— Entonces ¿qué está haciendo aquí, en nuestra vecindad, si no traza una órbita alrededor del Sol?
— Exacto — dijo Insigna.
— ¿Qué quieres decir con “exacto”?
— Si trazamos una órbita alrededor del Sol se movería a una velocidad, referida al Sol, de ochenta o cien metros por segundo, según sea la masa de Némesis. Eso es un movimiento muy lento para una estrella, y por tanto parecería ocupar el mismo sitio durante largo tiempo. En consecuencia, permanecería largo tiempo detrás de la nube, sobre todo si ésta se mueve en la misma dirección referida al Sol. Con un movimiento tan lento y una luz tan amortiguada, no es de extrañar que no se le haya visto hasta ahora. Sin embargo…
Insigna hizo una pausa.
Pitt, que no parecía esforzarse por disimular su enorme interés, suspiró y dijo:
— ¡Vamos! ¿Por qué no vas al grano?
— Bien, si no traza una órbita alrededor del Sol, estará sujeta a un movimiento independiente cuya velocidad referida al Sol será de cien kilómetros por segundo aproximadamente. Es decir, mil veces más rápida que si estuviera en órbita. En estos momentos, se halla en nuestra vecindad; pero seguirá moviéndose, pasará al Sol y no volverá nunca más. Ahora bien, sea como sea, permanece detrás de la nube y apenas se aparta de su posición.
— ¿Cómo puede suceder tal cosa?
— Hay una dirección en la que puede moverse a buen ritmo; sin embargo no parece apartarse de su posición en el cielo.
— ¡No me digas que está vibrando hacia delante y hacia atrás!
Insigna curvó los labios.
— Por favor, Janus, no intentes bromear conmigo. Eso no tiene gracia. Némesis podría estar moviéndose más o menos directamente hacia el Sol. No oscilaría a derecha y a izquierda de forma que no parecería cambiar de posición, pero vendría hacia nosotros, es decir hacia el sistema Solar.
Pitt la miró atónita.
— ¿Hay pruebas de eso?
— Todavía no. No hubo ninguna razón para tomar el espectro de Némesis cuando fue descubierta Sólo después de observar el paralaje el análisis espectral hubiera tenido sentido; y por entonces no se me ocurrió hacerlo. Si mal no recuerdo, me pusiste a la cabeza del proyecto Sonda Lejana, y me dijiste que desviara la atención general de Némesis. Por aquellas fechas no pude disponer un análisis espectral minucioso, y desde la Partida… Bueno, no lo he hecho. Pero ahora investigaré ese asunto, puedes estar seguro.
— Permíteme una pregunta. ¿No se produciría el mismo efecto de inmovilidad si Némesis se alejase “directamente” del Sol? Hay un cincuenta por ciento de probabilidades de que se mueva hacia el Sol o se aleje de él, ¿no es cierto?
— El análisis espectral nos lo dirá. Una desviación roja de las líneas espectrales significará que hay una recesión; una desviación violeta, aproximación.
— Pero ya es demasiado tarde. Si tomas ese espectro, te dirá que se nos está aproximando, porque nosotros nos aproximamos a ella.
— Ahora mismo yo no tomaría el espectro de Némesis. Si se aproxima al Sol, éste se aproximará ella, y nosotros tendremos presente nuestra velocidad. Además, estamos reduciendo velocidad, y dentro de un mes o así nos moveremos con tanta lentitud que nuestro movimiento no alterara de forma notable los resultados espectrométricos.
Durante medio minuto Pitt pareció ensimismarse mirando fijamente la despejada mesa mientras su mano golpeaba parsimoniosa la terminal de la computadora. Por fin dijo sin molestarse en levantar la vista:
— No. No es necesario hacer esas observaciones. No quiero que te preocupes más por ese asunto, Eugenia. Es un problema inexistente, así que olvídalo.
Agitó la mano indicándole con claridad que podía irse.
El aliento de Eugenia dejó oír un sonido sibilante cuando tuvo que pasar por la nariz de ventanillas coléricamente apretadas. Ella dijo con voz ronca:
— ¿Cómo te atreves, Janus? ¿Cómo te atreves?
