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– Durante nuestra ausencia haré construir un depósito de piedra donde almacenaremos la mercadería. -Entonces, ¿iremos a Londres?

– Desde luego que sí. El año pasado no estaba en Friarsgate cuando el rey me invitó, y después estalló la guerra y no me atreví a emprender el viaje. No puedo permitirme desairar a la reina ni a su marido. Además, llevar a Philippa con nosotros es la mejor manera de protegerla de mi primo Henry. Pero, ¿qué pasará con Banon y Bessie?

– Philippa es tu heredera y es todo cuanto le interesa -la tranquilizó Tom-. Sin embargo, me aseguraré de que Friarsgate esté bien custodiado. No sé si te agradará mi sugerencia, pero ¿por qué no recurres a tu vecino, el señor de Claven's Carn, y contratas a algunos de sus hombres para que cuiden tus tierras y protejan a tus hijas? Quizá no te agrade Logan Hepburn, pero es un hombre honesto y valiente.

– No me desagrada, Tom -respondió, pensativa-, y tu propuesta es sensata. Encárgate del asunto, por favor.

– Es preferible que lo haga Edmund, al fin y al cabo es tu administrador.

– Tienes razón, primo. No me gustaría que Logan Hepburn malinterpretara las cosas.

Tom ocultó su sonrisa y asintió con aire solemne.

El administrador mandó un recado al señor de Claven's Carn preguntándole si podía venir a discutir ciertos asuntos de interés para ambos. Cuando Logan apareció junto con el mensajero de Friarsgate, Edmund y Tom no pudieron contener la risa. No obstante, se las ingeniaron para ocultar su buen humor ante Rosamund, que había permitido a su tío encargarse de la negociación. Los tres hombres se sentaron en el salón de la casa y los sirvientes les trajeron cerveza, pan y queso.

– ¿Qué puedo hacer por usted, Edmund Bolton? -preguntó el lord de Claven's Carn, mientras sus ojos escudriñaban el salón.

– El viejo Henry Bolton apareció con el rufián de su hijo el día del cumpleaños de Bessie e interrumpió la celebración. Quería arreglar el casamiento de Philippa con su hijo, aunque Rosamund ya le había advertido que eso era imposible. Se lo repitió, y el viejo se puso tan furioso y armó tal alboroto que su corazón no pudo soportarlo y cayó muerto allí mismo. Lo enterramos hace varios días. No obstante, su hijo sigue siendo un peligro para Philippa. A Rosamund la han convocado a la corte y partirá dentro de poco acompañada por Tom y llevando a Philippa con ella para protegerla. Desea para su hija un destino más promisorio, y visitar a los reyes no es sino el primer paso.

Logan asintió.

– Siempre ha obrado con gran sensatez en lo que respecta a su hija. Friarsgate no es una herencia despreciable. Y veo que han agregado ovejas Shropshire a sus rebaños.

– Así es.

– ¿En qué puedo servirles, entonces?

– Deseamos contratar a algunos de sus hombres en calidad de custodios armados para evitar que ese rufián y sus amigos cometan algún desmán o secuestren a Banon o a Bessie aprovechando la ausencia de Rosamund.

– Indudablemente es una medida acertada, Edmund Bolton. Pero permítame hacerle otra sugerencia. Las hijas menores de Rosamund estarían más seguras si se alejaran de Friarsgate. Para mí será un placer albergarlas en Claven's Carn. Al joven Henry jamás se le ocurrirá que las niñas están tan cerca, justo del otro lado de la frontera. Además, les prestaré media docena de hombres como custodios armados. Eso bastará para disuadir al primo de Rosamund de poner en práctica sus aviesas intenciones.

– ¡Es una brillante sugerencia, querido muchacho! -intervino Tom entusiasmado-. Y, ciertamente, acompañarán a las niñas una o dos criadas para que las atiendan.

