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– ¡Es indignante!

– Aún eran más indignantes las referencias que había escrito en el reverso.

– ¿Qué tipo de referencias?

– Pues… En un episodio de Sherlock Holmes hay un criminal sexual que guarda fotos de las mujeres que ha conquistado junto con las descripciones de sus posiciones, sus secretos y preferencias en la cama, todos los detalles íntimos de las relaciones sexuales que ha tenido con ellas. ¡Vamos, inspector Yu!, seguro que usted conoce bien la historia.

– El inspector jefe Chen ha traducido unas cuantas novelas policíacas occidentales -precisó el inspector Yu un tanto ambiguamente, ya que él mismo nunca había leído la historia-. Puede hablar de eso con él.

– ¿Ah, sí? Creía que sólo escribía poemas.

– ¿Y qué habría querido hacer Wu con esas fotos?

– No lo sé, pero no es un simple don Juan que satisfaga su vanidad mirando las fotos de esos desnudos que ha conquistado.

– ¡Qué hijo de puta! -masculló él, que ni siquiera sabía quién era don Juan-.

– Yo podría vivir con un don Juan, pero esa especie de cinismo, esa sangre fría… me quitó todas las ganas, así que decidí separarme de él.

– Fue una sabia decisión.

– Yo tengo mi trabajo -dijo ella con mirada sombría-. No quería verme envuelta en un escándalo. Ya le he dicho todo lo que sé.

– Es una información muy valiosa. Nos ha sido de gran ayuda, camarada Jiang. Puedo asegurarle que su nombre no saldrá en los archivos oficiales de la investigación.

– Se lo agradezco.

Jiang se levantó y acompañó a Yu hasta la puerta.

– ¿Camarada inspector Yu? -¿Sí?

– Creo que quizá hay algo más que les puede servir, pero tengo que pedirle un favor.

– Si es que puedo.

– Wu y yo nos hemos separado. Aunque le guarde rencor, no debería tirar piedras en el pozo donde se está ahogando, y jamás le diré nada que no haya visto u oído por mí misma, pero conocí a una de las chicas que estaban con Wu cuando nos separamos.

– ¿Quién es?

– Se llama Ning Jing. Cómo la encontró Wu o qué vio en ella, no tengo ni idea. Quizá era sólo un objeto más para el ojo de su cámara, para encuadrar, disparar y luego guardarla en su álbum. Se lo comento porque puede que ella sepa algo de Wu y Guan. Diría que Guan podría ser la chica que la reemplazó.

– Sí, quizá sea una pista importante, camarada Jiang. Lo averiguaré, sin duda. ¿En qué puedo ayudarle yo?

– Si es posible, intente no darle ninguna publicidad. Ése es el favor que le pido. Yo ya he vivido mi dosis de escándalos y alguna que otra columna en la prensa sensacionalista no me haría mucho daño, pero ella es diferente. He sabido que pronto se va a casar.

– De acuerdo, haré todo lo posible. ¿Tiene su dirección?

– Su nombre está en la guía telefónica -cogió un listín-. Deje que se lo mire.

Yu anotó el nombre, dirección y teléfono.

– Gracias, le contaré al inspector Chen lo mucho que nos ha ayudado.

– Salúdelo de mi parte.

– Eso haré. Adiós.

A los pies de la escalera, Yu se giró y la vio todavía descalza y esperando en el rellano, pero no lo miraba a él sino al horizonte, lejos, por encima de los tejados de colores. Una mujer agradable, aunque su filosofía de la vida lo superaba. "Ser diferente como el inspector jefe Chen. Quizá es el precio que uno paga por ser artista", sospechaba el inspector Yu, y a pesar de todo, Chen era un policía competente. Sin embargo, en el caso de Wu Xiaoming, la cuestión tenía que ver con algo más que ser diferente. Yu decidió ir a ver a Ning Jing enseguida.

