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CAPÍTULO 17

Él levantó la cabeza y se me quedó mirando con los ojos vidriosos.

Con la respiración jadeante, se pasó los dedos por los dos pinchazos que tenía en el cuello.

– ¿Qué me has hecho? -susurró él.

– Te he hecho mío -respondí.

El silencio se extendió entre nosotros.

– Siempre he sido tuyo -dijo finalmente.

El beso de lady Vampiro,

Anónimo

Logan se sentó en una dura silla de madera delante de la chimenea de Velma Whitaker y aceptó la taza de té que ella había insistido en ofrecerle. Desvió la mirada hacia Lara, que dormía en una cama pequeña en la esquina, envolviendo entre sus brazos la que tenía que ser la muñeca que le había llevado Emily.

La señora Whitaker debió de seguir la dirección de su mirada porque dijo:

– Jamás había visto a un niño tan contenta como Lara con esa muñeca. Su dama es muy amable, señor Jennsen. Y también hermosa. Un auténtico ángel de misericordia.

Pensó que debería corregir la suposición de que Emily era su dama, pero en vez de eso se limitó a decir:

– Sí, lo es.

– Ha sido muy amable de su parte venir a visitarnos también. Logan tomó un sorbo de té y se aclaró la garganta.

– En realidad, esto es más que una visita de cortesía. -Le repitió lo que le acababa de contar a Emily sobre la necesidad de contratar a un ama de llaves para la hacienda que había comprado recientemente, concluyendo con: -Me gustaría ofrecerle el trabajo a usted. -Luego mencionó un sueldo que era el doble del que le pagaba a su ama de llaves en Berkeley Square, pero que pagaría gustoso a esa mujer. De hecho, se lo habría dado a cambio de nada sin dudarlo, pero sabía que el orgullo de la mujer no le habría permitido aceptarlo.

La señora Whitaker abrió los ojos como platos y se llevó la mano al pecho.

– N-no sé qué decir. -Luego entrecerró los ojos. -Me parece que ése es un sueldo muy generoso para un ama de llaves.

– La casa necesitará una amplia renovación, y es un trabajo muy complejo. Además, desearía que comenzara tan pronto como pueda poner en orden sus asuntos aquí en Londres. ¿Le interesa?

Ella inspiró temblorosamente.

– No crea que no sé lo que está haciendo, señor Jennsen -dijo con suavidad.

– Le estoy ofreciendo un empleo. Uno que conlleva una gran cantidad de trabajo duro.

– Es más que eso, y los dos lo sabemos. -La señora Whitaker deslizó la mirada hacia su hija dormida y luego buscó la mirada de Logan. -Se lo agradezco de corazón. Está dándome la oportunidad de forjar una vida decente tanto para mí como para mi hija Lara. Acepto el empleo.

A Logan se le puso un nudo en la garganta. Maldición, no se merecía su agradecimiento. Por culpa de él, su marido estaba muerto. Dejó la taza de té en la mesita y se puso en pie.

– Excelente. Mi hombre de confianza, Adam Seaton, se pondrá en contacto con usted dentro de unos días. Si necesita alguna cosa entre tanto…

Las palabras de Logan se vieron interrumpidas por un fuerte golpeteo en la puerta, seguido de unos gritos frenéticos.

– Señor Jennsen, soy yo, Paul. ¡Venga inmediatamente!

Pasaron varios segundos en los que Logan no reaccionó. Luego se puso en pie con tal rapidez que la silla cayó hacia atrás y chocó contra el suelo. Atravesó la estancia corriendo y abrió la puerta de golpe. Paul estaba apoyado en el batiente, jadeando, con un rastro de sangre en la mejilla y un corte en la sien.

Logan se obligó a pronunciar la única palabra que pudo articular a través del nudo de temor que le atascaba la garganta.

– ¿Emily…?

– Nos atacaron. Tiene que acompañarme, señor -dijo el cochero respirando entrecortadamente. -Le indicaré el camino.

Todo dentro de Logan pareció congelarse y a la vez convertirse en una gran bola de fuego. Sin mirar atrás, corrió tras Paul, que lo condujo a través de un laberinto de callejuelas. Con voz titubeante, el conductor le relató lo que había pasado.

