– ¿Ah, sí? ¿Y eso?
– Bueno, he preparado una declaración que desmiente rotundamente que el BND esté protegiendo al asesino, un ex agente antiterrorista ucraniano llamado Vasyl Vitrenko, sólo porque pueda ser una fuente útil de información sobre Al-Qaeda y otras organizaciones terroristas islámicas.
Fabel se dio cuenta de que Volker estaba empleando toda su fuerza de voluntad para que su rostro no traicionara sus emociones. Prosiguió:
– Voy a hacer hincapié en que usted, personalmente, nunca tendría nada que ver con una maniobra de encubrimiento como ésa y en que todos los rumores que afirman lo contrario son falsos.
Los labios de Volker mostraron sus dientes y esbozaron una sonrisa indescriptible.
– No será capaz.
– ¿No seré capaz de qué? ¿De proteger su reputación ante estos rumores difamatorios?
– No existen tales rumores…
Fabel miró la hora.
– ¿No? Entonces no es cierto que el Stern y el Hamburger Morgenpost hayan recibido unas informaciones incriminatorias y anónimas… -Fabel se inclinó hacia delante y casi le escupió las últimas dos palabras a Volker-: por ahora.
– Como ya le he dicho, no será capaz… -dijo Volker, pero su voz revelaba una sombra de duda.
– Oberst Volker, le agradecería mucho que pudiera cumplir nuestro acuerdo original y compartiera con nosotros toda la información de que dispone que sea relevante para esta investigación. Empecemos con la relación de los Eitel con un cártel basado en Kiev que se está beneficiando ilegalmente de iniciativas de reurbanización en Hamburgo. En estos momentos el departamento de delitos económicos y empresariales les está interrogando a ambos. Cuando vaya abajo después de esta reunión, Herr Oberst, me gustaría entregarles una prueba lo suficientemente sólida como para que la fiscalía del estado tramitara una orden de búsqueda y captura. Además de esto, quiero saber dónde encontrar al ex camarada Vitrenko y a sus principales oficiales. Ahora bien, si todo esto sucediera, quizá no sería necesario filtrar estos documentos ni convocar la rueda de prensa que he mencionado.
Volker lanzó una mirada larga y oscura a Fabel.
– Podría complicarle muchísimo la vida, Fabel. Lo sabe, ¿verdad?
– Qué amable de su parte recordármelo, Volker. En especial delante de dos testigos.
– ¿A qué cree que nos dedicamos exactamente, Fabel? ¿Cree que sólo somos una especie de departamento que se dedica a hacer putadas?
Fabel se encogió de hombros.
– Soy policía. Me gusta que sean los hechos los que hablen. Y por el momento, los hechos me dicen no sólo que ha estado ocultándome pruebas, sino también que es obvio que tiene sus propios planes respecto a Vitrenko.
Volker soltó una risa amarga.
– Para ser un agente de alto rango que investiga unos crímenes tan graves, parece que tiene la costumbre de hacer que los hechos encajen en su agenda particular de prejuicios.
– ¿Niega que esté intentando cerrar un trato con Vitrenko?
– No. No se lo niego. Pero no hasta el punto de pasar por alto estos asesinatos, si es a eso a lo que se refiere. Y no niego que nuestros amigos norteamericanos quizá tengan menos remilgos a la hora de hacer tratos con el diablo, si con ello consiguen cazar a quien persiguen. Pero no. Si… -Volker enfatizó la palabra y la repitió-. Si Vitrenko es su asesino, no nos plantearíamos hacer ningún trato con él, por supuesto; aunque querríamos hablar con él. Y en cuanto a que no hemos estado muy comunicativos con la información… ¿Nunca se le ha ocurrido preguntarse si existía la posibilidad de que hubiera otra razón para mostrarnos tan reacios?
– ¿Como cuál?
Volker se levantó y se apoyó en la mesa.
– Como que quizá no se pueda confiar en usted. Como que quizá uno de los agentes de su queridísima policía de Hamburgo acepta sobornos. Y quizá por eso asesinaron a Klugmann, alguien a quien recluté personalmente y un buen hombre.
– Eso es una cortina de humo, Volker. -Fabel también se puso en pie.
