– ¿Qué? ¿Qué? -dijo Maureen, y tiró del codo de Liam e hizo que el cuello se le moviera hacia un lado. Liam soltó un grito y se lo tocó con la mano, emitiendo quejidos a causa de la tortícolis.
– Le conté a Benny lo del armario -dijo susurrando doblado por el dolor y con las dos manos sobre la parte del cuello que le hacía daño.
Maureen estaba a su lado, atónita, con los brazos caídos sobre las caderas. La lluvia fría se deslizaba por su rostro y le caían gotas de la nariz y la barbilla.
– ¿Se lo contaste? -dijo Maureen en voz baja.
– Sí -dijo Liam, todavía encogido por el dolor.
– Me dijiste que no se lo habías contado a nadie -dijo ella.
Liam se irguió un poco.
– Lo olvidé -dijo mirándola.
– ¿Le dijiste de qué armario se trataba?
– Se lo señalé un día que estábamos en tu casa. Dios mío, Mauri, lo siento.
Maureen se puso de puntillas, le dio un beso en la mejilla y volvió a darle el brazo.
– No tienes por qué sentirlo, Liam. De verdad.
Siguieron caminando sin hablar. Liam dejó la mano que tenía libre sobre el cuello. Maureen le cogía el brazo con demasiada firmeza, estrechándolo contra su costado y pellizcándole la piel con el interior del codo. Liam sentía el bíceps diminuto de Maureen chocando contra su brazo y la intensidad con que lo hacía le asustó.
– ¿Por qué dejaría el cuchillo en el piso? -preguntó Liam.
– Bueno, si lo encuentran allí parece que lo hice yo porque no salí de casa, ¿no?
Liam asintió con la cabeza.
– Vale, pero, ¿por qué tardó tanto?
– No lo sé. Quizá no trabaje solo y no fuera idea suya dejarlo allí. Quizás otra persona le dijo que lo hiciera y no pudo negarse. El primer día, Benny me dijo que si encontraban el cuchillo en mi casa parecería que lo había hecho yo. No me lo habría dicho si hubiera tenido la intención de dejarlo en el piso. Creo que debió de mencionárselo a alguien y ese alguien le dijo que fuera a mi casa y lo hiciera.
– Es un cerdo -dijo Liam-. Incluso si no mató a Douglas, si no escondió el cuchillo, si cogió mi llave y sólo entró a por el CD, aun así es un cerdo.
– Sí -dijo Maureen-. Pero es lo más parecido a una pista que tenemos en estos momentos, así que no quiero que le digas nada.
– Lo que quiero es darle una paliza -dijo Liam enfadado.
Maureen soltó el brazo de Liam.
– Que no se te ocurra decir una palabra sobre todo esto. A nadie. Lo echarás todo a perder. Trátale como si no hubiera pasado nada y, si no puedes, mantente alejado de él.
Siguieron caminando.
– Conocemos a Benny de toda la vida, Mauri.
– Sí -dijo ella-. Y no ha sido suficiente.
Cuando llegaron a casa de Liam, éste conectó el contestador y cogió toallas limpias del baño de arriba mientras Maureen preparaba té. Ella se secó el pelo con energía y siguió a Liam, que subía con la bandeja a la bonita habitación del primer piso.
Maureen se tumbó en el diván Le Corbusier. Liam se sentó sobre la mesa escritorio y se quejaba mientras intentaba secarse el pelo sin sacudir la cabeza.
– Dios mío, qué daño -dijo. Sirvió el té y encendió el ordenador-. ¿Te apetece una partida de Doom?
Se miraron y se rieron con amargura.
– La verdad es que no, Liam.
Oyeron el timbre de la puerta.
– Mierda -dijo Liam-. Si es Pete… -Puso la tetera sobre la mesa, cruzó la habitación y se asomó a la ventana. Saludó a alguien que esperaba en la entrada-. Que me jodan si no es él -susurró.
Maureen se levantó y miró por la ventana. Benny estaba al pie de las escaleras, saludándoles con alegría. Maureen le devolvió el saludo.
Cien metros más abajo, un policía mojado y otro seco estaban sentados dentro del Volkswagen. Identificaron a Benny como la tercera persona que habían visto salir de la casa de Scaramouch Street el jueves por la mañana. Supusieron correctamente que era el que vivía allí, Brendan Gardner.
