Dejo de hablar para llenar de aire los pulmones.
– Continúe -dice la inspectora Zailer.
– Ella ignoraba que Robert supiera lo que le había ocurrido, por lo que no pensó que la miniatura de la casa con la puerta de color azul en forma de arco le resultaría familiar… Al igual que yo, no le había contado a nadie lo que le habían hecho; se sentía demasiado avergonzada. No es fácil dejar de ser una mujer de éxito y convertirse en alguien de quien hay que compadecerse.
– Pero Robert sí lo sabía, ¿verdad? Y cuando esa noche conoció a Juliet en el videoclub no fue una casualidad.
– No. Ni cuando coincidió conmigo en el área de servicio. Debió de seguirnos a ambas durante semanas, puede que meses. Y también a Sandy Freeguard. ¿No dijo usted que ella chocó con su coche? Chocaron porque también la estaba siguiendo. Ésa es la pauta: su hermano nos violó y Robert nos siguió hasta que fue capaz de concertar una cita.
– ¿Por qué? -La inspectora Zailer se vuelve hacia mí, como si estando más cerca fuera a sonsacarme la respuesta-. ¿Por qué querría conocer y empezar una relación con las víctimas de su hermano?
No le contesto.
– Naomi, tiene que decírmelo o podría acusarla de obstrucción a la justicia.
– Acúseme de alta traición si lo desea. ¿Cree que me importa?
Charlie Zailer lanza un suspiro.
– ¿Y qué me dice de Prue Kelvey? Ella no encaja en la pauta. Robert la violó y ella lo vio antes de ponerse el antifaz. No pude seguirla e ingeniárselas para concertar una cita; no podía convertirse en su novio.
– Juliet intentó matar a Robert porque descubrió que, desde el primer momento, él estaba al corriente de su violación. Puede que la única razón que tuviera para casarse con él, o incluso para mirarlo a la cara, fuera que estaba convencida de que él no lo sabía y de que nunca lo sabría. A los ojos de él, su dignidad estaba intacta. No se sentía violada y avergonzada; era como solía ser antes. Pero Robert sí lo sabía, y Juliet lo descubrió y se dio cuenta de que él le había estado mintiendo durante años; le dejó que pensara que su secreto y su intimidad estaban a salvo, aunque en realidad, durante todo ese tiempo… -Trago aire, tratando de sofocar el ahogo que siento en mis pulmones-. Pensó que se había estado riendo de ella a sus espaldas, que toda su relación había sido una farsa y que él se había estado burlando de ella. El hecho de que él conociera su secreto era una forma de tener poder sobre ella, un poder que podía emplear en cualquier momento o guardarse mientras lo deseara. Él no tenía por qué contárselo hasta que estuviera preparado; no tenía que contarle nada en absoluto si no quería hacerlo.
Charlie Zailer frunce el ceño.
– ¿Me está diciendo que fue así o que es así como Juliet lo veía?
– Como ella lo veía. Le estoy explicando por qué Juliet intento matarle.
Ella asiente con la cabeza.
– No volveré a hablar con Juliet. Esas conversaciones… No volveré a hacerlo.
Tu mujer ha perdido el control, Robert. Bueno, eso no necesito decírtelo, ¿verdad? Sería hablar de lo que es evidente. Hasta ahora ella ha disfrutado torturándome con su exasperante ambigüedad. Si vuelvo a hablar con ella, se volverá más explícita y pondrá en marcha una campaña de odio. Empezará a contarme cosas, y no puedo permitir que eso ocurra. La próxima vez que vaya al hospital quiero decirte lo que siento dentro de mi corazón y no lo que me han dicho. Existe una gran diferencia; la diferencia que hay entre el poder y la impotencia. Aunque la inspectora Zailer no lo haría, sé que tú sí lo entenderías.
