Выбрать главу

Tardó un rato en poder ponerse en contacto con el detective Andy Howard.

– Annie Townsend está mejorando, pero el camino será largo, pobre chica. La doctora Lavenham, a quien conocí en el hospital, me dijo que usted tenía interés en el caso. Quería llamarle para hablar del asunto.

– Hablar conmigo no era en absoluto primordial. Y sigue sin serlo. No quiero entretenerle, pero deseaba tener alguna información más actualizada que la que me ha dado Emma.

– Bueno, hay buenas noticias, si es que en este asunto puede haber algo bueno. Tenemos el ADN. Con suerte, estará en la base de datos. Seguro que el hombre tiene antecedentes. Fue una agresión brutal, pero la violación no se completó. Probablemente iba demasiado borracho. Para ser una mujer tan menuda, se defendió con gran coraje. Le llamaré en cuanto tenga alguna noticia más. Y naturalmente estaremos estrechamente en contacto con la señorita Beckwith. El tipo seguramente es de por aquí. Desde luego supo adonde arrastrarla. Ya hemos empezado con el puerta a puerta. Cuanto antes mejor, con ADN o sin él. ¿Le van bien a usted las cosas, señor?

– No del todo. De momento no tenemos una pista clara. -No mencionó la última muerte.

– Bueno, aún es pronto, señor -dijo Howard.

Dalgliesh coincidió en que era muy pronto aún, y tras dar las gracias a Howard, colgó.

Llevó los platos y las tazas a la cocina, los lavó, los secó y luego llamó a Kate.

– ¿Ya habéis comido?

– Sí, señor. Acabamos de terminar.

– Pues entonces venid, por favor.

13

Cuando llegaron Kate y Benton, estaban los tres vasos en la mesa y el vino descorchado. Sin embargo, para Dalgliesh fue una reunión poco satisfactoria, por momentos casi enconada. No dijo nada sobre la visita de Emma, pero pensó que a lo mejor sus subordinados estaban enterados de la misma. Quizás habían oído pasar al Jaguar frente a la Casa de la Glicina y les había llamado la atención un coche que llegara de noche por la carretera de la Mansión, pero nadie dijo nada.

La conversación seguramente fue insatisfactoria porque, tras la muerte de Boyton, corrían peligro de precipitarse en las conjeturas. Había pocas novedades que comentar sobre el asesinato de la señorita Gradwyn. Había llegado el informe de la autopsia, con la prevista conclusión de la doctora Glenister de que la causa de la muerte era estrangulamiento por un asesino diestro que llevaba guantes finos. Esto último apenas era una información necesaria dado el fragmento hallado en el baño de una de las suites vacías. La doctora confirmaba su primera estimación de la hora de la muerte. La señorita Gradwyn había sido asesinada entre las once y las doce y media.

Kate había tenido una discreta plática con el reverendo Matheson y su hermana. A ambos les habían parecido extrañas sus preguntas sobre la única visita del párroco al profesor Westhall, pero confirmaron que en efecto habían estado en la Casa de Piedra y que el cura había visto al paciente. Benton había telefoneado al doctor Stenhouse, quien ratificó que Boyton le había hecho preguntas sobre la hora de la muerte, una impertinencia a la que él no había contestado. La fecha del certificado de defunción era correcta, igual que su diagnóstico. El hombre no había mostrado curiosidad por el hecho de que se le formularan preguntas tanto tiempo después del suceso, seguramente, pensó Benton, porque Candace Westhall se había puesto en contacto con él.

Los integrantes del equipo de seguridad se habían mostrado dispuestos a cooperar, pero no habían sido de gran ayuda. Su jefe señaló que se estaban concentrando en los desconocidos, en especial miembros de la prensa que llegaban a la Mansión, no en las personas con derecho a estar allí. Sólo uno de los cuatro miembros del equipo había estado en la caravana aparcada enfrente de la verja en el momento en cuestión, y no recordaba haber visto a nadie abandonar la Mansión. Los otros tres se habían dedicado a patrullar el linde que separaba los terrenos de la Mansión de las piedras y el campo donde ellos estaban por si éste constituyera un acceso conveniente. Dalgliesh no hizo intento alguno de presionarles. Al fin y al cabo no eran responsables ante él sino ante Chandler-Powell, que era quien les pagaba.