– Un hombre se cruzó delante del carruaje y me detuve para evitar atropellado. En un abrir y cerrar de ojos el individuo blandió una porra y me golpeó con ella, dejándome aturdido. Lo siguiente que supe fue que el señor Atwater me llamaba. Al parecer, el bastardo había roto la ventanilla trasera del carruaje y estaba estrangulando a lady Emily.

Logan creyó que se le detenía el corazón.

– ¿Está…? -Maldita sea, ni siquiera era capaz de pensarlo, así que mucho menos decirlo.

– No lo sé, señor. El señor Atwater disparó y mató al atacante; lady Emily se encuentra inconsciente. Me dijo que viniera a buscarle a casa de la señora Whitaker.

– ¿Estás herido?

– La cabeza me dolerá como un demonio durante un par de días, pero por lo demás estoy bien. Me golpearon con más fuerza en mis días de púgil.

Doblaron una esquina y los pasos de Logan vacilaron al ver el estado del carruaje con la ventanilla trasera rota. Había un cuerpo tendido sobre el suelo de adoquín rodeado por un charco de sangre y fragmentos de cristales rotos. Logan miró la cara del hombre, pero no la reconoció. Atwater debía de haberle disparado desde muy cerca. La puerta del carruaje colgaba sobre sus goznes, y Logan corrió hacia allí con el corazón en vilo.

Se detuvo en seco ante la puerta y miró dentro. En cuanto la vio, se quedó sin respiración. Emily estaba tendida sobre los cojines de terciopelo color café, tenía los ojos cerrados y estaba muy pálida, salvo por las marcas enrojecidas en su cuello. Simón Atwater estaba arrodillado en el suelo del carruaje masajeándole las delicadas muñecas con sus enormes manos.

– Despierte ya, lady Emily. ¿Me oye? Despierte ya -le decía con voz ronca.

Logan se agarró al marco de la puerta. Eso no podía estar ocurriendo. Ella no podía estar… Negó con la cabeza. No, de ninguna manera. Extendió una mano temblorosa y agarró el hombro de Atwater. El detective le miró por encima del hombro con expresión sombría.

– Respira con normalidad -le dijo. -Se despertó brevemente, pero volvió a desmayarse.

El alivio que inundó a Logan casi lo dejó sin sentido.

– Yo cuidaré de ella -dijo lacónicamente. -Vaya con Paul y ocúpense del cuerpo.

Atwater salió, y Logan subió al carruaje y cerró la puerta. Se arrodilló en el suelo y cogió la suave mano de Emily. Se la llevó al pecho y alargó la otra mano para acariciarle la pálida mejilla.

– Emily… Despierta. Soy yo, Logan. ¿Me oyes?

La recorrió con una mirada ansiosa. Se le había desatado el sombrero y tenía desabrochados los dos botones superiores de la capa color borgoña. Debía de habérselos abierto Atwater para que nada le impidiera respirar. Desde ese ángulo podía ver la extensión de las marcas rojas que le rodeaban el cuello. Una mezcla de miedo, compasión y furia le atravesó. Quería gritar, maldecir al cielo, romper algo… como el cuello del bastardo que le había hecho eso, si no estuviera ya muerto.

Deslizó la yema de los dedos sobre los labios de Emily, ligeramente entreabiertos, sintiendo la calidez de su aliento.

– Por favor, despierta -la urgió, esforzándose por no mirar las aterradoras marcas que estropeaban su piel de porcelana para no sonar tan asustado como se sentía. Incapaz de contenerse, se inclinó hacia delante y le rozó la frente con los labios. -Emily… Por favor, por favor, despierta. -Le besó los párpados con suavidad, repitiendo su súplica, agarrándole la mano con firmeza y apretándola contra su acelerado y frenético corazón.

Le deslizó los labios por la pálida mejilla hasta la punta de la nariz, y luego por la otra mejilla, besándola y suplicándole con más desesperación cada segundo que pasaba, pero ella seguía sin moverse.