La investigación de la tarde fue mucho más productiva. Tres horas de lectura arrojaron toda una revelación: por lo visto, Wu Xiaoming era un fotógrafo bastante prolífico que publicaba sus fotografías en toda la prensa escrita, desde las grandes revistas hasta en las de segundo o tercer nivel. La temática también era variada, si bien se podían clasificar en dos grandes categorías. La primera era política. Gracias a su familia, Wu tenía acceso a numerosas personalidades que no se negaban a que sus fotografías fueran publicadas. Podían ser un símbolo de su permanencia en el poder, y de paso, contribuir a la carrera de Wu. La segunda podía definirse como artística, en la que daba fe de una gran pericia técnica. Wu solía realizar series de fotos en las que abordaba el mismo motivo desde diferentes perspectivas. Al parecer, disfrutaba componiendo esas "secuencias temáticas". Una de ellas era una colección de fotos de Guan publicadas en el vespertino Xingming. Se la veía en el trabajo, en reuniones y en casa. En una aparecía cocinando, con un delantal bordado atado a la cintura y zapatillas rojas. Freía pescado y las gotas de sudor eran visibles en su frente. Desde luego, no se hallaba en su cocina, puesto que era un lugar espacioso y bien iluminado, con una bonita ventana semicircular por encima de la fregadera. La fotografía resaltaba el aspecto delicado y femenino de una trabajadora modelo de rango nacional, lo cual establecía un equilibrio con el resto del reportaje.
Los demás personajes retratados por Wu también eran muy conocidos en sus respectivos ámbitos. A Chen le agradó sobre todo la serie de Huang Xiaobai, un célebre calígrafo. El reportaje lo mostraba mientras trazaba el carácter chino cheng (un trazo horizontal, un punto, un trazo inclinado y otro vertical), como si cada movimiento representara una etapa diferente de su vida que culminase con el carácter que significa «el que dice la verdad».
Para sorpresa suya, encontró una serie de Jiang Weihe, una joven artista emergente que Chen había visto en varias ocasiones. En una de las fotografías se la veía trabajando. Vestía pantalones cortos que dejaban sus piernas al aire, y parecía absorta en su obra: la escultura de un fotógrafo desnudo, sosteniendo una cámara y enfocándole a ella. Se titulaba Creación, una composición original.
También había fotografías para revistas de moda, casi todas de chicas jóvenes y guapas. Los semidesnudos o los desnudos integrales seguían siendo polémicos, pero ya no eran censurados en China. A Chen le sorprendió el tratamiento del tema.
En una pequeña revista provincial llamada Ciudad de las flores, una fotografía mostraba a una mujer desnuda que dormía recostada. La suavidad de sus curvas se difuminaba en el fondo blanquecino formado por la pared y la sábana. La presencia de un lunar en su nuca realzaba el efecto. Por algún motivo, la mujer le pareció familiar, aunque no podía ver su cara. Recordó algo y, frunciendo el ceño, cerró la revista.
Cuando llegó la hora de cerrar la Biblioteca, Chen todavía no había terminado. Pidió prestado el ejemplar de Ciudad de las flores. La bibliotecaria se mostró muy amable y le ofreció reservar las revistas restantes para que pudiera pedirlas al día siguiente sin tener que esperar. Chen se lo agradeció sin estar seguro de poder dedicar otra jornada a la Biblioteca, donde además le costaba concentrarse. Algo indefinible en el ambiente le molestaba. ¿Sería su subconsciente? El inspector jefe Chen no tenía ganas de psicoanalizarse, y menos aún en medio de una investigación.
Aunque pudiese tratarse del hallazgo más importante hasta el momento, Chen no experimentaba ninguna satisfacción especial. La implicación de Wu Xiaoming empezaba a apuntar hacia algo que no había imaginado. Lo llevaría a interrogar a Wu y, muy probablemente, también como representante de los HCS, o sea, las siglas relativas a los «hijos de los cuadros superiores».
