– Lo siento… N-no sé qué me ha ocurrido. -Trató de incorporarse, pero Daniel negó con la cabeza y la empujó suavemente para que se quedara tumbada.
– Oh, no. Te quedarás aquí hasta que llegue el doctor Waverly.
Carolyn agrandó los ojos y miró a Emily.
– No necesito un médico, sólo un poco de agua.
Logan dio un paso adelante y le ofreció a Daniel el vaso de agua que acababa de servir. Daniel se lo agradeció con un gesto de cabeza y ayudó a Carolyn a tomar algunos sorbos. Cuando terminó, ella le brindó una temblorosa sonrisa.
– ¿Ves? Ya me siento mucho mejor. Ahora, si me ayudas a levantarme…
– No pienso hacerlo, y no voy a dejar que te muevas -dijo Daniel suave pero firmemente.
– Pero…
– Nada de peros, Carolyn. -Daniel le dio la vuelta a la compresa. -El doctor Waverly llegará en cualquier momento. Quiero saber a qué son debidos estos desvanecimientos tuyos. Ahora.
– Es por la dispepsia. Tenía el estómago revuelto y no he comido nada. Por eso me he desmayado, porque me sentía débil.
– Y ahora tienes un chichón del tamaño de un huevo en la cabeza. Y por eso va, a examinarte el doctor. Hasta que él me diga que estás bien, no dejaré que te levantes.
Carolyn miró a Emily, y ésta le leyó con claridad el pensamiento: el doctor no le diría a Daniel que estaba bien. Observó la preocupación de Carolyn, pero era evidente que Daniel sólo haría caso de lo que dijera el médico. Se le rompió el corazón un poco más cuando vio una mirada de absoluta derrota en los ojos de su amiga.
– Os daremos un poco de intimidad -murmuró Emily, -pero si no os importa, me gustaría esperar para oír lo que dice el doctor.
– Por supuesto -dijo Daniel. -¿Por qué no esperáis en la biblioteca? Después os informaré de lo que diga Waverly.
– Gracias. -Emily miró a Carolyn e intentó esbozar una sonrisa alentadora, pero sospechó que no había tenido éxito.
Logan y ella abandonaron la salita y él la siguió por el pasillo hasta la biblioteca. En cuanto entraron en la estancia, Emily se dirigió a las altas ventanas, apoyó las manos en el frío cristal e intentó recuperar la compostura. Oyó que Logan cerraba la puerta, luego la habitación quedó en silencio. Se quedó mirando el jardín hasta que notó que él estaba detrás de ella.
– Supongo que no servirá de nada que te sugiera que vayas a casa y descanses, ¿verdad? -Emily sintió aquellas tranquilas palabras en la nuca y un estremecimiento le recorrió la espalda.
Su respuesta fue un gesto negativo, pues no confiaba en su voz.
– Te preguntaría si estás bien, pero es evidente que no lo estás -dijo él con una voz tan tierna que a Emily se le llenaron los ojos de lágrimas mientras intentaba con todas sus fuerzas no echarse a llorar. -¿Quieres contarme qué te preocupa? Te doy mi palabra de que cualquier cosa que me digas no saldrá de esta habitación.
Emily logró conservar la compostura casi diez segundos más antes de que se le escapara un sollozo. Antes de que pudiera recuperar el aliento, él la giró y la tomó entre sus brazos. Para absoluta mortificación de la joven, se le escapó otro sollozo y luego otro hasta que, finalmente, estalló en llanto.
Incapaz de contenerse, Emily rodeó la cintura de Logan con sus brazos y enterró la cara en su duro pecho. Las lágrimas que no pudo contener por más tiempo mojaron la camisa de Logan, pero a él no pareció importarle. Como un rato antes en el carruaje, él la abrazó y la dejó llorar. Le acarició la espalda lentamente con su gran mano mientras la consolaba con suaves besos en el pelo, escuchando las entrecortadas palabras con las que ella se desahogó, revelando la terrible situación de Carolyn, pues ya no podía seguir manteniéndola en secreto.
