Sus palabras fueron seguidas por un dilatado silencio.
– Si puedo hacer cualquier cosa para ayudarte, no dudes en contar conmigo -dijo Matthew en voz baja.
– Y conmigo -dijo Daniel.
Logan asintió con la cabeza.
– Gracias.
– Ahora… volviendo al tema de tu boda -dijo Daniel, removiendo el azúcar en su café, -me debes doscientas libras. Logan frunció el ceño. -No veo por qué.
– Vas a casarte. Con uno de esos diamantes de la sociedad, como sueles llamar a las jóvenes de buena familia. Ya que apostaste conmigo que nunca te casarías con una mujer así, has perdido. Y yo he ganado.
Logan dejó suavemente el tenedor en el plato y se llevó la servilleta a la boca. Luego le dirigió a Daniel una mirada con la clara intención de dejarlo clavado en el sitio.
– Apostamos a que no me enamoraría de una jovencita de la sociedad. Y sólo he dicho que voy a casarme.
Daniel apoyó el tenedor en el plato y se inclinó hacia delante.
– ¿Quieres decir que no estás enamorado de ella?
Tenía la palabra «sí» en la punta de la lengua pero, por alguna razón, no podía decirla, lo que era completamente ridículo. ¿No había decidido ya que el alocado torbellino de emociones que Emily le inspiraba sólo era una potente combinación de deseo, lujuria y encaprichamiento? Sí, lo había hecho.
Tosió dos veces antes de lograr responder.
– Sí -dijo lacónicamente.
Su respuesta fue recibida con silencio. Matthew, Gideon y Daniel intercambiaron otra mirada. Luego los tres estallaron en carcajadas.
– ¿Qué demonios os parece tan gracioso? -preguntó Logan, completamente irritado.
– Tú -dijo Daniel con otro ataque de risa. Se enjugó las lágrimas de los ojos con el dorso de la mano. -Maldita sea, llevaba muchas semanas sin reírme así. Muchas gracias.
– Me alegro de que te diviertas -dijo Logan apretando los dientes con fuerza, -aunque no imagino qué te resulta tan gracioso.
– ¿Quién se lo va a decir? -preguntó Matthew todavía riéndose y meneando la cabeza.
– Yo -se ofreció Gideon. Clavó sus ojos oscuros en él. -Logan, eres un hombre inteligente. Me caes bien y te respeto, y quiero que sepas que si te digo esto es con todo el cariño del mundo. Tú, amigo mío, eres idiota perdido.
– Un auténtico bobo -agregó Matthew.
– Tonto del culo -contribuyó Daniel.
Los ojos de Logan se convirtieron en rendijas.
– Sí, puedo sentir vuestro afecto. ¿Qué estáis tratando de decirme?
Gideon miró al techo.
– Que estás enamorado de ella, imbécil.
– Totalmente -convino Matthew.
– Hasta los huesos -confirmó Daniel asintiendo con la cabeza.
Todo en el interior de Logan se quedó paralizado, salvo su corazón, que comenzó a latir con fuerza.
– Estáis chiflados.
– No, lo que pasa es que tenemos experiencia -le corrigió Daniel. -Todos nosotros hemos estado recientemente en la misma situación que tú.
– Cierto -asintió Matthew. -Enamorados, pero también fuimos demasiado estúpidos para darnos cuenta o admitirlo. No te preocupes, acabarás descubriéndolo.
– No soy estúpido -respondió Logan con los dientes apretados.
– Ni tampoco nosotros en circunstancias normales -dijo Gideon jovialmente, untando mantequilla en un bollito. -Pero no hay nada normal en las mujeres. Algo en ellas hace que incluso el hombre más listo actúe como un…
– Bobo -concluyó Matthew.
– Tonto del culo -agregó Daniel, sonriendo ampliamente. -Y tú, querido amigo, me debes doscientas libras. Pero puedo esperar a que estés listo para pagar.
Logan quiso decirle que iba a tener que esperar mucho, muchísimo tiempo, pero no fue capaz de pronunciar las palabras.
