—Así que la eliminación de partes de su cuerpo (como en la operación de amígdalas), no alteró su manera de verla, ¿me equivoco?
—Bueno, no.
—Y la sustitución de partes de su cuerpo, como los empastes dentales y la cadera artificial, no alteró su modo de verla, ¿cierto?
—Cierto.
—Y la modificación de partes de su cuerpo, como los ojos mediante cirugía láser, tampoco alteró su modo de verla, ¿correcto?
—Correcto.
—Y la adición de nuevas partes a su cuerpo, como los implantes auditivos, tampoco hizo que la viera de un modo distinto, ¿verdad?
—Cierto.
—Ni siquiera que reescribieran su código genético para eliminar genes indeseables alteró tampoco su percepción de ella, ¿correcto?
—Sí.
—Eliminar. Sustituir. Modificar. Añadir. Reescribir. Acaba de declarar que ninguna de esas cosas hizo que Karen Bessarian dejara de ser su madre a sus ojos. ¿Puede entonces argumentarnos exactamente qué hay en la Karen Bessarian que está sentada en esta sala que hace que no sea su madre?
—Es que no lo es —dijo Tyler, llanamente.
—¿En qué sentido?
—En todos los sentidos. No lo es.
—Ya van dos veces, señor Horowitz. ¿Va a negarla una tercera?
López volvió a levantarse.
—¡Señoría!
—Lo retiro —dijo Deshawn—. Señor Horowitz, ¿cuánto tiene que ganar personalmente si este tribunal accede a permitirle impugnar el testamento de su madre?
—Mucho —dijo Tyler.
—Vamos, debe de conocer la cifra.
—No, no lo sé. No suelo manejar los asuntos financieros de mi madre.
—¿Cabe suponer que serían docenas de miles de millones? —preguntó Deshawn.
—Supongo.
—Es algo más que treinta monedas de plata, ¿no?
—¡Señoría, por el amor de Dios! —exclamó López.
—Lo retiro, lo retiro —dijo Deshawn—. Su testigo, señora López.
Después del almuerzo, María López se levantó, cruzó el pozo y se encaró a su cliente. Tyler parecía a la vez abatido y avergonzado. Su traje verde oliva estaba arrugado y llevaba su pelo ya escaso despeinado.
—El señor Draper le ha pedido que argumente qué hace que la demandante en este caso no sea su madre real —dijo López—. Ha tenido tiempo en la pausa para pensarlo.
Hubiese puesto los ojos en blanco, pero todavía no sabía cómo. Lo que López quería decir, por supuesto, era que habían tenido tiempo de reunirse en el almuerzo y que le había proporcionado una respuesta mejor.
López continuó.
—¿Quiere intentar decirnos de nuevo por qué la entidad que se hace llamar Karen Bessarian no es de hecho su difunta madre?
Tyler asintió.
—Porque es, como mucho, una copia de algunos aspectos de mi madre. No hay ninguna continuidad de personalidad. Mi madre era un ser humano nacido de carne y hueso. Cierto, en algún momento le hicieron un escaneo del cerebro y crearon esta… esta cosa a partir de él. Pero mi madre de carne y hueso no dejó de existir en el momento en que se hizo el escaneo; no es que la copia continuara donde la original cesó. Más bien, mi madre de carne y hueso voló en un avión espacial hasta la órbita baja de la Tierra, luego tomó una nave espacial hasta la Luna y se estableció en una colonia de retiro en su cara oculta. Todo eso le sucedió a mi madre después de que se hiciera esta copia, y esta copia no tiene ningún recuerdo de ello. Aunque reconozcamos que la copia es idéntica en todos los aspectos materiales a mi madre (y no lo reconozco, ni por un segundo), han tenido experiencias divergentes. Esta copia no es más mi madre de lo que lo sería su hermana gemela, si tuviera una.
Tyler hizo una pausa, luego continuó.
—Sinceramente, no me importa…, de verdad que no, si las conciencias copiadas son personas por derecho propio. Ésa no es la cuestión. La cuestión es si son la misma persona que el original. Y, en el fondo de mi corazón, con mi intelecto, con cada fibra de mi ser sé que no lo son. Mi madre está muerta. Desearía (¡oh, Dios, cómo lo deseo!) que no fuera cierto. Pero lo es. —Cerró los ojos—. Lo es.