– No será necesario, pues Jeannie, que Dios tenga su alma en la gloria, entrenó a una excelente ama de llaves que maneja la servidumbre mejor que un general a su tropa. La señora Elton tiene nietas que se ocupan de los quehaceres domésticos. Por otra parte, mi casa está bien fortificada y nunca ha sufrido ningún asedio. Pienso que las niñas de Rosamund y mi hijito Johnnie lo pasarán muy bien juntos.

– Pero primero debemos consultar a Rosamund -agregó Edmund.

– No la he visto desde que llegué -comentó Logan con aire displicente, aunque el tono de su voz lo delataba-. Le traigo noticias de la reina Margarita.

– No te apresures, muchacho -le aconsejó Tom en voz baja.

– De seguro Rosamund cenará con nosotros -replicó Edmund-. Volveremos a hablar del tema más adelante. Su ofrecimiento es generoso e inteligente, Logan Hepburn. Al joven Henry jamás se le ocurrirá buscar a las niñas en Claven's Carn.

– No sé si pueda sentarme a la mesa con él -dijo Rosamund cuando su tío le comunicó que Logan estaba con ellos.

– Pero debes hacerlo. Ha aceptado prestarnos a sus hombres por un precio muy razonable, y su ofrecimiento de albergar a Banon y a Bessie me ha conmovido profundamente. En Claven's Carn estarán más protegidas que aquí de los oscuros designios de mi sobrino Henry. En Friarsgate podrían secuestrarlas cuando van a la iglesia o cuando juegan en la pradera o junto al lago. El hecho de estar siempre custodiadas por hombres armados las asustará, no te quepa duda. Ahora dime por qué no quieres ver a Logan Hepburn.

Edmund le tomó la mano y escrutó el adorable rostro de Rosamund, que no pudo evitar ruborizarse.

– Ahora que ha enviudado, me temo que comenzará otra vez a importunarme con la idea del matrimonio. Pero si lo ofendo, no nos dará su apoyo.

Edmund sonrió.

– ¿Es tan terrible, sobrina, que un hombre apuesto y en la flor de la edad te corteje? Perdóname si mis palabras te hieren, pero Patrick Leslie está tan muerto como Owein Meredith. Guardas de él recuerdos maravillosos, lo sé, pero aún eres joven. Dentro de unos pocos o, mejor dicho, poquísimos años, Philippa estará en condiciones de contraer matrimonio. Si estabas dispuesta a pasar varios meses en Glenkirk como esposa del conde, ¿por qué no pasar varios meses en Claven's Carn como esposa de Logan Hepburn? No digo ahora, sino algún día.

Rosamund guardó silencio durante un buen rato y luego dijo:

– Cenaré con ustedes, tío, es lo único que puedo prometerte.

– Trata de no pelear con él -le suplicó en un tono humorístico.

– Sí, tío, te lo prometo -respondió y se echó a reír, incapaz de contenerse.

Logan procuró no mirarla cuando la joven entró en el salón. Llevaba un vestido sencillo, que caía en graciosos pliegues y hacía juego con sus ojos color ámbar. Debajo del escote, muy bajo y cuadrado, se veía una suave tela de lino plisada. Las ajustadas mangas remataban en pequeños puños de piel y el corpiño se adhería a su cuerpo, moldeándolo. Una faja bordada, de la cual pendía una borla, rodeaba la cintura.

– Buenas noches, Logan Hepburn. Gracias por acudir en nuestra ayuda una vez más.

– El joven Henry se ha convertido en un verdadero problema para Friarsgate, ¿no?

– Espero no pasarme la vida batallando con él como lo hice con su padre. Por favor, siéntate aquí, a mi derecha.

Él aguardó a que ella se sentara antes de ocupar su sitio.

– Siento mucho lo de tu esposa. Y también lo del niño. De haber sabido que estaba sola hubiera corrido en su ayuda. Jeannie me agradaba muchísimo. ¿Cómo está el pequeño Johnnie?

– Cada vez más grande. Jeannie era una buena esposa y yo la respetaba. -Hizo una pausa y luego dijo-: También lamento lo que te ocurrió, muchacha.