«¿Será acaso porque no son ciertas?», preguntó su vocecita interior con engreimiento.
Maldita voz estúpida.
– Me alegro de que os divirtáis tanto conmigo -dijo con acritud. -¿Cuándo os habéis convertido en un grano en el culo?
– No somos ningún grano en el culo -dijo Matthew con una amplia sonrisa. -Si piensas eso es porque estás de mal humor por culpa de esta relación sentimental.
– Lo que confirma lo que os he dicho -dijo Logan con expresión triunfal. -Los tres estáis enamorados, ¿verdad?
– Totalmente -dijo Gideon.
– Apasionadamente -dijo Matthew.
– Delirantemente -convino Daniel.
– ¿Veis? Y ninguno de los tres está malhumorado. Obviamente, si yo también estuviera enamorado, estaría feliz y de buen humor. Por lo tanto, no estoy enamorado. Daniel negó con la cabeza.
– No, el problema es que tú estás enamorado, pero debido a un gran número de razones, te niegas a aceptarlo.
– Exacto -replicó Matthew, cortando un trozo de bacón. -En cuanto te percates de que estás enamorado y aceptes tu destino, volverás a estar de buen humor. -Se metió el bacón en la boca.
– Y serás tan feliz como nosotros -concluyó Gideon.
Logan levantó la taza de café y se quedó mirando el líquido oscuro que contenía. ¿Podría ser tan simple como eso? Sinceramente, lo dudaba. Porque aunque sus tres amigos eran muy felices, una gran parte de su satisfacción se debía al hecho de que su amor era correspondido. Si aceptaba que lo que realmente sentía por Emily era amor, eso sólo le traería más sufrimiento que felicidad, porque sus sentimientos no serían correspondidos.
La imagen de la horrorizada y desolada expresión de Emily cuando oyó que se iban a casar le había dejado una profunda cicatriz en el corazón. Logan había oído el pánico en su voz, la desesperación cuando había sugerido un largo compromiso matrimonial seguido de una boda en primavera. No dudaba de que ella se habría pasado los meses siguientes planeando la mejor manera de romper el compromiso, algo que le provocaba una sensación de vacío a la que no podía dar nombre. Emily se casaría con él a la mañana siguiente… porque tenía que hacerlo. No porque le amara.
Resonaron en su mente las palabras que la joven le había dicho sobre su noche de bodas… que tendría lugar con un hombre del que estuviera loca y totalmente enamorada. «Porque tengo intención de casarme sólo por amor. Desde luego, no pienso casarme por un beso.»
Y ahora se veía obligada a hacer algo que no deseaba hacer. Y él estaba obligado a casarse con un diamante de la sociedad, algo que debería disgustarle pero que, sorprendentemente, no lo hacía. De hecho, si tenía que casarse con alguien, qué mejor que con una mujer a la que deseaba tanto. Al menos con ella esperaba con impaciencia la noche de bodas. Y además tenía que protegerla… algo que sería mucho más fácil cuando vivieran en la misma casa.
También recordaba cómo Emily había rechazado su propuesta cuando él le había pedido que se casara con él. Santo Dios, si ella había pensado que la primera propuesta matrimonial no había sido romántica, sin lugar a dudas, la debacle de la noche anterior, cuando ni siquiera se había declarado sino que se había limitado a aceptar casarse con ella, debía de haberla decepcionado muchísimo. Y él no podía negarle que tenía razón. Como muchas mujeres, Emily habría soñado desde siempre con una romántica petición de mano y una boda de ensueño. Bueno, al menos podría intentar remediar eso último. Y tenía intención de hacerlo. Puede que ella no le amara, pero estaba resuelto a intentar hacerla feliz. Porque gracias a ella, ya no estaría solo.
– Ahora que hemos dejado las cosas claras -dijo Logan, si bien no habían aclarado nada, -necesito que me echéis una mano.
– ¿Con qué? -preguntó Daniel.
– Dado que me caso mañana, tendréis que ayudarme a conseguir una licencia especial.
Sarah miró fijamente a Emily por encima del borde de su taza de té.