Jiang Weihe había colaborado, pero sólo después de que él interpretara a la vez los papeles de "poli bueno" y "poli malo" mediante la amenaza de revelar su identidad en el desnudo de la revista y con la nota de saludo de Chen. En el caso de Ning, el inspector Yu no tenía nada de qué valerse. Nada más que la escasa información de Jiang que, pese a lo que había dicho, podía guardarle algún rencor a Ning. La única carta que podía jugar era un farol, una de las tácticas más eficaces cuando se trataba de conseguir que hablara un testigo potencial, sobre todo ante la posibilidad de un escándalo que saltara a la prensa sensacionalista. Una sola llamada a su unidad laboral de parte de la policía de Shanghai bastaría para desatar un mar de rumores, de dedos acusadores, de sacudidas de cabeza, hasta de escupitajos por la espalda y quién sabe qué más. No haría falta abrir una investigación formal para que se convirtiera en sospechosa.

El piso de Ning quedaba en la calle Xikang, cerca de La puerta de la alegría, un club nocturno que había sido rehabilitado y reabierto. Tocó el timbre y le abrió la puerta una mujer joven.

– ¿Qué quiere?

Ning llevaba una camiseta muy grande que le cubría por completo los pantalones cortos. Su edad no era fácil de adivinar. Vestía casi como una adolescente, o quizá era un estilo demasiado moderno para Yu. Tenía ojos grandes y negros, la nariz recta, con el pelo recogido hacia atrás y sujeto con un pañuelo, y labios húmedos, sensuales, incluso un tanto impúdicos.

– Soy el inspector Yu Guangming, de la policía de Shanghai. Tengo que hacerle unas cuantas preguntas.

– ¿Qué he hecho?

– No es acerca de usted, sino de alguien que conoce.

– Enséñeme su identificación -le exigió-. En este momento, tengo que salir.

– No tardaré mucho -repuso Yu enseñando su placa-. Le agradeceríamos su colaboración.

– De acuerdo, pase.

Era un piso pequeño y acogedor, pero tratándose de una joven soltera, algo desordenado. Un edredón arrugado tapaba la cama aún deshecha. Sobre la mesa había un cenicero vacío, aunque sucio. No había cuadros, si bien de la pared colgaban unas cuantas fotos de revistas de coches y estrellas de cine. De debajo de la cama asomaban dos pares de zapatos. Jiang y Ning tenían algo en común: las dos tenían piso propio.

– ¿Qué quiere usted de mí? -preguntó cuando Yu se sentó en una silla de mimbre-.

– Unas cuantas preguntas sobre Wu Xiaoming.

– ¿Wu Xiaoming? ¿Por qué?

– Usted sale con él, ¿no?

– No, sólo me ha tomado unas cuantas fotos para su revista.

– ¿ De verdad?

– Sí, no hay nada más.

– Entonces no le importará contestar a mis preguntas. Si colabora, lo que diga no quedará registrado en los informes.

– ¿Qué está insinuando, camarada inspector?

– Wu está implicado en un caso de asesinato.

– ¡Dios mío!… ¿Qué? -sus ojos oscuros se volvieron aún más grandes-. ¿Cómo?

– Aún no tenemos toda la información -prosiguió-. Por eso agradeceríamos su ayuda.

– Pero yo no puedo ayudarles. Apenas lo conozco.

– Si se niega a colaborar, entonces nos veremos obligados a contactar con su unidad laboral -le previno-. Es la Es cuela Elemental Huanpu, ¿no es así?

– Vaya usted si quiere. Es todo lo que diré -dijo ella-. Se levantó e hizo un gesto hacia la puerta.

La mujer empezaba a irritar a Yu con su dichosa resistencia, y tampoco le agradaba esa manera de llevar a cabo la entrevista. Además, en la silla de mimbre donde se había sentado había un objeto duro que lo hacía sentirse todavía más incómodo frente a ella.

– Pero me temo que hay más. No hablamos de sus fotos en las revistas, sino de las que hay en su álbum. Seguro que usted las conoce mejor que yo.

– ¿A qué se refiere? -preguntó ella con una mueca involuntaria, aunque supo disimularla-. Enséñemelas.

– Le enseñaremos esas fotos a su director, todas y cada una de ellas -amenazó marcándose un farol-. Son fotos nada decentes para una maestra, que también las verán muchas otras personas.