– Sí, pero eso no nos obliga a casarnos. Y, por cierto, a pesar de lo mucho que valoro el gesto, la tuya ha debido ser la peor propuesta matrimonial de todos los tiempos.
La irritación brilló en los ojos de Logan.
– ¿Ah, sí? ¿Y eso por qué?
– Para empezar, pareces un hombre camino del matadero. Y tus palabras han sonado como si estuvieran siendo arrancadas desde lo más profundo del infierno mientras masticabas cristal. Me asombra que no se te rompieran los dientes por la fuerza con la que los apretabas.
– Una propuesta de matrimonio no era exactamente la manera en la que tenía pensado acabar el día.