— ¿Atreverme a qué? — inquirió ceñudo Pitt.
— ¿Cómo te atreves a ordenarme que salga de tu despacho? ¿Me tomas por un mecánico de computadora? Si yo no hubiese descubierto Némesis, nosotros no estaríamos aquí. Tú no serías comisario electo. Némesis es mía. Yo tengo algo que decidir al respecto.
— Némesis no es tuya. Es de Rotor. Así que, por favor, vete ahora y déjame despachar los asuntos del día.
— Janus — dijo ella alzando la voz-, te digo una vez más, con toda probabilidad, Némesis se mueve hacia nuestro Sistema solar.
— Y yo te digo una vez más que hay sólo un cincuenta por ciento de probabilidades de que sea así. E incluso si se encamina hacia el Sistema Solar… que ya no es el “nuestro” sino el “suyo”… no me digas que va a chocar con el Sol. No te creeré si lo dices. En su historia de casi cinco billones de años, el Sol no se ha encontrado jamás con una estrella, ni siquiera de lejos. Las probabilidades contra las colisiones estelares, incluso en las zonas relativamente abarrotadas de la Galaxia, son enormes. Yo no seré astrónomo, pero por lo menos sé eso.
— Las probabilidades son solo probabilidades, Janus, no hechos fehacientes. Es concebible, pese a su improbabilidad, que Némesis y el Sol choquen; pero reconozco que eso es dificilísimo que ocurra. Lo malo es que una aproximación cercana, incluso sin colisión, podría ser funesta para la Tierra,
— ¿Qué significa una aproximación cercana?
— No lo sé. Eso requeriría una gran labor con la computadora.
— Está bien. Entonces ¿qué sugieres si nos tomamos la molestia de hacer las observaciones y computadorizaciones necesarias, y si descubrimos que la situación está, en verdad, preñada de peligros para el Sistema Solar? ¿Se lo comunicaremos al Sistema Solar?
— Pues… sí. ¿Qué otra cosa podríamos hacer?
— ¿Y cómo se lo comunicaríamos? No tenemos ningún medio de hipercomunicación. Y, aunque lo tuviéramos, ellos no poseen sistema alguno para recibir hipermensajes. Si enviamos un mensaje luminal de cualquier otro tipo… luz, microondas, neutrinos modulados… se requerirán dos años para alcanzar la Tierra, suponiendo que tengamos un destello lo bastante intenso o lo bastante coherente. Y aun así, ¿cómo nos enteraríamos de que les había llegado? Si lo recibiesen y se molestaran en contestar, esa respuesta requeriría otros dos años para estar aquí. ¿Y cuál sería el resultado final del aviso? Tendríamos que decirles dónde está Némesis y ellos verían que la información procede de esta dirección. Entonces, se perdería toda finalidad de nuestro secreto, el plan para establecer sin interferencias una civilización homogénea alrededor de Némesis.
— Cualquiera que sea el coste, Janus, ¿serías capaz de no advertírselo?
— ¿A qué viene tanta preocupación? Aunque Némesis se moviera hacia el Sol, ¿cuánto tiempo tardaría en alcanzar el Sistema Solar?
— Podría llegar a las cercanías del Sol dentro de cinco mil años. Pitt se respaldó en su butaca y examinó a Insigna con cierto regocijo irónico.
— Cinco mil años. ¿Solo cinco mil años? Escucha, Eugenia, hace doscientos cincuenta años que el primer terrícola plantó el pie sobre la Luna. Han transcurrido dos siglos y medio y aquí estamos ante la estrella más próxima. A este ritmo, ¿dónde nos encontraremos dentro de otros dos siglos y medio? En cualquier estrella que se nos antoje. Y dentro de cinco mil años, cincuenta siglos, nos habremos diseminado por toda la Galaxia, salvo la presencia de otras formas de vida inteligente. Profundizaremos hacia otras galaxias. Cuando hayan transcurrido cinco mil años, la tecnología habrá progresado hasta el punto de que, si el Sistema Solar se encontrara en serias dificultades, todos sus establecimientos y su entera población planetaria podrían despegar hacia espacios más profundos y hacia otras estrellas.