Emily sólo pudo mirarlo fijamente. Porras, ¿ese hombre podía leerle la mente? Se aclaró la garganta y esperó que él no se percatara del ardiente rubor que le cubrió las mejillas.
– Eso no sería nada apropiado -dijo ella en su tono más seco.
– Estoy de acuerdo -dijo, guiñándole un ojo. -Quizá la próxima vez.
Ella abrió la boca para decirle… algo. Ciertamente, no podía dejar que él dijera la última palabra, pero entonces se dio cuenta de lo que Logan estaba intentando. Estaba tratando de distraerla, de que dejara de pensar en Carolyn. Y, al menos durante un par de minutos, lo había conseguido plenamente. Una extraña combinación de confusión y gratitud se extendió por el cuerpo de Emily como miel sobre hojuelas. Santo Dios, si no tenía cuidado, ese hombre acabaría gustándole mucho. Muchísimo. Sonó un golpe en la puerta.
– Adelante -dijo Emily con rapidez, alejándose un paso de Logan para poner una distancia apropiada entre ellos.
Daniel entró y cerró la puerta tras él. A Emily se le rompió el corazón al ver lo preocupado que estaba.
– El doctor Waverly está con ella -dijo él con voz ronca. Se acercó a la chimenea y se desplomó en el largo sofá que había enfrente. Suspiró profundamente y se pasó las manos por la cara. Luego miró a Emily con una expresión tan desolada que ella supo que Carolyn había hablado finalmente con él.
– Esto no es una simple dispepsia -dijo quedamente. -Pero tú ya lo sabías.
– Sí -susurró ella. -Por lo menos sé lo que Carolyn cree que es.
Daniel soltó una risita carente de humor.
– Sé que te parecerá ridículo, pero me alegro de que se desmayara y se golpeara la cabeza, pues por fin se ha visto obligada a decirme la verdad. -Miró a Emily con ojos desolados y confundidos. -¿Por qué no me lo contó antes? ¿Tan difícil era?
Apenada por Daniel, Emily se sentó a su lado y le cogió la mano. Él le apretó los dedos con tanta fuerza que ella hizo una mueca.
– Daniel, Carolyn te ama mucho. No quería verte preocupado. No quería perder el tiempo hablándote de su enfermedad.
– Como si no hubiera estado ya preocupado viendo lo pálida que está, que apenas come nada y todo lo demás. Dispepsia… ¿cómo he podido ser tan estúpido para creérmelo? ¿Por qué no la obligaste a pedir la opinión de otro médico?
– No quería… -comenzó Emily.
– Al diablo con eso -gritó Daniel. La rabia y el miedo en su voz resonaron en la estancia. Luego cerró los ojos y respiró hondo. Cuando finalmente miró a Emily, ya no era el aristócrata imperturbable y amable que ella conocía. En su lugar había un hombre con la mirada angustiada y aterrada cuyo control parecía pender de un hilo. -No puede morirse, Emily. Simplemente no puede hacerlo. No puede. Ella lo es… todo para mí. -Bajó la mirada al suelo, cerró los ojos y susurró: -Absolutamente todo.
– Lo sé -logró murmurar Emily a pesar del enorme nudo que le atascaba la garganta. -Lo sé. -Miró a Logan, que estaba detrás del sofá, y luego a la licorera. El asintió con la cabeza y cruzó la estancia, regresando un momento después con dos generosas copas de brandy para Daniel y para él y un jerez para ella.
Logan se sentó al lado de Emily y los tres permanecieron en el sofá, tomando sus bebidas mientras el silencio sólo era roto por el imparable tictac del reloj de la repisa de la chimenea. Tras un cuarto de hora, Daniel se levantó y comenzó a pasearse nerviosamente por la estancia. Logan cogió la mano de Emily y entrelazó sus dedos con los de ella. La joven agradeció el apoyo y la calidez de la palma que sostenía la suya, mucho más fría.
Pasó otro cuarto de hora. Y luego otro. Daniel se paseaba por la habitación como un animal enjaulado. Cuando Emily pensó que ninguno de ellos aguantaría la incertidumbre un minuto más, sonó un golpe seco en la puerta. Daniel corrió hacia allí, y Emily y Logan se levantaron con rapidez del sofá. Daniel agarró el pomo de latón y abrió la puerta de golpe, encontrándose de frente con la adusta cara del doctor Waverly.