Dalgliesh dejó que Kate y Benton condujeran la conversación durante la mayor parte de la noche.

– La señorita Westhall dice que no habló con nadie sobre las sospechas de Boyton de que ellos habían falsificado la fecha de la muerte de su padre -dijo Benton-. Parece lógico. Pero Boyton se lo había confiado a alguien, en la Mansión o en Londres. En cuyo caso esa persona podría haber utilizado esa información para matarlo y luego contar más o menos la misma historia que la señorita Westhall.

El tono de Kate fue tajante.

– Me cuesta imaginar a nadie de fuera matando a Boyton, londinense o no. De esta manera, al menos. Pensemos en los aspectos prácticos. Habría tenido que concertar una cita con su víctima en la Casa de Piedra una vez seguro de que los Westhall no estaban allí y de que la puerta estaría abierta. ¿Qué excusa podía dar para atraer a Boyton hasta la casa vecina? ¿Y por qué matarlo allí en todo caso? Londres habría sido más sencillo y seguro. Cualquier habitante de la Mansión se habría topado con las mismas dificultades. Sea como fuere, no tiene sentido hacer conjeturas hasta que no tengamos el informe de la autopsia. A primera vista, el accidente parece una explicación más verosímil que el asesinato, sobre todo teniendo en cuenta la declaración de los Bostock sobre el gran interés de Boyton en el congelador, lo que da cierto crédito a la explicación de la señorita Westhall… siempre y cuando, claro, no estén mintiendo.

Intervino Benton.

– Pero usted estaba allí, señora. Estoy seguro de que no mentían. No creo que particularmente Kim tenga ingenio suficiente para inventarse una historia así y contarla de forma tan convincente. Yo me quedé totalmente convencido.

– En aquel momento también yo, pero no debemos cerrarnos a ninguna posibilidad. Y si esto es un asesinato, no un simple percance, ha de estar ligado a la muerte de Rhoda Gradwyn. Dos asesinos en la misma casa al mismo tiempo es algo difícil de creer.

– Pero a veces ha sucedido, señora -dijo Benton con calma.

– Si nos atenemos a los hechos -dijo Kate- y de momento pasamos por alto los motivos, las claras sospechosas son la señorita Westhall y la señora Frensham. ¿Qué estaban haciendo realmente en estas dos casas, abriendo armarios y luego el congelador? Es como si supieran que Boyton estaba muerto. ¿Y por qué hacían falta las dos para buscar?

– Al margen de cuáles fueran sus intenciones -dijo Dalgliesh-, no trasladaron ahí el cadáver. Todo indica que murió donde fue encontrado. No considero las acciones de las dos tan extrañas, Kate. Cuando está en tensión, la gente se comporta de forma irracional, y ambas mujeres estaban estresadas desde el sábado. Quizá temían inconscientemente una segunda muerte. Por otro lado, tal vez una de ellas necesitó asegurarse de abrir el congelador. Un acto muy lógico si hasta entonces la búsqueda había sido minuciosa.

– Asesinato o no -dijo Benton-, las huellas dactilares no nos servirán de mucho. Las dos abrieron el congelador. Una de ellas quizá tuvo buen cuidado de hacerlo. ¿Habría habido huellas en todo caso? Noctis llevaría guantes.

Kate se estaba impacientando.

– No si estaba empujando a Boyton vivo al interior del congelador. ¿No te habría parecido un poco raro si tú hubieras sido Boyton? ¿Y no es prematuro empezar a usar la palabra Noctis? No sabemos si fue un asesinato.

Los tres estaban cada vez más cansados. El fuego empezaba a apagarse, y Dalgliesh decidió que ya era hora de terminar. Mirando atrás, tuvo la sensación de que estaba viviendo un día que no se acababa nunca.

– Sería cuestión de acostarse relativamente temprano -dijo-. Mañana hay mucho que hacer. Yo me quedaré aquí, pero quiero que tú, Kate, y Benton interroguéis al socio de Boyton. Al parecer, éste se estaba alojando en Maida Vale, de modo que sus papeles y pertenencias deberían estar allí. No vamos a llegar a ningún sitio hasta que no sepamos qué clase de hombre era y, si es posible, por qué estaba aquí. ¿Habéis podido concertar ya una cita?