Sin embargo, las pruebas de que el incendio había sido provocado eran abundantes. Había un montón de leña y residuos de queroseno para lámparas, así como varios fósforos usados. Observó el balcón de Emily justo encima de él y suspiró profundamente tanto de alivio como de recriminación. Gracias a Dios se había dado cuenta de lo que ocurría antes de que el fuego se hubiera extendido a la casa. Pero maldición, si se hubiera quedado vigilando fuera en vez de entrar con la mujer a la que intentaba proteger, no habría ocurrido nada de eso. Habría atrapado a aquel bastardo y habría puesto fin a toda esa serie de acontecimientos peligrosos. En vez de eso, la casa de Emily había estado a punto de ser pasto de las llamas, el criminal se había escapado y a Logan le dolía endemoniadamente el brazo.
No dudaba de que el hombre que había provocado el fuego fuera el mismo que había incendiado su barco, herido a sus hombres y causado las muertes de Billy Palmer y de Christian Whitaker.
Bajó la vista a los rescoldos del fuego y le inundó una furia que sólo había sentido una vez en su vida. La última vez había hecho lo que tenía que hacer, y ahora también lo haría.
– No volverás a escaparte -juró suavemente. -Te encontraré y haré que lamentes el día en que naciste. Y también lamentarás haber intentado hacerle daño a Emily. -Sí. Y luego se aseguraría de que aquel bastardo no volviera a hacer daño a nadie más.
CAPÍTULO 15
Su piel se deslizó sobre la mía hasta
que el peso de su cuerpo me aprisionó contra el colchón.
Separé los muslos y gemí de placer cuando él se hundió en mi interior,
llenándome por completo. Le había esperado tanto tiempo…
Le había esperado desde siempre. Y ahora sería mío por toda la eternidad.
El beso de lady Vampiro,
Anónimo
Logan llegó a su mansión en Berkeley Square poco después del amanecer. No había tenido más remedio que dejar su puesto de vigilancia ante la casa de Emily, si bien confiaba en que el corpulento Simón Atwater, que había regresado a relevarle, fuera capaz de manejar las dificultades que pudieran surgir.
Acababa de entrar en el vestíbulo y de cerrar la puerta cuando Eversham apareció a su lado, sobresaltándole y robándole varios años de vida. Maldición, ese hombre se movía como un fantasma.
– Buenos días, señor.
– Buenos días -respondió Logan. Se quitó el chamuscado y maloliente abrigo, que había tenido que volver a ponerse por culpa del frío, y le tendió la destrozada prenda al mayordomo. -Creo que lo único que se puede hacer con él es quemarlo.
Eversham frunció su larga nariz ante el olor a quemado y sostuvo la prenda ennegrecida de lana azul marino con la punta de los dedos.
– Parece que eso ya ha ocurrido, señor.
– Sí. Hubo un pequeño incendio.
– Que parece haber sofocado con su abrigo.
– Pues precisamente eso fue lo que ocurrió. Eversham, es casi como si hubieras estado allí.
Algo brilló en los ojos del mayordomo, pero desapareció con tal rapidez que Logan se preguntó si lo habría imaginado.
– Éste es el segundo abrigo que estropea en dos días. Parece tener un talento especial para ello.
Logan se encogió de hombros.
– Más bien es un don.
La mirada impasible de Eversham se deslizó por la manga agujereada y manchada de sangre de la chaqueta de Logan.
– ¿Es eso sangre?
– Sí. Me han disparado.
Eversham ni siquiera parpadeó. Santo Dios, ¿acaso había algo que pudiera provocar una reacción en ese hombre? Estaba claro que no iba a satisfacer sus ganas de herir las susceptibilidades de su mayordomo esta mañana.
– Ya veo. Ha debido de ser una fiesta por todo lo alto. ¿Será necesario amputar?
Logan contuvo una risa ahogada ante el tono casi esperanzado de su mayordomo.
– Esta vez no. Pero intentaré satisfacer tus expectativas la próxima vez.
– Como usted desee, señor. ¿Quiere que avise al médico?
– No. Es sólo una herida superficial. El estoico mayordomo alzó la nariz con desdén.