– Tenemos que hablar, señoría -dijo el médico. Luego desvió la mirada a Emily y Logan. -En privado.
– Por supuesto. -Daniel se volvió hacia ellos con un gesto tranquilo, pero Emily pudo ver un profundo temor en sus ojos. -Regresaré en cuanto pueda. -Y salió apresuradamente de la biblioteca cerrando la puerta tras de sí.
Emily no podía hablar. Santo Dios, había visto la expresión del médico y parecía tan… serio. Sintió que se le encogía el estómago. Se volvió hacia Logan que abrió los brazos sin decir nada. En silencio, Emily se refugió en ellos, rodeándole la cintura con los brazos y enterrando la cara en su pecho. Se aferró a él intentando recordar cómo respirar y haciendo lo único que podía: rezar.
No estaba segura de cuánto tiempo pasó mientras escuchaba el reconfortante sonido de la tranquila respiración de Logan y el fuerte latido de su corazón mientras rezaba como nunca había rezado en su vida. Por fin sonó un golpe seco en la puerta. Emily levantó la cabeza, pero Daniel entró en la estancia antes de que pudiera apartarse de los brazos de Logan. A la joven se le cayó el alma a los pies al ver los ojos enrojecidos y la cara pálida de su amigo.
Daniel cruzó la estancia como si estuviera en trance. Emily habría querido acercarse a él, pero no confiaba en que sus temblorosas piernas la sostuvieran. Así que esperó al lado de Logan, agarrándose firmemente a su brazo.
Daniel se detuvo a un metro de ellos. Paseó la mirada de uno a otro y luego se pasó las manos, visiblemente temblorosas, por el pelo. Incapaz de mirarle a los ojos, Emily giró la cabeza y enterró la cara en la manga de Logan.
Oyó cómo Daniel tragaba aire antes de hablar con voz ronca:
– Carolyn está… esperando.
– ¿Esperando qué? -susurró Emily contra la manga de Logan. «¿Morir? Por favor, Dios mío, no. ¿Recuperarse? Por favor, Dios mío, sí.»
– Un niño -fue la aturdida respuesta de Daniel. -Está esperando un hijo.
Durante unos segundos, sólo se oyó el silencio. Luego, Emily levantó la cabeza y clavó los ojos en Daniel.
– ¿Qué?
Daniel emitió un sonido que fue en parte risa y en parte sollozo.
– Carolyn está embarazada. Vamos a tener un hijo.
Emily sintió como si los ojos se le fueran a salir de las órbitas.
– Pero… Pero si ella siempre dijo que no podía tener hijos.
– Eso es lo que creía. Lo que le dijo el médico durante su matrimonio con Edward. -Una aturdida y deslumbrante sonrisa curvó los labios de Daniel. -Es evidente que estaba equivocado.
El alivio hizo que Emily se tambalease.
– ¿No está enferma?
– Para nada.
– ¿Seguro?
– Segurísimo. El doctor dice que está de casi cuatro meses. Los síntomas que presenta son comunes en las mujeres encintas y, los que no, sólo son producto de un catarro que no se curaba porque, según él, Carolyn estaba muy preocupada. El doctor Waverly está convencido de que el estado mental puede influir profundamente en el estado físico. Y el golpe que se dio en la cabeza no tiene importancia. Quiere que Carolyn descanse todo lo posible y que recupere las fuerzas. También dice que tanto las náuseas como la falta de apetito desaparecerán en unas semanas y que los dolores de cabeza remitirán en cuanto comience a comer de manera regular.
Emily soltó una carcajada de alegría y extendió los brazos para tomar las manos de Daniel.
– ¡No me lo puedo creer! ¡No está enferma y además va a ser madre!
La cara de Daniel se iluminó con una enorme sonrisa.
– Sí, así es.
– Y tú vas a ser padre -añadió Logan dándole una palmada en el hombro. -Enhorabuena.
– Y yo voy a ser padre -convino Daniel. Y su sonrisa se transformó al instante en una mirada de absoluto pánico. -Maldición, necesito sentarme.
Sonriendo, Emily y Logan le ayudaron a llegar a la silla más próxima.