– ¿Casarte?
– ¿Casarte? -repitió Carolyn.
– ¿Casarte? -coreó Julianne con voz aguda.
– Sí, casarme -confirmó Emily con las mejillas ardiendo como si les hubieran prendido fuego. Les había pedido a sus amigas que se reunieran con ella en casa de Sarah para darles la noticia, ya que su amiga estaba tan embarazada que apenas podía caminar sin tambalearse y, mucho menos, subirse a un carruaje. No había estado segura de si Carolyn acudiría, pero estaba encantada de que se hubiera sentido lo suficientemente bien para hacerlo. Tenía mejor color, y parecía mucho más descansada. Carolyn aceptó rebosante de alegría la emotiva enhorabuena de su hermana y de Julianne cuando les contó lo de su embarazo. Pero pronto llegó el momento de que Emily diera la noticia. Y ahora sus tres amigas la miraban con radiantes expresiones de felicidad que no hacían nada para aliviar el nudo que tema en el estómago. Sólo dos días antes, Emily había pensando que el resultado de su plan decidiría su futuro. Pues bien, así había sido, pero no de la manera que ella había imaginado.
– ¿Y con quién vas a casarte? -preguntó Sarah, dirigiéndole una mirada especulativa desde detrás de las gafas.
– Oh, sí, no nos tengas en vilo -dijo Julianne, con los ojos brillantes mientras prácticamente saltaba sobre su asiento.
– No tengo ni idea de quién puede ser el novio -murmuró Carolyn, cuyas cualidades interpretativas no habían mejorado ni un ápice.
– Me caso con Logan Jennsen. -Su declaración fue recibida por un trío de sonrisas. -Mañana.
Las tres radiantes sonrisas dieron paso a diversos grados de confusión, sorpresa y preocupación.
– ¿Mañana? -Repitió Carolyn. -¿Por qué mañana?
Un embarazoso rubor cubrió el rostro de Emily.
– Oh, por el amor de Dios, Carolyn -dijo Sarah, ajustándose las gafas antes de que Emily pudiera explicarse, -sabes tan bien como yo que sólo hay una razón para eso. -Le lanzó a Emily una mirada compungida. -Es evidente que te descubrieron en una situación comprometida. Espero por tu bien que no se montara una horrible escena.
Muerta de vergüenza, Emily negó con la cabeza.
– Mi madre nos pilló besándonos… después de que Logan hubiera descubierto que era yo quien estaba detrás de las apariciones de la mujer vampiro. -Su declaración fue recibida por varios gritos ahogados, y a continuación se apresuró a contarles lo que había ocurrido. -A pesar de mis objeciones, mi madre exigió que nos casáramos. Resultaba evidente que Logan no estaba más contento que yo con la situación, pero no podía hacer otra cosa. Dijo que se las arreglaría para conseguir una licencia especial y que nos casaríamos mañana -concluyó.
Carolyn fue la primera en romper el profundo silencio.
– Estoy segura de que sólo estaba aturdido -le dijo cogiéndole la mano. -No puedo creer que no quiera casarse contigo.
– Por supuesto que quiere casarse contigo -convino Julianne. -¿Qué hombre no querría?
Emily soltó una risita carente de humor.
– El que se ve obligado a hacerlo.
Sarah negó con la cabeza.
– Si no estuviera impaciente por casarse contigo lo antes posible, ¿por qué tomarse la molestia y conseguir una licencia especial con el gasto que eso supone?
– No hay nada romántico en ello, te lo aseguro. -Vaciló y luego les contó lo de su ataque el día anterior. -Cree que corro peligro…
– Y lo corres -la interrumpió Julianne con la cara pálida de preocupación.
– No quiere que nada me haga daño. Cree que como tenemos que casarnos de todas maneras, cuanto antes lo hagamos, mejor podrá protegerme.
– ¿Y aun así piensas que no le importas? -Preguntó Carolyn con suavidad. -Por todo lo que nos has contado, es evidente que le importas. Y mucho.