– ¿Cómo descubrió Juliet que Robert lo sabía? -me pregunta-. ¿También lo sabe? -El coche se inunda con un incómodo silencio, un silencio que estoy decidida a no romper-. Naomi, ¡éste no es momento para callarse! ¿Por qué querría salir Robert con las mujeres a las que había atacado su hermano? ¿Por qué? -pregunta, tamborileando en el salpicadero con los dedos-. ¿Sabe? Todo lo que me ha contado sobre Juliet también podría ser cierto en su caso. Usted también ignoraba que Robert sabía lo que le había ocurrido, ¿verdad? Pero así era. Quizás sea usted la que piensa que él se estaba riendo a sus espaldas, ejerciendo alguna clase de poder sobre usted, manipulándola. Quizás quiera vengarse y por eso quiere ir al hospital…, para acabar lo que empezó Juliet.
– Quiero ver a Robert porque necesito hablar con él -digo-. Necesito explicarle algo. Algo que nos incumbe a ambos.
Solos tú y yo, Robert, y nadie más. Eso es lo que siempre he deseado.
CAPÍTULO 25
Llegaron cuando empezaba a oscurecer. Charlie no se detuvo donde debería haberlo hecho, en la zona cubierta de grava donde los huéspedes de los chalets aparcaban sus coches, sino que siguió pisando el acelerador, aplastando el césped. Sólo tenía una cosa en la cabeza y sentía la necesidad de seguir adelante sin parar, sin pensar demasiado. ¿Cuántas veces se habría preguntado, tanto sobre las víctimas como sobre los autores de un crimen, cómo lo habrían hecho, cómo habrían conseguido seguir adelante? Y ahora lo entendía: el truco consistía en no pararse a pensar, en evitar verse a uno mismo.
Charlie sólo pisó el freno cuando la puerta azul en forma de arco quedó justo frente al parabrisas. El chalet en el que habían estado ella y Olivia. No hacía mucho tiempo se había apoyado en aquella puerta, mientras se fumaba un cigarrillo y hablaba con Simón por el móvil y Graham la esperaba en la cama. Habría sido muy fácil pensar: «Y ahora…», pero Charlie no iba a caer en esa trampa. Pensar en el pasado en relación con el presente y el futuro bastaría para confundirla, y no podía correr ese riesgo. Estaba allí para conseguir la información que necesitaba sobre Graham y Steph y sólo debía concentrarse en eso.
Escuchó la entrecortada respiración de Naomi al mismo tiempo que la suya y recordó que no estaba sola en el coche.
– Es ése -dijo Naomi-. Ése es el chalet que vi a través de la ventana. -Señaló con el dedo el chalet de al lado, más grande que el que habían ocupado Charlie y Olivia; la pared de entrada, con dos ventanas, era de color pistacho-. Y en ése fue donde me violaron. Ésa es la ventana.
Charlie no se molestó en preguntarle si estaba segura. Naomi miraba a su alrededor con ojos brillantes y penetrantes, como si intentara recordar cada detalle de aquel lugar para un futuro examen. Se preguntó cómo se sentiría si, en vez de lo que ocurrió, Graham también la hubiese violado. Si en vez de haber sido ella quien hubiera flirteado con él y lo hubiese seducido…
Dio un salto al escuchar un fuerte ruido en la ventanilla. Una mano con las uñas pintadas de rosa y con varias pulseras la golpeaba con los nudillos. Steph.
– ¿Quién es?
Naomi parecía nerviosa.
Venir aquí había sido un error. Otro más. Charlie no estaba en condiciones de interrogar a Steph ni de tranquilizar a Naomi. «Tengo que llamar a Simón», se dijo, y luego pensó que no era capaz de hacerlo. Ya debía saberlo. Era imposible que aún no lo supiera. Charlie pulsó el botón para bajar la ventanilla. El aire frío inundó el coche. Naomi se acurrucó en su asiento, rodeándose con los brazos.
– ¿Qué coño crees que estás haciendo? -preguntó Steph-. No puedes aparcar aquí. No puedes conducir así por el césped.
– Demasiado tarde -repuso Charlie.
Steph se mordió el labio superior.
– ¿Dónde está Graham?
– Eso es lo que iba a preguntarte.
– ¡No seas estúpida! Pensé que estaba contigo. Pensé que los dos estabais pasando un bonito y romántico fin de semana juntos. Al menos eso es lo que él me dijo. No me digas que se ha encontrado a otra por el camino. ¡Típico de él!