– ¿Sí? Klugmann descubrió que había filtraciones reales que salían de la policía de Hamburgo. Averiguó que alguien, alguien con un cargo importante, quizá incluso un Kriminalhauptkommissar, ha estado vendiendo información de alto nivel a los ucranianos.
Fabel se tomó unos segundos antes de responder. En aquellos segundos construyó a toda prisa una red de cables y la lanzó sobre la ira que le invadía.
– ¿Me está diciendo que por eso ha estado ocultando información sobre Vitrenko? No me lo creo.
– Pregúnteselo a Van Heiden. Él lo sabe todo. Alguien de este Prásidium o de una Polizeidirektion importante está vendiendo información a Vitrenko que le ayuda a cargarse a sus principales rivales, quedarse con sus operaciones y apropiarse de sus negocios, como pasó con el negocio con los colombianos en el que liquidaron a Ulugbay
– Pero usted dijo que Klugmann dio información a los ucranianos…
– Así es. Y creemos que por eso está muerto. Klugmann tenía la sensación de que su contacto, Vadim, se estaba distanciando de él. Claro que cuando uno trabaja de infiltrado, se vuelve extremadamente paranoico; pero a Klugmann le preocupaba mucho que los ucranianos pudieran sospechar de él.
Fabel no dijo nada, pero recordó el miedo que había pasado Sonja cuando su equipo hizo la redada en el piso buscando a Klugmann. Y recordó que Klugmann se había buscado un refugio más oculto para, al final, acabar en el fondo de una piscina llena de porquería. Volker vio que Fabel consideraba sus palabras, y se recostó despacio en su sillón. Fabel lo imitó. Cuando Volker continuó, lo hizo en un tono notoriamente menos agresivo:
– Puede que recuerde, Herr Hauptkommissar, que se mostró más que crítico respecto a la forma en que, a través de Klugmann, proporcionamos información a los ucranianos sobre el negocio en el que Ulugbay acabó siendo asesinado. Bueno, no somos tan estúpidos o despiadados como usted parece creer. Nos aseguramos de que hubiera lagunas cruciales en los detalles que Klugmann suministró sobre el negocio de Ulugbay con los colombianos. Para asesinar a Ulugbay, había que saber más, mucho más, de lo que proporcionó Klugmann. Y quien realmente dio la información debió darse cuenta de que el confidente que Klugmann tenía en el departamento de narcóticos del MEK era inventado.
– ¿Está diciendo que fue un agente de policía el que mató a Klugmann? -Fue Maria Klee quien se adelantó a la pregunta de Fabel.
Volker se encogió de hombros.
– ¿Directamente? Quizá, no lo sé. ¿Indirectamente? Es probable. La persona que ha estado vendiendo información ha estado exigiendo un precio muy alto, y estoy bastante seguro de que haría lo que fuera para protegerse. Pero no tuvo que ensuciarse las manos necesariamente. Si avisó a la banda de Vitrenko de que Klugmann era un policía secreto, los ucranianos habrían aceptado gustosos la carga de eliminarlo.
– Jefe… -Werner, que se había quedado de pie al lado de Fabel, habló en voz baja y tensa.
– Mierda… Claro. Trajimos a nuestro testigo al Präsidium. Joder, Volker, si hubiéramos sabido todo esto antes, no lo habríamos puesto en peligro. Nunca pensamos, ni por un momento, que traerlo aquí lo señalaría. -Fabel se volvió hacia Werner-. Pon a Hansi en protección policial desde ya.
– Ahora mismo, jefe -dijo Werner, y salió del despacho.
Maria se sentó en la silla vacante que había al lado de Fabel. Este puso cara de incredulidad.
– ¿Así que afirma que por eso ha estado ocultando pruebas para esta investigación? -preguntó Fabel.
Volker soltó un suspiro.
– Yo no he estado ocultando nada. Si cree de verdad que Vitrenko está detrás de estos asesinatos, haré todo lo que esté en mi mano para ayudarle. De hecho, a raíz de la muerte de
Klugmann ya no estamos dispuestos a hacer tratos con Vitrenko. -Volker se pensó mucho sus siguientes palabras-. No le caigo muy bien, ¿verdad, Fabel?