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Hansi salió al descansillo, bajó las escaleras destartaladas y salió a la calle, intentando pensar dónde estaría la cabina de teléfono no destrozada más cercana.

Lunes, 16 de junio. 10:05 h

Polizeipräsidium (Hamburgo)

Fabel estaba de pie junto a la mesa de cerezo de la sala de reuniones, esperando a que los demás ocuparan sus asientos. Se volvió hacia la pizarra que tenía detrás. Ésta era la presencia física de la investigación -su forma- y ahora estaba creciendo sustancialmente. Había un mapa de Hamburgo y alrededores, donde alfileres con banderitas marcaban las dos escenas principales de los asesinatos en Hamburgo y la escena secundaria donde se había hallado el cadáver de Ursula Kastner.

Las fotografías forenses del cuerpo destrozado de Angelika Blüm estaban ahora junto a las de las dos víctimas anteriores. Al lado de los mensajes de correo electrónico del asesino, habían pegado fotocopias de páginas de libros académicos sobre rituales vikingos. Fabel había escrito los nombres de las tres víctimas, la segunda identificada simplemente como «¿Monique?» en el centro del panel blanco. Encima de los nombres, Fabel había escrito «Hijo de Sven» y las palabras «Águila de Sangre». Arriba a la derecha, el nombre «Hans Klugmann» estaba unido con una flecha vertical a «Arno Hoffknecht», que a su vez tenía una flecha que lo conectaba con «Ulugbay/Yilmaz». Junto a esto, entre signos de interrogación, había escrito «ucranianos». Al otro lado, había escrito los nombres de las dos chicas a las que habían secuestrado con drogas utilizadas en las citas con violación. Aquello estaba unido a «Águila de Sangre» con una línea interrumpida por las palabras «¿Culto odinista?».

Encima de la mesa había una carpeta con el informe de lo que le había contado el profesor Dorn y los informes forenses y patológicos preliminares sobre el asesinato de Blüm. Encima de la carpeta, dentro de una bolsa de plástico, estaba el móvil que había recuperado del piso de Klugmann. Todo el equipo principal de la Mordkommission, excepto Maria Klee, estaba ahora reunido en torno a la mesa de cerezo: Fabel, Werner Meyer, Anna Wolff y Paul Lindemann. A Fabel le molestó que Maria no estuviera.

– Está terminando algo -le explicó Werner-. Ha dicho que no tardaría.

Además del equipo básico de la Mordkommission, había media docena de detectives de la Kriminalpolizei a quienes Van Heiden había reclutado para apoyar la investigación. Fabel había llamado a Susanne Eckhardt, y también asistía a la reunión. Al final de la mesa, Van Heiden escuchaba impasible mientras Fabel resumía su conversación con Dorn. Cuando acabó, Susanne Eckhardt fue la primera en hablar.

– Entiendo que Herr Professor Dorn haya sido capaz de recurrir a su pericia como historiador, pero ¿por qué está tan interesado en, bueno, para serte sincera, la psicología amateur? Ha identificado el modus operandi como un método que recuerda a este rito de sacrificio, pero también parece haber extrapolado un perfil del asesino.

– El profesor Dorn lleva muchos años trabajando con criminales -dijo Fabel.

– Pero eso no le faculta para…

Fabel se volvió y miró fijamente a Susanne. Había frialdad en su voz.

– Dorn fue mi profesor de historia europea en la universidad. Su hija, Hanna, fue secuestrada, violada y asesinada. Hace unos veinte años. Ella tenía veintidós. Creo que el profesor Dorn tiene un conocimiento más… -buscó la palabra exacta- íntimo del asesinato que nosotros.

Lo que Fabel no dijo fue que Hanna Dorn era su novia cuando sucedieron los hechos; que sólo llevaba saliendo con ella un par de semanas; que estaban a punto de cruzar esa línea entre la torpeza y la intimidad cuando un camillero de treinta años llamado Lutger Voss la raptó mientras volvía a casa después de una cita con Fabel. La policía le preguntó por qué no la había acompañado a casa. Él se había hecho la misma pregunta una y otra vez, y que tuviera que acabar un trabajo nunca le había parecido una respuesta lo bastante importante. Fabel se licenció justo después del juicio. Inmediatamente después, se incorporó a la policía de Hamburgo.