—Gracias —dijo López.
—Señor Draper —dijo el juez Herrington—, puede llamar a su siguiente testigo.
Deshawn se puso en pie. Miró a Tyler, a Herrington, luego a Karen sentada a su lado. Y luego, extendiendo un poco los brazos, dijo:
—Señoría, la parte demandante pide un receso.
27
Ahora que estaba curado, me dediqué a hacer ejercicios más vigorosos: podía hacerlo y no quería perder la fuerza de las piernas; la necesitaría cuando regresara a la Tierra. Todos los días Malcolm y yo nos reuníamos en la cancha de baloncesto de Alto Edén.
Cuando llegué aquel día, él ya estaba allí, haciendo canastas. Las cestas estaban colocadas muy altas (a unos buenos diez metros), así que hacía falta mucha coordinación mano-ojo para meter la pelota, pero lo estaba haciendo bastante bien.
—Eh, Malcolm —dije, entrando en la cancha. Mi voz resonó como suele pasar en estos sitios.
—Jacob —contestó él, volviéndose a mirarme. Su voz sonaba un poco cauta.
—¿Qué?
—Sólo espero que no me arranquen la cabeza —dijo Malcolm.
—¿Eh? Oh, ayer. Mira, lo siento… no sé qué me pasó. Pero escucha, ¿has visto la televisión de la Tierra?
Malcolm lanzó la pelota, que pasó por el aro y luego cayó a cámara lenta.
—Un poco.
—¿Has visto las noticias?
—No. Y ha sido un placer no hacerlo.
—Bueno, tu hijo aparece en los titulares.
Malcolm recogió la pelota y se volvió hacia mí.
—¿De veras?
—Aja. Está representando a Karen Bessarian (la Karen descargada) en un caso en el que su personalidad legal ha sido cuestionada por su hijo.
Malcolm dribló un poco con la pelota.
—¡Ése es mi chico!
—Odio decirlo, pero espero que pierda. Espero que la otra Karen pierda. —Alcé las manos y Malcolm me lanzó la pelota.
—¿Por qué?
—Bueno, ahora que estoy curado, quiero irme a casa. Brian Hades dice que no puedo porque mi otro yo es la persona legal. Pero si eso es rebatido… —regateé con la pelota mientras me movía por la cancha, y luego salté elevándome más y más alto, muy por encima de la cabeza de Malcolm, y la colé en la canasta.
Mientras flotaba de vuelta al suelo, Malcolm dijo:
—¿Cuánto queda de juicio?
—Dicen que sólo durará otro par de días. —Doblé un poco las piernas para absorber el impacto del aterrizaje, que tampoco fue gran cosa.
—¿Y crees que pronto habrá una decisión que cambie tus circunstancias? —preguntó Malcolm, que se agachaba para recoger la pelota.
—Bueno, sí. Claro. ¿Por qué no?
Se dio media vuelta y suavemente hizo botar la pelota un par de veces.
—Porque con la ley no hay nada que sea rápido. Supongamos que Deshawn gana… y es un abogado cojonudo: probablemente lo hará. —Midió la distancia y lanzó la pelota, que se elevo más y más, y luego, al caer, encestó—. Pero ganar la primera ronda no cuenta. —Echó a correr, dando grandes zancadas voladoras, y atrapó la pelota antes de que golpeara el suelo—. La otra parte apelará, y tendrán que empezar de nuevo.
Lanzó otra vez la pelota, pero creo que deliberadamente, como para ilustrar su argumento.
—Y supongamos que Deshawn pierde —dijo—. Bueno, entonces será su parte quien apele.
Me agaché para recoger la pelota.
—Sí, pero…
—Y entonces la apelación será apelada; un caso como éste acabará en el Tribunal Supremo.
Yo tenía la pelota, pero la conservé en las manos.
—Oh, no creo que sea tan importante.
—¿Bromeas? —dijo Malcolm—. ¡Es trascendental!