Al volver al despacho, llamó a Wang. Por suerte, todavía estaba allí.
– Te agradezco mucho tu ayuda.
– No hay de qué -contestó con una voz que parecía muy cercana-. ¿Has avanzado algo?
– Algo. ¿Estás sola en el despacho?
– Sí, tengo que entregar un trabajo. También he llevado a cabo una investigación paralela sobre tu sospechoso, pero puede que ya sepas muchas cosas sobre él.
– Cuéntame.
– Aunque por su trabajo Wu sólo es un miembro del equipo de Estrella roja en Shanghai, puede que sea mucho más importante. Como todo el mundo sabe, la revista es una especie de portavoz del Comité Central del Partido, por lo que está en relación directa con ciertas personas de las altas esferas, y el hecho de publicar fotografías de las mismas le granjea un trato privilegiado.
– Ya lo sospechaba.
– Además, se rumorea que podría ser ascendido a un nuevo cargo, quizá Ministro de Cultura de Shanghai.
– ¿Qué dices?
– Sí, la gente dice que Wu es a la vez «rojo y experto». Es joven, tiene talento y se graduó en una universidad nocturna. También está en la lista para asistir al mismo seminario que tú.
– Bueno, como dice el viejo refrán -advirtió Chen- «Los enemigos se encontrarán en un sendero estrecho». No es eso lo que me preocupa, sólo que…
– Sólo que… ¿Cuál es el problema? -se anticipó-.
– Digamos que, en una investigación, uno de los elementos importantes es el móvil, siempre tiene que haber un motivo para que las personas hagan algo, pero no consigo dar con él.
– Entonces ¿sin el móvil no puedes proseguir con la investigación?
– Así es -reconoció-. Puede que las pruebas circunstanciales apunten hacia Wu, pero no tenemos una hipótesis convincente para explicar por qué habría actuado de esa manera.
– Quizá deberíamos tomar otro té en La Ribera y seguir hablando del caso -dijo ella-.
– En mi casa, mañana por la noche -dijo Chen-. No has rechazado mi invitación, ¿verdad?
– ¿Otra fiesta?
– No, sólo tú y yo.
– ¿Con velas románticas?
– Si se corta la luz.
– Nunca se sabe -dijo ella-, pero ahí estaré.
CAPÍTULO 17
El lunes por la mañana, el inspector jefe Chen había tenido que asistir a una reunión en el Ayuntamiento. De vuelta al despacho, compró un trozo de tarta de arroz transparente a un vendedor ambulante y la comió sin saborearla.
El inspector Yu no estaba en la oficina. Chen recogió un sobre marrón que habían entregado por la mañana y que contenía una casete con una etiqueta donde se leía:
«Declaración de Lao Guojun en el Departamento de Policía de Shanghai, 15:00, 2 de junio de 1990. Interrogado por el inspector Yu Guangming en presencia del sargento Yin Wei».
Chen puso la casete en el reproductor. El inspector Yu también estaba muy ocupado, y asumía el día a día de todas las tareas de la brigada, incluso los domingos. Por lo visto, la cinta había sido grabada a la misma hora en que Chen y Wang comían en el restaurante de fideos. Comenzó con una introducción de Yu, a la que siguió otra voz con un inconfundible acento ningbo. Chen se dispuso a escuchar la grabación con las piernas sobre la mesa, pero al cabo de un minuto dio un respingo y rebobinó para volver al principio.
«Yu.-Declaración de Lao Guojun, treinta y cuatro años, con domicilio en el número 72 de la calle Henan, distrito de Huangpu, Shanghai. Ingeniero. Ha trabajado diez
años en la Compañía Química del Pueblo. Casado, con una hija de cinco años. ¿Es correcta la información?
Lao.-Sí, es correcta.
Yu.-Quiero que sepa que contribuye a nuestra investigación y que le agradecemos su ayuda.
Lao.-Continúe, por favor.