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– No hace falta que lo jures. Ni siquiera te has arrodillado.

– Qué negligencia por mi parte -repuso él en un tono que rezumaba sarcasmo.

– ¿Te has declarado a alguien antes?

– No.

– Eso pensaba. Al menos fue evidente que jamás te habías declarado a una inglesa. Quizás a una americana le habría encantado una propuesta de matrimonio tan informal, pero te aseguro que en este lado del mundo no llegarías a ningún sitio con eso. Te aconsejaría que practiques delante de un espejo antes de intentarlo de nuevo. Por si no te has dado cuenta todavía, a casi todas las mujeres nos gusta un poco de romanticismo.

Santo cielo, parecía como si a Logan le fuera a estallar la cabeza. Resultaba evidente que estaba haciendo un gran esfuerzo por controlar su temperamento, aunque Emily no podía entender por qué estaba tan enfadado. Aquel hombre irritante debería sentirse aliviado de que ella no hubiera aceptado.

– Muchas gracias por darme ese consejo que en ningún momento te he pedido. Y perdón por insultar tus tiernos sentimientos con una propuesta tan horriblemente informal. Acepto tu negativa y te deseo buenas noches. -Le hizo una reverencia formal y se acercó al sillón de orejas para coger su abrigo.

Emily le observó y sintió que la invadía una inexplicable sensación de pérdida. Se le oprimió el corazón por la certeza de que él le estaba diciendo mucho más que buenas noches.

Se estaba despidiendo de ella.

Debería alegrarse. No, debería estar emocionada. Eufórica. Pero, por el contrario, se sentía una auténtica maleducada y estúpida. Una sensación de pesar le encogió las entrañas y se le cayó el alma a los pies.

Antes de pensárselo dos veces, Emily se acercó al sillón donde él había dejado el abrigo y le puso la mano sobre la suya. El se quedó inmóvil ante su caricia. Bajó la vista a los dedos que se entrelazaban con los suyos y luego la miró a la cara con una expresión indescifrable.

– Logan… yo… -Emily se humedeció los labios repentinamente secos. -Lo siento. Tu propuesta matrimonial… bueno, ha sido muy amable por tu parte. Y noble. Honorable y caballerosa. -Le apretó la mano. -Pero no era necesaria. Aun así, te la agradezco.

Los rasgos tensos de Logan parecieron relajarse un poco.

– De nada. Aunque es evidente que te ha vuelto a sorprender que hiciera algo amable. O noble. U honorable. O caballeroso. Ella le brindó una tímida sonrisa.

– Dado que pareces haber hecho una costumbre de ello, supongo que algún día no me sorprenderá.

– Espero vivir lo suficiente para verlo. -Logan bajó la mirada a sus manos entrelazadas, luego la miró directamente a los ojos. Ella contuvo el aliento. Cielos, jamás había visto tal oscura intensidad en los ojos de un hombre. -Siento de veras mi falta de control, Emily. Mi única excusa es… -Frunció el ceño y negó con la cabeza. -No tengo excusa.

Ella tuvo la fuerte impresión de que él había estado a punto de decir algo más pero que había cambiado de opinión. Se preguntó qué sería.

Sabía que debería tener remordimientos o sentirse culpable por lo que había ocurrido entre ellos, pero, por el contrario, se sentía increíblemente viva. Exultante. Tanto que tuvo que confesárselo.

– Yo… nunca me había sentido así antes, Logan.

Su expresión se suavizó, y ella deseó tontamente que él expresara el mismo sentimiento; que tampoco se había sentido así antes. O que lo que había ocurrido entre ellos era algo que nunca olvidaría, porque Emily estaba segura de que ella nunca lo haría.

Logan levantó sus manos unidas y le rozó el dorso de los dedos con los labios, un gesto que hizo subir un torrente de escalofríos por el brazo de Emily.

– ¿Dónde nos deja esto? -preguntó él. -¿Somos… amigos? ¿O sólo dos personas que se van besando por las bibliotecas?

Emily soltó un jadeo.

– Creo que somos… amigos. -Aunque aún no sabía cómo había ocurrido. De alguna manera inexplicable él se había ganado su afecto, pues hasta hacía muy poco tiempo había detestado sinceramente a ese hombre.

