Insigna meneó la cabeza.
— No creas que el progreso tecnológico significa poder vaciar el Sistema Solar con un simple ademán, Janus. Trasladar a billones de personas sin caos y sin una pérdida tremenda de vidas humanas; requerirá una larga preparación. Si ellos van a hallarse en peligro mortal de aquí a cinco mil años, necesitan saberlo “ahora”. Nunca es demasiado pronto para empezar a planificar.
— Tienes muy buen corazón, Eugenia, así que te ofreceré un compromiso-dijo Pitt-. Supón que empleamos cien años para establecemos aquí, multiplicarnos y crear un racimo de Establecimientos lo bastante fuertes y estables para encontrarnos seguros. Entonces podremos investigar el destino de Némesis y, si fuere necesario, advertir al Sistema Solar. Ellos tendrán todavía casi cinco mil años para prepararse. Sin duda un pequeño retraso de un siglo no tendrá resultados fatales.
Eugenia suspiró.
— ¿Es ésa tu visión del futuro? ¿La Humanidad disputándose sin tregua las estrellas? ¿Cada grupo pequeño intentando establecerse con supremacía sobre esta estrella o sobre aquélla? ¿Aborrecimiento, recelo y conflictos inacabables, similares a los que tuvimos en la Tierra durante milenios, extendiéndose por la Galaxia a lo largo de otros milenios más?
— Mira, Eugenia, yo no tengo visión alguna. La Humanidad hará lo que plazca. Disputará, como dices, o establecerá, quizás un imperio galáctico, o hará cualquier otra cosa. Yo no puedo dictaminar lo que va a hacer la Humanidad ni pretendo darle forma. Para mí cuenta sólo este Establecimiento y este siglo para instalarlo en Némesis.
Para entonces tú y yo estaremos muertos, a salvo, y nuestros sucesores resolverán el problema de advertir al Sistema Solar… si se hiciese necesario. Yo procuro ser razonable, no emocional, Eugenia. Tú eres también una persona razonable. Reflexiona sobre ello.
Insigna lo hizo así. Estuvo sentada allí un buen rato mirando sombría a Pitt mientras éste esperaba con una paciencia casi exagerada.
Por fin ella dijo:
— Está bien. Comprendo tu punto de vista. Continuaré analizando el movimiento de Némesis referido al Sol. Quizá podamos olvidar todo este asunto.
— No. — Pitt alzó un dedo amonestador-. Recuerda lo que te he dicho antes. No se harán esas observaciones. Si resulta que el Sistema Solar está en peligro, no habremos ganado nada. Entonces deberemos hacer lo que insisto que hagamos en cualquier caso: pasar un siglo fortaleciendo la civilización de Rotor: Por el contrario, si descubres que hay riesgo, la conciencia te remorderá, te consumirán la aprensión, y la culpabilidad. La noticia se propalará y debilitará la resolución de los rotorianos, muchos de los cuales son tan sentimentales como tú. Entonces perderemos una gran coyuntura. ¿Me entiendes?
Insigna guardó silencio, y él añadió:
— Bien. Ya nos veremos.
Una vez más, el gesto de la mano le indicó claramente que debía marcharse.
Esta vez Insigna se fue, y Pitt, mirándola marchar, pensó: se está volviendo insoportable.
VII. ¿DESTRUCCIÓN?
Marlene observó a su madre con mirada de búho. Puso buen cuidado en mantener una expresión inane, pero dentro sintió complacencia y sorpresa. Al fin su madre le había relatado los acontecimientos referentes a su padre y al comisario Pitt. Estaba siendo tratada como una persona adulta.
Marlene dijo:
— Yo habría estudiado los movimientos de Némesis sin tener en cuenta lo que dijera el comisario Pitt, madre; pero veo que tú no lo hiciste así. Tu sensación de culpabilidad lo evidencia.
— Puedo habituarme a la sensación de que llevo la culpabilidad como una etiqueta en la frente — respondió Insigna.