– Es evidente que su chaqueta y su camisa también están destrozadas.
– Me temo que sí.
– Harrison se sentirá afligido -dijo, refiriéndose al ayuda de cámara de Logan. -No está acostumbrado a que sus caballeros regresen a casa con la ropa manchada de sangre.
– Sí, pero me temo que no pude evitarlo. Necesitaré que lleven vendajes y agua caliente a mi dormitorio.
– Sí, señor.
– Y un baño.
Eversham arrugó la nariz de nuevo.
– Algo que todos agradeceremos profundamente.
Logan arqueó una ceja.
– ¿Por qué, Eversham? ¿Estás insinuando que huelo mal?
– Mal es una descripción muy optimista, señor.
– ¿Oh? ¿Y cómo lo describirías tú?
– Asqueroso es la palabra que me viene a la mente. Y también repulsivo y repugnante. Ciertamente huele de una manera bastante desagradable y que no desearía a nadie.
– Sí, bueno, eso es lo que el fuego y la sangre le hacen a un hombre -dijo Logan con ligereza, dirigiéndose hacia la escalera.
Una hora más tarde, recién bañado y vestido, con la herida limpia y vendada, Logan entró en el comedor y se dirigió al aparador. Se había comido medio plato de huevos y lonchas de jamón y un lacayo le había servido una segunda taza de café cuando Eversham apareció en el umbral con un ejemplar del Times perfectamente doblado en una bandeja de plata.
– Ha llegado el señor Seaton, señor -dijo, tendiéndole el periódico a Logan. -Lo he conducido al estudio.
Logan miró el reloj de la repisa de la chimenea y reparó en que Adam llegaba un cuarto de hora tarde, algo muy inusual en su puntual y eficiente hombre de confianza. Incluso más inusual si cabe, teniendo en cuenta que también se había retrasado el día anterior por la tarde, aunque según le había explicado luego, había sido por una reunión con Lloyd's de Londres, con respecto a la demanda del seguro del barco incendiado.
– Gracias, Eversham. Me reuniré con él dentro de un momento.
Eversham se retiró, y Logan desdobló el periódico. El titular de la primera página atrajo su atención de inmediato. «¿Hay vampiros sueltos en Mayfair?» Tras tomar otro bocado de huevo, comenzó a leer el artículo:
Más de una docena de testigos afirman haber visto a una criatura de largos colmillos y pelo rubio acechando en una terraza durante la velada anual de lord y lady Teller. Cuando la criatura se dio cuenta de que la habían descubierto, escapó y se perdió en la noche dejando tras de sí una capa con capucha con un frasquito lleno de sangre en el bolsillo. ¿Quizá de su última víctima? Esa misma noche, un joven identificado como Harry Snow fue encontrado muerto en un callejón de St. Giles, cerca de la taberna donde trabajaba. El magistrado informó de que Snow había luchado contra su asaltante y que, entre otras heridas, tenía dos marcas de pinchazos en el cuello. ¿Coincidencia? ¿Tal vez provocadas por un vampiro? Ahora todo Londres se pregunta si la criatura era realmente una mujer vampiro como aseguran los testigos que la vieron. Sin duda, tantos miembros de la aristocracia no pueden estar equivocados sobre lo que vieron. Y suponiendo que sea así, ¿cómo podrá librarse Londres de la presencia de una chupasangre?
Logan releyó el escueto artículo, prestando especial atención a las palabras «capa con capucha». El pirómano de la noche anterior había utilizado justo ese tipo de prenda, y también el conductor del carruaje que casi había atropellado a Emily. Dudaba mucho de que fuera una coincidencia. El hecho de que un extraño encapuchado hubiera estado acechando fuera de la fiesta a la que habían asistido Emily y él le provocó un escalofrío en la espalda. ¿Una mujer vampiro? Soltó una risita carente de humor. No se lo creía ni por asomo. Ni que alguno de esos extraños sucesos estuvieran provocados por una mujer. Desde luego, la persona que él había perseguido la noche anterior era un hombre. De hecho, sospechaba que esa supuesta criatura de colmillos largos era el pirómano asesino que él buscaba. Y con respecto al pelo rubio… podía ser una peluca.