Cuando terminó, Emily levantó la cabeza y se lo encontró mirándola con ojos serios.
– No sabes lo que siento oír eso -murmuró él, cogiéndole la cara entre las manos y secándole suavemente las lágrimas con los pulgares. -Creo que hiciste bien insistiendo en que fuera a ver a un médico. Eres una buena amiga, y muy leal.
– Pues no me siento así en este momento. No debería habértelo contado.
– No estoy de acuerdo. Guardar todas esas cosas dentro no es bueno. ¿No te sientes mejor ahora?
Como no podía negarlo, asintió con la cabeza.
– Bien. Escucha, si quieres puedo recomendarte a un médico que conozco. Es muy discreto y utiliza tratamientos innovadores. Puedo concertar una cita para que vea a Carolyn mañana.
– Gracias. -No sintió ni la más leve punzada de sorpresa al ver que él era tan amable.
– De nada.
Logan le puso algo en la mano, y Emily se dio cuenta de que era su pañuelo. Se secó las lágrimas y luego se sonó la nariz de una manera impropia en una dama.
– ¿Te sientes mejor? -preguntó.
Ella asintió con la cabeza.
– Lo lavaré antes de devolvértelo.
– Consérvalo. Tengo más.
Emily bajó la vista y deslizó el dedo por las iniciales de color granate bordadas en un extremo del pañuelo blanco antes de volver a mirarlo a los ojos.
– Gracias por escucharme. Y por consolarme… otra vez. Y por haber dejado que llorara sobre ti… otra vez. -Se sintió avergonzada. Santo Dios, ¿cuántas veces podía llorar en brazos de ese hombre en un solo día? Rezó para no tener que hacerlo de nuevo.
Esperaba una respuesta sarcástica de él, pero Logan se limitó a pasarle la punta de los dedos por su todavía húmeda mejilla y a mirarla con seriedad.
– Me alegro de haber estado aquí. De que no tengas que pasar sola por una situación tan inquietante y dolorosa. Pasar algo así a solas es tan, pero tan… desolador. Puedes llorar sobre mí cada vez que quieras.
A Emily le tembló el labio inferior y, para su absoluto horror, otro torrente de lágrimas le anegó los ojos. Porras, si seguía siendo tan amable con ella, Emily acabaría por aceptar de inmediato su propuesta matrimonial.
– Ésta es la segunda vez hoy que has acudido en mi rescate. No sabía que fueras un caballero de brillante armadura.
El curvó los labios, haciendo que Emily centrara su atención en ellos.
– No sabía que tú fueras una damisela en apuros. Ella levantó la mirada a sus ojos.
– Por lo general no lo soy. De hecho, no suelo meterme en problemas.
No había manera de malinterpretar la ardiente mirada de Logan.
– Ahora sí que voy a tener que mostrarme en desacuerdo contigo. -Bajó la mirada a su boca. -Cariño, llevas la palabra problema escrita en la frente.
Emily no estaba de acuerdo con sus palabras y pensaba protestar en cuanto su corazón dejara de trastabillar ante la fuerte intensidad de su mirada. Sin embargo, antes de que tuviera ninguna posibilidad, él inclinó la cabeza y le rozó los labios con los suyos en un beso suave que terminó demasiado rápido y que la dejó deseando más. Después de darle otro beso rápido en la frente, él la soltó y dio un paso atrás. Ella tuvo que afianzar las rodillas para no tambalearse.
– ¿Por qué has hecho eso? -preguntó. Una pregunta mucho más adecuada que: «¿Por qué demonios te has detenido?»
– Estamos en una biblioteca -dijo él con expresión seria. -He pensado que sería mejor seguir con la tradición.
– Ya veo -murmuró ella, lo que era mucho más prudente que señalar que si seguían con la tradición, deberían haber usado la lengua además de toquetearse de arriba abajo.
– Por supuesto, si continuáramos con la tradición de verdad -continuó él con un brillo pícaro en la mirada, -deberíamos haber usado la lengua además de toquetearnos de arriba abajo.