Van Heiden rompió el incómodo silencio.

– ¿Qué probabilidades hay de que todo esto sea cierto, Frau Doktor? ¿Cree usted que este psicópata cree en esta tontería del Águila de Sangre?

– Es posible. Claro que es posible. Y eso explicaría la religiosidad de los mensajes. Pero si todo esto es cierto, nos enfrentamos a una psicopatía mucho más sofisticada y estructurada. Diría que lo planea todo con sumo detalle y con mucha antelación. Lo cual significa que deja el mínimo resquicio al azar.

Fabel hacía girar un lápiz entre los dedos. Suspiró y lo lanzó sobre la mesa.

– Y eso significa que es menos probable que cometa un error y nos deje una pista. Y un motivo religioso significa, como ya sospechábamos, que habría emprendido una especie de cruzada…, a menos que todo sea una cortina de humo. O al menos una cortina de humo en parte…

– ¿Qué quieres decir? -preguntó Susanne.

– No sé exactamente qué quiero decir. No tengo ninguna duda de que nuestro hombre cree en toda esa mierda, pero quizá no sea lo que lo impulsa a matar. Quizá esté escondiendo otro motivo detrás de todo esto. ¿Por qué borró todos los archivos del ordenador de Blüm? ¿Y por qué robó documentos? Y no soy el único que ha pensando en esta posibilidad.

Entonces, Fabel hizo un breve resumen de lo que le había dicho Brauner.

– ¿Frau Doktor? -Van Heiden le invitó a que respondiera a la afirmación de Fabel. Susanne frunció el ceño.

– Es posible. Las personas que tienen un motivo para asesinar a menudo «lo disfrazan» para que encaje con algún otro plan psicológico. -Se dirigió de nuevo a Fabel-. ¿Quieres decir que puede haber una división entre motivo y método? ¿Que su necesidad de matar no obedece al placer o la realización psicótica que el asesino obtiene con el asesinato?

– Exacto.

– Es posible. No puedo decir que sea probable, pero es posible.

La puerta de la sala de reuniones se abrió. Maria Klee entró con una carpeta gruesa y se disculpó por llegar tarde, aunque no parecía muy arrepentida y sí bastante satisfecha de sí misma. Fabel se quedó callado un segundo antes de seguir.

– La única forma de estar seguros -continuó Fabel- es verificando más hechos. Hay que encontrar más pruebas. Si las víctimas están relacionadas de algún modo, tenemos que encontrar esa conexión. Y hay que encontrar a Klugmann y descubrir qué nos oculta. ¿Hemos avanzado en ese tema?

Anna Wolff contestó.

– No, jefe. Lo siento. Es obvio que Klugmann sabe perderse. Estamos vigilando de cerca a su novia, Sonja, pero no ha intentado ponerse en contacto con ella.

Fabel se tocó la barbilla con el pulgar y el índice. Estaba preocupado.

– Quiero que estudiemos más detenidamente la conexión odinista. Tengo un nombre que hay que comprobar, el Templo de Asatru. Werner, también quiero que vayas a visitar al señor MacSwain otra vez y le preguntes dónde estaba cuando asesinaron a Angelika Blüm.

– ¿Crees que es un posible sospechoso?

– Bueno, no nos dio tiempo de montar la vigilancia sobre él y, más o menos, podría encajar con la descripción que nos dio la chica del edificio de Blüm. Aunque si los datos son exactos, MacSwain tiene el pelo demasiado oscuro. -Fabel hizo una pausa. Su mente avanzaba, y una irritación amarga se reflejaba en su rostro-. Es imposible establecer los hechos que relacionan a las tres víctimas si no tenemos la identidad de una de ellas. Tenemos que averiguar sin falta la identidad de Monique. Es nuestra prioridad número uno. Alguien, en algún lugar, tiene que saber quién es.