— Nadie oculta sus sentimientos — comentó Marlene-. Si se observa bien, serán siempre perceptibles, otros no podrían hacerlo. Marlene lo había aprendido poco a poco y con gran dificultad. Las personas no miraban, no se apercibían, no se preocupaban. Ellas no vigilaban los rostros y los cuerpos, los sonidos, las actitudes y los pequeños hábitos nerviosos.
— A decir verdad, Marlene, no debieras observar así — dijo Insigna como si sus pensamientos siguieran cursos paralelos; pasó un brazo por la espalda de la chica para atenuar la posible aspereza de sus palabras-. Las personas se ponen nerviosas cuando esos enormes ojos oscuros tuyos las contemplan inquisitivos. Respeta la intimidad de la gente..
— Sí, madre — dijo Marlene mientras percibía sin esfuerzo que Eugenia intentaba protegerse, pues se ponía nerviosa preguntándose cuanto revelaba sin querer en cada momento.
Entonces Marlene preguntó:
— ¿Cómo se explica que, no obstante todos tus sentimientos de culpabilidad acerca del Sistema Solar, no hicieses nada?
— Hay varias razones, Molly.
“Molly” no, pensó angustiada Marlene. ¡Marlene! ¡Marlene! ¡Marlene! Tres sílabas. Acentuada la segunda. ¡Ya soy mayor!
— ¿Qué razones? — inquirió malhumorada.
¿Es que su madre no podía percibir la oleada de hostilidad que la invadía cuando empleaba ese apelativo infantil? Sin duda le retorcía las facciones, le hacía contraer los ojos, le agitaba los labios. ¿Por qué no se fijaba la gente? ¿Por qué no miraba?
— Para empezar, Janus Pitt fue muy convincente. Por mucha hostilidad que sientas hacia ellos, él te convence siempre de que tiene muy buenas razones para respaldar sus puntos de vista.
— Si eso es cierto, madre, debe de ser un hombre extraordinariamente peligroso.
Insigna pareció desligarse de sus pensamientos para lanzar una mirada curiosa a su hija.
— ¿Por qué dices eso?
— Todo punto de vista puede estar respaldado por buenas razones. Si alguien las capta aprisa y las presenta de forma convincente, podrá persuadir a cualquiera de cualquier cosa, y eso es peligroso.
— Reconozco que Janus Pitt posee esa facultad. Me sorprende que entiendas de estas cosas.
Marlene pensó: Porque tengo sólo quince años y tú estás habituada a considerarme una niña.
En voz alta manifestó:
— Se aprende mucho observando a las personas.
— Si; pero recuerda lo que te he advertido. Controla esa vigilancia.
— Jamás.
— Así que el señor Pitt te persuadió.
— Me hizo ver que no es perjudicial esperar un poco.
— ¿Y tú no sentiste siquiera la curiosidad de estudiar Némesis y comprobar con exactitud hacia dónde se dirige? Deberías haberla sentido.
— La sentí; pero eso no es tan fácil como te imaginas. El Observatorio se halla en funcionamiento constante. Tienes que esperar tu turno para utilizar los instrumentos. Aunque yo sea jefe, no puedo emplearlos a mi antojo. Así que cuando alguien los utiliza, no puedo mantenerlo en secreto. Todos sabemos para qué y por qué se usan.
Había muy pocas posibilidades de que yo pudiera elaborar un espectro bien detallado de Némesis y de Sol y de utilizar la computadora del Observatorio para los indispensables cálculos, sin que la gente supiera al instante lo que estaba haciendo. Asimismo sospecho que Pitt ha destacado unas cuantas personas en el Observatorio para vigilarme.
Si yo me pasara de la raya, él lo sabría al instante.
— Pero no podría hacerte nada por eso, ¿verdad?
— No podría hacerme fusilar por traición, si es a lo que te refieres… Pero podría quitarme de mi cargo en el Observatorio y hacerme trabajar en las granjas. Lo cual no me gustaría nada. Un poco después de que yo tuviera mi breve charla con Pitt, descubrimos que Némesis tiene un planeta… o una estrella acompañante. Hasta el presente día, seguimos sin decidir cómo la llamaremos. Las separaba tan sólo una distancia de cuatro millones de kilómetros, y el objeto acompañante no radiaba lo más mínimo en la luz visible.