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– No tiene derecho.

– Sí, tenemos todo el derecho. Vivimos en la China socialista. Las autoridades del Partido le han pedido a la gente que luche contra la decadencia burguesa de Occidente. Estas fotos serán un buen ejemplo.

– ¿Cómo puede hacer eso?

– Podemos hacer lo que queramos con ellas, porque son pruebas en una investigación criminal. También tenemos una testigo que declarará acerca de su relación con Wu. Si usted se propone obstruir nuestra investigación, no nos quedará otra alternativa.

Ning se había puesto totalmente rígida, sentada al borde del sofá, con las piernas muy juntas. Ahora, además de sonrojarse, pequeñas gotas de sudor se le acumulaban a lo largo de la raya del pelo, a pesar de sus esfuerzos por conservar la calma.

– ¿Qué quiere que haga? -dijo finalmente con un leve temblor de pánico en la voz-.

– Cuéntenos todo lo de su relación con Wu, incluyendo los detalles como en un folletín.

Yu se dio cuenta del sarcasmo que imprimía a su voz. "No tiene sentido hacerle pasar un rato tan amargo", se dijo.

– ¿Por dónde quiere que empiece?

– Por el principio de todo.

– Fue hace cosa de un año, creo. Wu vino a verme como fotógrafo de Estrella roja. Me preguntó si podía tomarme unas fotos. Me dijo que tenía la cara típica de una profesora de instituto y que estaba trabajando en un proyecto para la revista Pueblo.

– Una cara típica de profesora de instituto -repitió Yu-

– No es un gran cumplido, aunque él tenía su manera de perseguir a la gente.

– ¿Así que las fotos se publicaron?

– Sí, pero en realidad eso no le interesaba mucho, según me contó después. Sólo quería conocerme.

– El sucio truco de siempre, y todas caían igual.

– Sin embargo, tenía talento y cumplía su palabra. Esas fotos en Pueblo me ayudaron en mi posición en el instituto. Después, nos conocimos más a fondo.

– ¿Y se convirtió en una aventura?

– Sí, empezamos a salir.

– ¿Usted no sabía que él estaba casado?

– Al principio no lo sabía, y él nunca intentó ocultarlo. La tercera o cuarta vez que salimos me contó lo de su matrimonio y me explicó que no era feliz. Me hacía cargo: con una mujer enferma y neurótica… Lo que más le importaba, me decía, eran los ratos que pasábamos juntos, así que yo creí que a lo mejor con el tiempo podríamos llegar a algo.

– ¿Fue él quien dio el primer paso en su relación sexual?

– ¿Tengo que contestar a esa pregunta? -Ning se retorcía las manos-.

– Sí. Si contesta ahora, se ahorrará el mal trago más adelante.

– Bueno, Wu me invitó a una fiesta en su casa, y al final, me pidió que me quedara un rato. Acepté. Estaba un poco bebida.

– Entonces ¿él se aprovechó de usted mientras estaba bebida? •

– No, no me forzó -dejó caer la cabeza apretándose las manos con un gesto de impotencia-. Yo estaba dispuesta, esperando que tarde o temprano cambiara de opinión.

– ¿Que cambiara de opinión?

– Sí, yo esperaba que Wu decidiera casarse conmigo y divorciarse de su mujer.

– ¿Cuánto tiempo estuvieron juntos?

– Un par de meses.

– ¿Usted se sentía feliz… a su lado?

– Al principio, cuando las cosas iban bien.

– ¿Con que frecuencia se veían?

– Dos o tres veces por semana.

– ¿ Qué tipo de hombre era… sexualmente, quiero decir?

La pregunta sorprendió a Ning. Tirando de su camiseta con un gesto nervioso, habló con un hilo de voz.

– Normal.

– ¿Y usted no tenía miedo de quedarse embarazada?

– Sí, pero siempre me cuidaba.

– ¿Y por qué puso fin a la relación?

– Decidió que no se divorciaría de su mujer.

– ¿Discutió con él a propósito de ese tema?

– Sí, pero no sirvió de nada.

– Podría haberlo denunciado… o haber informado a su unidad laboral.

– ¿De qué habría servido? -una lágrima rodó por su mejilla-. Con su familia, ¿quién me hubiera prestado atención? Además, tal como estaban las cosas, yo estaba en tercera fila.