– Jamás he dicho que no le importe nada -dijo Emily con el corazón en un puño. -Estoy segura de que le importo un poquito. Lo suficiente como para que no quiera que me ocurra nada malo. Pero eso no es lo mismo que estar enamorado de mí. -Bajó la mirada al suelo y se alisó el vestido. -Sabéis cuánto deseaba casarme por amor, cuánto he arriesgado para poder conseguir mi objetivo.
– ¿Crees que podrías amarle? -Preguntó Sarah. -Está claro que le deseas y que al menos le gustas.
– Sí, pero me… vuelve loca. Y me confunde. En un momento me hace reír y al siguiente quiero golpearle y besarle.
Para su sorpresa -e irritación, -en vez de oír los murmullos de simpatía que esperaba, sus palabras fueron recibidas con un estallido de carcajadas.
– Bueno, ya no tenemos que preguntarnos más si lo ama -dijo Sarah riéndose entre dientes.
– Es evidente que sí -convino Julianne.
Emily las miró con el ceño fruncido más profundo que pudo conseguir a pesar del sonrojo que le cubría el rostro.
– No sé qué queréis decir.
Carolyn le cogió la mano y le brindó una cálida sonrisa. -Quiero decir que eso es justo lo que ella siente por Matthew. Y lo que yo siento por Daniel.
– Y lo que yo siento por Gideon -interpuso Julianne. -Pero espera a quedarte embarazada, y que piense que te romperás en pedazos sólo por ir a la habitación de al lado.
– Oh, sí. Entonces querrás golpearle con más frecuencia -convino Sarah, apoyando las manos sobre su redonda barriga.
Emily se llevó la taza de té a los labios para ocultar su confusión ante las declaraciones de sus amigas. Y el mero pensamiento de tener un hijo de Logan…, Santo Dios, eso la dejaba sin aliento. ¿Sería posible que sus amigas tuvieran razón? Entonces se hizo la pregunta que se había negado a hacerse hasta ese momento por miedo a conocer la respuesta.
¿Amaba a Logan?
En cuanto permitió que las palabras aparecieran en su mente, la respuesta fue clara: Sí. Sí, le amaba. Total y absolutamente.
No estaba segura de cómo ni cuándo había ocurrido, pero sabía que era cierto, y su corazón también lo sabía.
Pero en lugar del júbilo que siempre había pensado que sentiría al descubrir que estaba enamorada, lo único que sintió fue consternación. Porque un verdadero matrimonio por amor requería dos personas enamoradas. Y ella sabía que la única razón por la que Logan se casaba con ella era porque tenía que hacerlo… no porque quisiera.
– Logan será un marido maravilloso. -Las tranquilas palabras de Carolyn la arrancaron de sus pensamientos. -Y tú serás una esposa maravillosa para él. Puede que Logan no se haya dado cuenta todavía, pero eres precisamente lo que necesita.
– ¿Una mujer con la que tiene que casarse por obligación? -preguntó Emily sombríamente.
– No, una mujer que le hará reírse -dijo Sarah; todo rastro de diversión había desaparecido de sus ojos. -Y un reto para él. Alguien que le hará ver que en la vida hay algo más que negocios.
– Le darás a su vida la chispa que necesita -añadió Julianne. -Y borrarás esa soledad que siente desde hace tiempo.
Carolyn le apretó la mano.
– Y en cuanto lo hagas, se dará cuenta de lo que ya es tan evidente para mí: que te ama.
El corazón de Emily dio un brinco esperanzado ante las palabras de Carolyn. ¿Sería posible que fuera así? No lo sabía, pero de repente se sintió mejor de lo que se había sentido desde la noche anterior.
– Espero que tengas razón -dijo con una temblorosa sonrisa en los labios.
– Por supuesto que la tiene -dijo Sarah. -Y ahora que ya hemos aclarado las cosas, vayamos a lo verdaderamente importante. ¿Dónde vais a casaros?
– ¿Qué vas a ponerte? -preguntó Julianne.
– Y, ¿cómo podemos ayudarte? -inquirió Carolyn sonriendo.