– Este tipo aparece demasiado, ¿no crees? -le dijo el policía seco al que estaba mojado.
Liam saludaba a Benny desde la ventana.
– ¿Vamos a abrirle la puerta a ese cerdo? -le preguntó a Maureen.
– Tenemos que hacerlo -le contestó-. Ni una palabra, Liam, ¿vale?
Liam bajó las escaleras haciendo mucho ruido. Maureen oyó que la puerta se abría y que Benny le decía hola a Liam en un tono de voz elevado y animado. Liam le contestó con un gruñido.
Benny subió las escaleras y se quedó en la puerta.
– ¿Estás bien, Mauri? -le preguntó sonriente-. Sólo he venido un rato. Hoy he tenido mi primer examen.
– Bien. Creía que ya no ponían exámenes los sábados.
Benny se encogió de hombros.
– Es una universidad anticuada.
– ¿Cómo te ha ido?
– Bien.
Liam pasó al lado de Benny rozándole con brusquedad y cogió su taza de té.
– ¿Cómo estás, tío?-preguntó Benny.
– Bien -dijo Liam, mientras cogía un papel de la mesa y fingía leerlo.
Benny se quedó callado un momento y le miró, confuso por su actitud. Se volvió hacia Maureen. Su rostro tenía una expresión de perplejidad. Ella levantó una ceja.
– ¿Quieres una taza de té? -le preguntó, y se dirigió hacia la puerta y le hizo una señal a Benny para que la siguiera. Bajaron a la cocina.
Estaba patas arriba: parecía que la policía había centrado su búsqueda allí. De todas formas, Liam siempre la dejaba hecha un desastre porque estaba junto al salón. La ventana estaba casi opaca por culpa de la suciedad, el suelo de linóleo medio levantado y los tablones medio podridos. Debido a los restos fosilizados de porquería, la vieja cocina había pasado de ser blanca a tener un color marrón desigual. La policía había vaciado los tarritos de especias en la pila. Todo lo que había en la nevera y en el congelador estaba amontonado encima de la mesa y se había ido descongelando por toda la superficie y por el suelo. Habían sacado los platos, los cubiertos y las sartenes de los armarios y los habían dejado apilados en la encimera.
– Y a Liam, ¿qué le pasa? -le preguntó Benny, sin inmutarse por el estado de la cocina.
– Asuntos familiares. Winnie está histérica.
– No, ¿en serio?
– Sí -dijo Maureen, y se echó a llorar.
Intentó parar pero no pudo. Hacía verdaderos esfuerzos para respirar y lloraba a lágrima viva como un niño que se ha perdido. Benny la abrazó y, con la cara apoyada en el pelo húmedo de Maureen, le susurró palabras de consuelo. Ella pronunciaba su nombre en voz baja, lo repetía una y otra vez, y le abrazó fuerte hasta que, consiguió calmarse.
– ¿Qué ha hecho? -le preguntó Benny cuando Maureen se apartó. Él le frotó la espalda con suavidad-. ¿Qué es lo que ha hecho ahora, Mauri?
Maureen vio a Liam por encima del hombro de Benny. Estaba en el salón y se dirigía hacia ellos. Volvió a abrazar a Benny.
– Se ha vuelto loca. Se puso histérica y echó a Liam de casa.
Maureen miró a Liam fijamente por encima del hombro de Benny. Éste apretó la cara contra el cuello de Maureen.
– ¿Ya estás mejor? -le susurró.
– Sí -dijo Maureen-. Aunque no estoy pasando mi mejor racha de suerte, ¿verdad?
– Supongo que no -dijo Benny.
Liam puso la tetera al fuego.
– Benny, colega, ¿cómo te salió el examen? -le preguntó Liam con una sonrisa afable.
Llevaron almohadones grandes y la tele portátil de la habitación de Liam a la sala de arriba para ver Repo man. Maureen no se había dado cuenta pero los sucesos del día la habían dejado agotada. Cerró los ojos para descansarlos durante los anuncios y se quedó dormida. La taparon con una manta.
Se despertó en mitad de la noche, con la ropa pegada al cuerpo, y se fue desnudando somnolienta mientras iba a la habitación de invitados. Soñó que Martin le peinaba el pelo para consolarla.