– ¿Así que dejó que se saliera con la suya?

– Discutí con él, y reaccionó de la forma más espantosa. Esas fotos… Usted las ha visto, ¿no? Me amenazó con mostrarlas a otras personas si seguía molestándolo.

– ¡El muy cabrón! Un auténtico HCS -Yu se levantó, miró por encima de la cabeza de Ning hacia el cielo gris y triste más allá de la ventana, sacó un cigarrillo y lo encendió antes de volver a sentarse en la dura silla de mimbre-. ¿Y cómo pudo dejar que le tomara esas fotos?

– Yo había posado para él como profesional -sollozó- Más tarde, dejé que tomara otras… más íntimas. Tenía su propio laboratorio y su equipo, así que no me preocupaba. Pero esas horribles fotos de desnudos las tomó mientras yo dormía, y posó encima de mí sin que yo lo supiera.

Ya entiendo.

Eso significaba que las fotos no eran sólo de Ning, sino de ella y Wu juntos. Yu necesitaba un momento para pensar en ese nuevo dato. Al parecer, Wu tomaba las fotos y las guardaba con el propósito de deshacerse de una mujer cuando ya no la deseaba.

– ¿Y así acabó su relación? -preguntó Yu-.

– Sí, nunca más volvió a llamarme.

– Sólo una pregunta más. ¿Wu Xiaoming estaba viéndose con otra persona cuando usted se separó de él?

– No estoy segura, pero había otras chicas en esas fiestas.

– ¿Conoció entre ellas a una persona llamada Guan Hongying?

– No. Guan Hongying… ¿Se refiere a la trabajadora modelo de rango nacional? ¡Dios mío!

Yu sacó una foto de Guan que llevaba en el bolsillo.

– ¿La reconoce?

– Sí, me parece que sí. La vi una vez en casa de Wu. La recuerdo porque estuvo colgada de él toda la noche, pero yo no sabía su nombre en aquel entonces. Wu no se la presentó a nadie.

– No es muy sorprendente. ¿Sabe algo más acerca de ella?

– No, nada más -Ning hurgó en su bolso y encontró un pañuelo-.

– Póngase en contacto conmigo si se le ocurre algo, camarada Ning.

– Eso haré. ¿No se lo contará a nadie más?

– Puede estar tranquila.

Ella lo acompañó a la puerta con la cara bañada en lágrimas y la cabeza gacha. Ya no se parecía en nada a la antagonista hostil de hacía una hora, y tiraba con gesto nervioso de su camiseta demasiado grande. El inspector Yu había tenido éxito con su farol y disponía de información que no esperaba. No obstante, aquello no lo entusiasmaba demasiado, ya que a su manera, Ning también era una víctima. Volvió cansinamente sobre sus pasos. En lugar de aclarar el rompecabezas, los hechos recién descubiertos parecían añadirse a su complejidad: "¡Ese HCS es un monstruo! Tantas mujeres en su vida… Hasta en sus momentos más íntimos con una mujer, no se había olvidado de tomar aquellas fotos para su objetivo último. Pero ¿qué sentido tenía conquistar a tantas si no veía futuro con ninguna de ellas? ¿Por qué?" En la vida de Yu, sólo había una mujer: Peiqin, pero Yu era un hombre feliz gracias a ella.

¿Había una mujer en la vida del inspector jefe Chen? Según Jiang, sí años antes en Beijing. Yu no sabía nada de aquello, aunque se decía que en los últimos tiempos se le veía a menudo en compañía de una mujer. Sin embargo, según el Comité de Vivienda, no había nadie. De lo contrario, era evidente que Chen habría intentado servirse de ello al postularse para un piso. Incluso Jiang parecía tener una debilidad por el inspector jefe. Al menos, había cambiado bruscamente de actitud después de leer su nota. El hecho de que Chen la hubiera reconocido en la foto también lo intrigaba. Sólo aparecía su espalda desnuda. ¿Acaso era el lunar en la nuca lo que le desvelaba su identidad? ¿Era posible que hubiera algo entre ellos? "¡Ojalá me equivoque!", pensó Yu enseguida, puesto que ahora veía a Chen como un amigo. Ya era hora de que el inspector jefe sentara cabeza, si bien no con alguien tan moderna como Jiang.