La única desventaja de tener a Deshawn en vez de a Malcolm como abogado principal de Karen era que él sí que necesitaba dormir. Karen tenía seis habitaciones para invitados en la mansión, y Deshawn se retiró a descansar a una de ellas. Malcolm, mientras tanto, estaba usando la pantalla mural de la sala de reuniones para estudiar los precedentes legales, y Karen (fiel a su palabra) tomaba en su despacho notas para su nueva novela.
Y yo me quedé en el salón. Estaba probando el sofá reclinable de cuero La-z-boy. Nunca me gustó la tapicería de cuero cuando era biológico, porque me hacía sudar, pero eso ya no era un problema. Cuando me tumbé, contemplé la nada gris de una pantalla mural desconectada.
—¿Jake? —dije en voz baja.
Nada. Lo intenté de nuevo.
—¿Jake?
¿Qué dem… ?
—Soy yo. El otro Jake Sullivan. En el exterior.
¿De qué estás hablando?
—¿No te acuerdas?
¿Acordarme de qué?¿Cómo puedo oírte?
—¿Me recuerdas? Hemos hablado hace un rato.
Qué quieres decir con… «hemos hablado»?
—Bueno, de acuerdo, no ha sido con palabras. Pero nos hemos comunicado. Nuestras mentes se tocaron.
Esto es una locura.
—Es lo que has dicho antes. Mírate el codo izquierdo. ¿Hay tres pequeñas X marcadas debajo, en la parte exterior del antebrazo?
Tú qué sabes… Mira eso. ¿Cómo han llegado aquí?
—Te las has hecho tú. ¿No te acuerdas?
No.
—¿Y no recuerdas haberte comunicado conmigo antes?
No.
—¿Qué recuerdas?
Todo tipo de cosas.
—¿Qué recuerdas que sea reciente? ¿Qué pasó ayer, por ejemplo?
No lo sé. Nada en particular.
—Muy bien. Muy bien. Humm… Vamos a ver… De acuerdo. De acuerdo. La Navidad pasada. Habíame de la Navidad pasada.
Nos nevó… Hace años que no teníamos navidades blancas en Toronto, pero recuerdo que nevó un poco en Nochebuena, y que siguió nevando hasta el día 26. Le regalé a mi madre una cubertería de plata.
Me quedé anonadado.
—Continúa.
Bueno, y ella me regaló un juego de ajedrez precioso con piezas de ónice. El tío Blair vino a cenar y…
—Jake.
¿Sí?
—Jake, ¿en qué año estamos?
Dos mil treinta y cuatro. Naturalmente, estamos hablando de la Navidad, así que eso fue el año pasado, el dos mil treinta y tres.
—Jake, estamos en 2045.
Chorradas.
—No. Estamos en septiembre de 2045. El tío Blair murió hace cinco años. Recuerdo la Navidad de la que estás hablando. Recuerdo la nieve. Pero eso fue hace más de una década.
Tonterías. ¿Qué es esto?
—Eso es lo que a mí me gustaría saber. —Hice una pausa, la mente desbocada, tratando de aclararme—. Jake, si sólo es 2034, como dices, entonces ¿cómo estás en un cuerpo artificial?
No lo sé. Me lo he estado preguntando.
—No existían las descargas hace tanto tiempo.
¿Descargas?
—Inmortex. El proceso Mindscan.
Nada, entonces:
Bueno, no puedo discutir el hecho de que estoy aquí, en algún tipo de cuerpo sintético. Pero… pero dijiste que era septiembre.
—Eso es.
No lo es. Es finales de noviembre.
—Si eso es cierto, las hojas tendrían que haberse caído de los árboles… suponiendo que todavía estés cerca de Toronto. ¿Has visto el exterior hoy?
Hoy no, pero ayer y…
—Lo que consideras ayer no cuenta.
No hay ventanas en esta habitación.
—Es azul, ¿verdad? El color de la habitación.
Si.
—Hay un cartel de la estructura del cerebro en una pared, ¿no? Te pedí que le hicieras una marquita a diez centímetros de la esquina inferior izquierda.
No, no lo hiciste.
—Sí que lo hice. La última vez que nos comunicamos. Ve a mirar: la verás. Una rotura de un centímetro.
Está ahí, sí, pero eso sólo significa que has estado en esta habitación antes.
