Выбрать главу

Cuando el caso llegó a sus oídos, él bailaba con Wang en la fiesta de inauguración de su piso. En los días siguientes, Wang lo acompañó en las primeras etapas de la investigación. En realidad, ni siquiera pensaba en Ling esos días. La carta que envió desde la Oficina de Correos era cualquier cosa menos romántica, inspirada por un momento de desesperanza. Instinto de supervivencia. Él era un sobreviviente, demasiado ambicioso para perecer sepultado por el innoble silencio. Lo había incitado a ese acto desesperado la imagen de Liu Yong, el censurable poeta de la dinastía Song, que sólo tenía a una prostituta que se ocupara de él en su lecho de muerte. Chen se había propuesto no acabar como un perdedor, como Liu Yong. "Tienes que encontrar una salida", se autoimponía. Así fue como ella había vuelto a hacerse presente en su vida. ¿Sólo por una noche, o quizá algo más que eso?

Y ahora, ¿qué se suponía que debía hacer? A pesar de las diferencias en sus orígenes familiares, tenía que haber una manera de estar juntos. Habrían de vivir en su propio mundo, no sólo en las interpretaciones impuestas por terceras personas. Aun así, no podía sino estremecerse ante las perspectivas que tenía por delante. El mundo que se le presentaba no sería completamente suyo, aunque sí mucho más llevadero, incluso sin esfuerzo. Jamás podría sacudirse de encima la idea de que, si lograba un objetivo, no se debería a su trabajo. Ella no tendría por qué ir a ver a tal o cual ministro diciendo que era su novia. Él mismo se habría convertido en un HCS, y la gente estaría dispuesta a hacerle muchos favores.

No tenía sentido volver al despacho en ese momento. No estaba de humor para escuchar al secretario del Partido Li recitando el editorial del Wenhui. Tampoco quería volver a su piso, solo, después de una noche como esa.

Al poco rato, se dio cuenta de que se encaminaba a casa de su madre. Ella dejó el periódico que estaba leyendo.

– ¿Por qué no has llamado? -preguntó y luego se incorporó ofreciéndole una taza de té-.

– La política -dijo él-› nada más que política.

– ¿Has tenido problemas en el trabajo? -su madre parecía intrigada-.

– No, todo va bien.

– La política… ¿ Quieres decir la Conferencia, o es el caso del HCS que sale en los periódicos? Está en boca de todo el mundo.

Chen no sabía cómo explicarle. A su madre nunca le había interesado la política. Tampoco sabía si debía contarle algo acerca de Ling, que era lo que realmente interesaría a la anciana, así que se limitó a decir:

– He estado a cargo del caso Wu, pero no ha concluido de manera adecuada.

– ¿Se ha hecho justicia?

– Sí, si se deja aparte la política…

– He hablado con varios vecinos. Todos están muy satisfechos con los resultados del juicio.

– Me alegro, madre.

– En realidad, he estado pensando algunas cosas sobre tu trabajo desde nuestra última conversación. Todavía tengo la esperanza de que algún día sigas los pasos de tu padre, pero en tu posición, si crees que puedes hacer algo por tu país, deberías perseverar. Si hay unos cuantos policías honrados, las cosas irán un poco mejor, aunque no demasiado.

– Gracias, madre.

Después de beber el té, lo acompañó hasta la calle. En medio del pasillo, repleto de hornillos y utensilios de cocina, se cruzó la tía Xi, una vieja vecina, que los saludó con entusiasmo.

– Señora Chen, su hijo ahora es un cuadro superior, director inspector jefe, o un alto cargo por el estilo. Esta mañana he leído el periódico y me ha llamado la atención su nombre junto a un título importante.

Su madre sonrió sin decir palabra, porque quizá la nueva posición de Chen también la halagaba a ella.

– No nos olvides en tu alto puesto -dijo la tía Xi-. Recuerda que yo te vi crecer.

Afuera, en la calle, vio a un vendedor ambulante friendo empanadillas en un wok enorme sobre un fogón a gas, una escena familiar de su infancia, sólo que entonces se usaban fogones de carbón. Una sola empanadilla frita era una delicia para un niño, pero su madre le compraba dos o tres. Una madre que lo amaba, una madre bella y joven que lo apoyaba. «El tiempo pasa en lo que se tarda en chasquear los dedos», como decía Buda. En la parada de autobús se giró y la vio, todavía junto a la entrada de la casa, pequeña, encogida y gris en el crepúsculo, pero seguía apoyándolo. El inspector jefe Chen no dimitiría del Departamento de Policía. La visita había fortalecido su decisión de continuar. Puede que ella nunca aprobase su decisión. No obstante, siempre y cuando hiciera su trabajo a conciencia, no la decepcionaría. Además, era su responsabilidad apoyarla. Compraría una libra de auténtico té de jazmín la próxima vez que fuera a verla, y asimismo, pensaría cómo contarle lo de su relación con Ling.

Si el amor que un hijo le devuelve a su madre es siempre insuficiente, entonces ¿qué se podría proclamar de la responsabilidad que cada uno tiene para con su propio país? Como reza uno de los poemas que Chen había aprendido de su padre:

«¿Quién dice que el esplendor de una brizna de hierba devuelve el amor de la primavera que siempre regresa?»

Qiu Xiaolong

Qiu Xiaolong nació en Shanghai en 1953 y reside actualmente en Saint Louis (EE UU). Durante la Revolución Cultural su padre fue represaliado y él se vio forzado a dejar la escuela. En 1976 logró entrar en la Universidad, donde se especializó en literatura anglo-americana. Tradujo a Joyce, Faulkner y Conrad, y publicó varios libros de poesía y de crítica literaria. En 1989 los acontecimientos de Tiananmen le sorprendieron en Estados Unidos, donde estudiaba la obra de T.S. Eliot. Su nombre descolló entre los simpatizantes del movimiento democrático chino, lo que impidió el regreso a su país. Comenzó a escribir en inglés y publicó en diversas revistas y antologías. Desde 1994 es profesor de literatura en la Washington University. Muerte de una heroína roja fue galardonada con el Premio Anthony a la Mejor Primera Novela y resultó finalista del Premio Edgar. Traducida a catorce idiomas, lograría un enorme éxito de crítica y ventas en todo el mundo. Posteriormente publicó Visado para Shanghai (Almuzara, 2007). Xiaolong está considerado en la actualidad uno de los autores más talentosos de la nueva novela negra.

***