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La lengua de la joven salió al encuentro de la suya mientras le entrelazaba los dedos en el pelo, estremeciéndose de placer contra él. El más leve contacto lo hacía arder. Lo único que Logan quería era desnudarlos a los dos y apagar ese fuego que ella había encendido en él. Y precisamente por esa razón tenía que detenerse. Ahora. Mientras todavía podía.

Con un esfuerzo sobrehumano, suavizó el beso y luego alzó la cabeza. Sintió el agitado aliento de Emily en la cara.

– ¿Cómo lo haces? -susurró ella.

– ¿Cómo hago qué?

La joven entreabrió los ojos, y Logan tuvo que contenerse ante el ardiente deseo que brillaba en sus profundidades.

– ¿Cómo consigues que me olvide de todo, excepto de ti? ¿Cómo haces que quiera… cosas que no debería? ¿Cómo puedes hacerme sentir tan temblorosa y ardiente por todas partes con un simple beso?

Logan no lo sabía, pero estaba condenadamente encantado de poder hacerlo, porque tembloroso y ardiente era exactamente como ella le hacía sentir a él con una simple caricia. Con una sola mirada. Y por lo que Logan sabía, no había nada simple en sus besos. No, el problema era precisamente que eran demasiado complicados.

– Tú provocas el mismo efecto en mí-susurró él contra sus labios.

– ¿De veras?

Logan soltó una risita de incredulidad. Arqueó las caderas apretando la erección contra la cadera de Emily.

– Sí, de veras. Es evidente.

– Supongo que no debería alegrarme, pero lo hago. Odiaría pensar que sólo me pasa a mí. El apoyó la frente en la de ella.

– No te pasa sólo a ti -le aseguró, y se preguntó si Emily tendría alguna idea de la fuerza de voluntad que él estaba ejerciendo para no tocarla de la manera que quería.

Justo entonces el carruaje se detuvo. Logan levantó la cortina.

– Acabamos de llegar a casa de Carolyn -dijo suavemente.

Emily parpadeó varias veces, como si acabara de salir de un trance.

– Santo Cielo… -Se apartó de su regazo, se abrochó la capa con rapidez y volvió a atarse el sombrero. -¿Parezco desaliñada?

Logan observó su cara ruborizada y sus labios húmedos. Parecía excitada y bien besada, y más deseable que cualquier mujer que él hubiera conocido antes.

– Estás perfecta.

Emily alargó el brazo y le agarró la mano. -Logan, no quiero que Carolyn sepa lo que ha sucedido hoy.

El arqueó las cejas.

– Será difícil guardar el secreto cuando te vea el cuello.

– Me pondré el pañuelo de manera que no me lo vea.

– ¿Por qué quieres guardarlo en secreto?

– Carolyn ya tiene suficientes preocupaciones encima y no quiero añadir una más -dijo Emily después de un instante de vacilación.

Logan quería preguntarle qué era lo que preocupaba a Carolyn, pero decidió no presionarla. -No mencionaré lo sucedido.

La ayudó a bajar del carruaje y la acompañó hasta la puerta de la casa donde vivían Daniel y Carolyn. Entregaron sus abrigos a Barkley y luego Emily se colocó disimuladamente el pañuelo en el cuello.

– Lady Surbrooke la está esperando -le dijo el mayordomo.

– Supongo que quieres hablar a solas con ella -dijo Logan en voz baja.

Cuando Emily asintió con la cabeza, le dio a Barkley una tarjeta de visita.

– Si lord Surbrooke está disponible, me gustaría hablar con él.

– Veré si puede atenderle, señor -dijo Barkley, colocando la tarjeta en una bandejita de plata.

Observó cómo Emily seguía al mayordomo por el pasillo. Cuando desaparecieron de su vista, se paseó de un lado a otro del vestíbulo, demasiado inquieto para sentarse. Barkley regresó unos minutos después.

– Lord Surbrooke le recibirá ahora mismo, señor -anunció.

