Выбрать главу

– Nuestro antiguo director lleva varios meses enfermo -se disculpó Mailing-. Hay un mucho trabajo atrasado.

Por tanto, tendría que familiarizarse con el trabajo cotidiano: leer documentos, asistir a reuniones con funcionarios, revisar informes y hacer llamadas. Varios documentos esperaban su firma. Siguiendo a Meiling, recorrió todo el Departamento. Había varios ordenadores en cada sala, y el conjunto formaba una red de control del tráfico. A pesar de sus clases nocturnas de informática, Chen necesitaría dos o tres semanas para entender el sistema. Las responsabilidades de un director consistían no sólo en organizar a la policía del tráfico, sino también en mantener una estrecha cooperación con la Oficina de Transporte Público y el Ayuntamiento.

Después del recorrido, Chen estaba aún más desorientado. A primera hora de la mañana había decidido dimitir, creyendo que su carrera tocaba a su fin. Ahora estaba sentado ante una mesa impresionante, con un gran ventanal a sus espaldas que dominaba la plaza del Pueblo, y la luz del atardecer brillando sobre la placa de bronce de su título de director, pero no tenía tiempo para pensar en aquellos cambios inesperados. Meiling le entregó una copia del boletín del Departamento.

– Es el último número que acaban de entregarnos.

Estaba dedicado a los casos de infracciones de tráfico. La mayoría de los infractores eran bastante jóvenes, pero a pesar de ello, se exponían a graves sanciones, ya que el tono político del informe parecía serio. Algunos infractores incluso podían ser condenados a diez o quince años de cárcel. Se reclinó en su silla giratoria, a la vez exhausto y emocionado, observando cómo Meiling ordenaba los papeles en un montón sobre la mesa. Su primera secretaria. Era maravilloso. Se sentía intrigado por la experiencia de contar con una presencia femenina en el despacho. Se sentó a trabajar. El día acabó siendo mucho más largo de lo esperado. A las seis comentó a Meiling que podía irse a casa. Cuando llegó el momento de dejar el despacho, eran más de las ocho. Xiao Zhou había acertado: Chen tenía un coche a su disposición. El chófer había llamado a su despacho para saber a qué hora lo necesitaría, pero Chen rechazó el ofrecimiento. Como director de la Ofi cina de Control del Tráfico de Shanghai, se sentía obligado a conocer la situación sobre el terreno.

«Galopando jubiloso con mi caballo en el viento de la primavera, veo todas las flores de Luoyang en un día.»

La decisión de tomar el autobús, en lugar de volver a casa en coche, hizo que tardase una hora más. En la calle Henan el tráfico era tan intenso que el autobús avanzaba paso a paso.

Hacía calor y los pasajeros maldecían en silencio el aire viciado. Él también, sin explicárselo, se sentía cada vez más exasperado, inmerso en la angustia colectiva de la ciudad. Aun así, creía que era para él un deber moral conocer, como un habitante más, el suplicio del tráfico de Shanghai.

Tuvo que llegar a su piso y encender un cigarrillo para ponerse a pensar en los acontecimientos vividos durante el día. Lo normal sería que estuviera ilusionado con su inesperado nombramiento, pero precisamente le turbaba que se hubiese dado de improviso. ¿ Y por qué habrían de escogerlo a él, entre tantas personas, para un puesto tan importante?

«Quien ha padecido una mordedura de serpiente siempre

sentirá temor ante la sombra de una cuerda.»

Sin embargo, aquello no parecía una trampa. Pensó, a propósito de la llamada de larga distancia de Ling, en el último comentario del secretario del Partido Li cuando salió de su despacho. ¿Acaso lo habían ascendido por su familia? Eso era lo que más temía.

CAPÍTULO 38

El inspector jefe Chen, el director Chen, no tardó mucho en ejercer su nueva autoridad sentado en la silla giratoria de cuero de su despacho, ante una pared tapizada de planos callejeros y de transporte público, observando el movimiento de la gente por la plaza del Pueblo. Una de las primeras instrucciones que Chen había dado a su secretaria fue la de llamar al Viejo cazador. El anciano trabajaba ahora como agente provisional de tráfico, y por lo tanto Mailing no tuvo dificultad alguna para encontrarlo. El Viejo cazador llegó al despacho justo cuando ella se iba. Chen le pidió que se quedara.