– ¿Aunque sea un americano grosero?

– Supongo. Aunque eso nos impedirá ser muy buenos amigos.

– Entiendo. Aunque dado lo que ha ocurrido esta noche, creo que ya somos muy buenos amigos.

Emily se sonrojó y se sorprendió de la infinidad de emociones que ese hombre podía hacerle sentir en tan corto intervalo de tiempo. De un excitante éxtasis o un molesto sentimiento de culpabilidad a una ardiente necesidad o una profunda vergüenza. Santo Cielo, no era de extrañar que estuviera confusa.

– Los mejores amigos -convino ella.

Los ojos de Logan parecieron hacerse más oscuros mientras le acariciaba la mejilla con un dedo.

– Eres preciosa.

Emily había recibido cumplidos más elocuentes y floridos en el pasado, pero ninguno de ellos le había provocado el estremecimiento de placer que le atravesó el cuerpo al escuchar las palabras de Logan.

– Gracias. Tú también. Aunque de una manera muy masculina, por supuesto.

El esbozó una sonrisa y bajó la mano. Al instante, Emily echó de menos la cálida sensación de la palma callosa de Logan contra la suya.

– Antes has dicho que no tienes intención de casarte a menos que sea por amor -dijo él, poniéndose el abrigo.

– Sí. -El se escandalizaría si llegara a descubrir lo que estaba dispuesta a hacer para conseguirlo.

– Creía que el amor era la última razón por la que se casan los aristócratas británicos.

– Eso es cierto en muchos casos. Pero bueno, es lo que quiero para mí. Mis padres se casaron por amor, y he tenido la suerte de vivir rodeada de amor todos los días de mi vida. No imagino vivir sin ese sentimiento. De hecho, me aterroriza pensar en un frío matrimonio de conveniencia. -Buscó su mirada. -Quiero el tipo de matrimonio que tienen Sarah, Carolyn o Julianne.

– Julianne renunció a muchas cosas por amor.

Emily negó con la cabeza.

– No. Ella lo ganó todo gracias al amor. Merece la pena arriesgarse. Y hacer cualquier sacrificio. Logan se encogió de hombros.

– Me temo que eso es algo que desconozco. Y te envidio por haber disfrutado de un amor así durante toda tu vida.

– Lamento que no fuera así en tu caso. Pero espero que algún día puedas disfrutarlo.

– Gracias. Y yo espero que tus sueños de casarte sólo por amor se hagan realidad algún día. Y ahora, debo irme.

Ella lo acompañó hasta la puertaventana de la biblioteca.

– ¿Vuelves a tu casa?

Él vaciló y luego negó con la cabeza.

– Estaré en el jardín hasta el amanecer. Entonces me relevará un detective.

– No creo que sea necesario.

– Yo creo que sí.

– Odio pensar que estarás ahí fuera toda la noche. Y con este frío además.

Él curvó los labios.

– Entonces no pienses en mí.

Emily apenas pudo contener el «ja» que pugnó por salir de su boca.

– ¿Quieres una manta? ¿O…?

Él interrumpió sus palabras poniendo los dedos en sus labios.

– Gracias, pero no. Estaré bien. Estoy acostumbrado al frío, ¿recuerdas? -Antes de que ella pudiera discutírselo, él le preguntó: -¿Qué planes tienes para mañana?

Emily se puso en guardia al instante. Dado que no quería contarle lo que haría por la mañana, se limitó a decir:

– Iré a visitar a Carolyn por la tarde. -Había pensado hacerlo por la mañana, pero al regresar de casa de Sarah había recibido una escueta nota de Carolyn donde decía: «Por favor, no te preocupes. Ven mañana por la tarde a tomar el té. Daniel y yo estaremos fuera por la mañana.» Esperaba con todas sus fuerzas que la razón por la que no estarían en casa fuera porque irían a ver al doctor de Harley Street.

– ¿Asistirás a la fiesta de los Farmington mañana por la noche? -preguntó Logan.

La pregunta fue como un puñetazo, un flagrante recordatorio de la aparición del vampiro que tendría lugar al día siguiente y cuyos resultados determinarían su futuro.