Siguió al mayordomo por el mismo pasillo. Logan clavó la mirada en la puerta cerrada de la salita cuando pasaron ante ella, sin poder evitar preguntarse de qué estarían hablando Emily y Carolyn. Emily parecía muy preocupada, sin la más mínima pizca de picardía en los ojos. Resultaba evidente que sucedía algo malo. Fuera lo que fuese, esperaba que la conversación que mantenía con su amiga en esos momentos arreglara las cosas. Entretanto, aprovecharía para tomarse un trago del excelente brandy de Daniel.

Porque después de las últimas horas, no había duda de que lo necesitaba.

CAPÍTULO 18

No se me había ocurrido pensar que una vez

que él pasara a formar parte de mi mundo,

otras mujeres vampiro le encontrarían tan irresistible y atractivo como yo.

No tardé en descubrir mi error.

Había pasado mucho tiempo desde la última vez que había sentido celos.

Y no me gustaba en absoluto.

El beso de lady Vampiro,

Anónimo

Después de que Barkley cerrara la puerta, Emily se acercó a la chimenea ante la que se encontraba su amiga. Una mirada a su cara le dijo que no se encontraba bien. Muerta de preocupación, tomó las manos de Carolyn entre las suyas, alarmada por lo frías que estaban a pesar de encontrarse tan cerca del fuego.

– Ha ocurrido algo -dijo Emily señalando lo más evidente, intentando sonar calmada a pesar del nudo de temor que le había encogido el estómago al ver la cara pálida y las ojeras de su amiga. Carolyn parecía cansada y afligida. -¿Has ido con tu marido al médico esta mañana?

Carolyn negó con la cabeza.

– Fuimos a Gunter's a tomar un helado. Es uno de nuestros lugares favoritos.

Emily la miró confundida.

– En la nota me decías que Daniel y tú teníais planes para esta mañana. Pensé que ibais a ver al médico, y más teniendo en cuenta que ayer por la tarde no te encontrabas bien.

En los ojos de Carolyn apareció una expresión culpable, y se giró para mirar el fuego. Una sensación de incredulidad inundó a Emily. Sin duda Carolyn debía de habérselo contado a Daniel. Sin embargo, el continuo silencio de su amiga despertó sus sospechas.

– ¿Cómo ha reaccionado Daniel cuando le contaste lo preocupada que estabas por tu salud? -se vio obligada a preguntar.

Como Carolyn no respondió, Emily vio confirmados sus temores.

– No se lo has dicho. -Era más una afirmación que una pregunta.

Carolyn apretó los labios y negó con la cabeza. Miró a Emily. Tenía los ojos azules llenos de lágrimas.

– No pude. Pensaba hacerlo ayer, pero hacía tan buen tiempo que Daniel y yo nos fuimos a pasear en el faetón por Regent Street y luego de compras. Hacía un día tan hermoso y agradable que no podía soportar estropearlo con malas noticias.

– ¿Te sentías bien? -le preguntó Emily, esperanzada.

– Sí, por la mañana sí. Pero cuando cayó la tarde, todo cambió. Cuando llegamos a casa estaba exhausta; me dolía todo el cuerpo. Apenas tuve fuerzas para ir a la cama. Me dio mucha pena no poder asistir a nuestra reunión.

– Te echamos de menos. -Apretó suavemente las frías manos de Carolyn. -Estaba muy preocupada por ti. ¿Ya has pensado cuándo vas a ir a ver al doctor de Harley Street que te recomendó el médico de Edward?

– No -susurró Carolyn en tono vacilante.

Emily se sintió consternada.

– Pero ¿por qué? Si es porque no deseas que te acompañe Daniel, iré yo contigo. Podemos ir ahora mismo si quieres.

Carolyn miró a Emily con una expresión tan tranquila e impasible en los ojos que la joven sintió un escalofrío en la espalda. No estaba segura de qué le diría su amiga, pero sí de que no le gustaría.

– Emily… no voy a ir al médico.

A Emily se le cayó el alma a los pies, no sólo por las palabras de Carolyn sino por la tranquila y firme determinación de su voz al pronunciarlas.