– Meiling, no te vayas. Por favor, tráeme las normas relativas al puesto de asesor para nuestro Departamento. Ya sabe…, compensaciones y otros beneficios.

– Todo está en el archivo. Iré a buscarlo.

– Enhorabuena, inspector jefe Chen. ¡Oh no!, director Chen -dijo el Viejo cazador mientras examinaba los impresionantes muebles del despacho-. Todos dicen que está haciendo un excelente trabajo.

– Gracias, viejo camarada Yu. Es mi segundo día. Como recién llegado, necesito su valiosa ayuda.

– Haré todo lo que pueda, director Chen.

– Usted ha trabajado como agente de tráfico. Supongo que habrá notado que los accidentes son nuestro mayor problema, pues no sólo causan heridos, sino que provocan graves atascos.

– Cierto -el Viejo cazador lanzó una mirada curiosa a Meiling, que estaba arrodillada en el suelo, buscando en uno de los cajones del archivador-. Creo que se debe en parte a que cada vez hay más gente que conduce sin carnet.

– Tiene razón. Conducir se ha convertido en una moda. Todo el mundo quiere ponerse al volante de un coche. Las autoescuelas son demasiado caras y los cursos duran mucho, así que algunas personas conducen sin permiso.

– Eso es verdaderamente peligroso.

– Así es. Hay muchos jóvenes que, al parecer, creen que son conductores natos. Son totalmente irresponsables.

– Por eso quiero que haga algo, una especie de experimento. Escoja una zona concreta, apóstese ahí y manténgase atento a esos conductores sin carnet. Si tiene una corazonada, detenga al coche y proceda a una revisión. No se limite a pasar una multa, sino que debe llevarlos detenidos sin importar quién pueda ser.

– Buena idea -repuso el Viejo cazador-. Como dice el viejo refrán: «A grandes males, grandes remedios».

– E infórmeme directamente a mí.

– Está bien. De tal palo, tal astilla. ¿Dónde piensa destinarme?

– ¿Qué le parece el distrito de Jingan? En cuanto a las calles, escoja una. Yo sugeriría que empiece por la calle Henshan.

– ¡Oh, la calle Henshan! Sí-se le iluminaron los ojos-, ya entiendo, inspector jefe Chen…, quiero decir, director Chen.

– Es una tarea importante -insistió-. Sólo un veterano como usted puede conseguirlo, así que me gustaría nombrarlo asesor especial. Tendrá un par de agentes a sus órdenes.

– No, no tiene para qué crear un puesto para mí, director Chen. En cualquier caso, haré todo lo que pueda.

– Meiling -se volvió hacia su secretaria-, cuando encuentre las normas de compensación, envíele al asesor Yu el dinero que corresponda.

– Ya las tengo -respondió-. Se puede extender un talón enseguida.

– ¡Estupendo! Gracias.

– ¡No! -protestó avergonzado el Viejo cazador-. Preferiría trabajar como voluntario.

– ¡En absoluto! Se le pagará, y también contará con esos hombres. Corresponde a su autoridad. Sólo quiero insistir en una cosa: haga lo que deba, sin que importe a quién pertenezca el coche, con matrícula blanca o no.

– Ya le entiendo, camarada director Chen.

Chen, aun estando Meiling presente, creía haber hablado con claridad para el Viejo cazador, quien podría detener a cualquiera que condujera el Lexus blanco, al menos durante un día. Si algo no iba bien, el Viejo cazador no era más que un agente de tráfico que cumplía con su obligación, de modo que ahora había algo que Chen podía hacer a propósito del caso Guan. El resultado se produjo antes de lo esperado.

Aquel jueves tuvo que asistir a una reunión sobre el terreno. El alcalde inspeccionaba los trabajos del puente que conectaba las orillas del río Huangpu. Cuando estuviera terminado, ayudaría a aliviar la densidad del tráfico en la zona. Chen debía estar allí e intercambiar impresiones con un grupo de cuadros, cruzando de un lado a otro del puente. Al volver a la oficina, Meiling le señaló la puerta cerrada de su despacho con una leve expresión de curiosidad. Al acercarse, oyó una voz aguda dentro.