—No. Pero, además de las tres X de tu antebrazo, eso significa que eres la misma instalación con la que he contactado antes.
Ésta es la primera vez que nos comunicamos.
—No lo es… aunque comprendo que pienses que sí.
Me acordaría si hubiéramos hablado antes.
—Eso crees. Pero bueno, vamos, no sé… parece como si tu capacidad de formar nuevos recuerdos a corto plazo hubiera desaparecido. No puedes recordar nada nuevo.
¿Y llevamos así once años?
—No. Eso es lo extraño. El Jacob Sullivan biológico se sometió al proceso Mindscan el mes pasado. No pudiste ser creado antes.
Sigo sin estar seguro de creerme nada de esto… pero, por no discutir, aceptemos que es verdad. Comprendo que algo saliera mal con la… la «descarga», como la llamas, que me impidiera formar recuerdos nuevos a corto plazo. ¿Pero por qué perder una década de recuerdos antiguos?
—No tengo ni idea.
¿De verdad estamos en 2045 ?
—Sí.
Una larga pausa.
¿Cómo les va a los Blue Jays?
—Van de culo.
Bueno, al menos no me he perdido gran cosa.
St. Martin's Press ofreció un anticipo de 110 millones de dólares por el siguiente libro de Karen Bessarian. Mientras tanto, Inmortex accedió a pagar la mitad de los costes del juicio y a proporcionar todo el apoyo que pudiera.
Karen gastó seiscientos mil dólares en comprar en subasta el primer hueco posible para el juicio. Todo aquello me parecía obsceno, pero supongo que era sólo mi perspectiva canadiense. En Estados Unidos podías saltarte la cola de los hospitales si tenías dinero suficiente: ¿por qué no podías hacer lo mismo con la justicia también? De todas formas, según explicó Deshawn, como había sido Karen quien había comprado el hueco, el caso fue considerado como una demanda suya contra Tyler.
Deshawn Draper y María López pasaron un par de días escogiendo jurados. Naturalmente, Deshawn quería apasionados de la obra de Karen, bien de los libros originales o de las películas basadas en ellos. Y quería llenar el jurado de negros, hispanos y gays porque consideraba (como el abogado que contratamos) que estaban más predispuestos a una definición más amplia de persona.
Deshawn también quería jurados ricos: el tipo más difícil de encontrar, porque los ricos solían encontrar excusas para escaquearse de sus responsabilidades cívicas.
—Se supone que la muerte y los impuestos son inevitables —nos dijo Deshawn—. Pero los pobres saben que los ricos tienen modos de evitar pagar su parte a Hacienda. Con todo, encuentran algún consuelo en el hecho de que la muerte es la gran igualadora… o lo era, hasta Inmortex. No les va a gustar que Karen haya encontrado un modo de sortearla. Por su parte, los ricos son siempre paranoicos en lo que respecta a sus parientes ambiciosos: la gente rica despreciará a Tyler.
Yo observé, fascinado (y levemente horrorizado) todo el voir diré, pero pronto se decidió el jurado compuesto por siete personas: seis jurados activos más uno alternativo. Los que querían Deshawn y López acabaron cancelándose mutuamente en su mayoría, y nos quedamos con cuatro mujeres hetero, dos de las cuales eran negras y otras dos blancas; un negro gay; un blanco hetero y un hispano hetero. Todos tenían menos de sesenta años: López había conseguido eliminar a todos aquellos que pudieran estar demasiado preocupados por su propia mortalidad. Ninguno era rico, aunque dos (al parecer un número bastante alto para un jurado) eran desde luego de clase media alta. Y sólo uno, el hispano, había leído uno de los libros de Karen (irónicamente, Retorno a MundoDino, que era una secuela), y dijo que le había dejado indiferente.
Finalmente, nos dispusimos a comenzar. El tribunal era sencillo y moderno, con paneles de madera manchada de rojo en las paredes. A una orden del alguacil, todos nos levantamos como se ve en la tele. Resultó que el juez asignado al caso era el mismo Sebastian Herrington que había oído las mociones preliminares. Entró y tomó asiento tras el largo estrado, cuya madera estaba salpicada del mismo rojo que las paredes. Tras el estrado, a un lado, estaba la bandera de Michigan, y la bandera estadounidense al otro. Junto al juez se hallaba el estrado de los testigos.