— Entonces el satélite tiene un cielo interesante. Fascinante para los astrónomos.
— No es sólo un solaz astronómico, Janus. Cabe la posibilidad de que el satélite tenga una temperatura uniforme en el sector derecho para los seres humanos. Puede ser un mundo habitable.
Pitt sonrió.
— Todavía más interesante. Sin embargo, tal vez no tenga nuestro tipo de luz ¿verdad? Insigna asintió.
— Eso es bastante posible. Tendrá un sol rojizo y un cielo oscuro porque no habrá luz de onda corta para difundir. Y presentará un paisaje rojizo, supongo yo.
— En ese caso, ya que tú bautizaste a Némesis y uno de los tuyos bautizó a Megas, me adjudicaré el privilegio de bautizar al satélite. Llamémosle Erythro, lo cual, si mal no recuerdo, está relacionado con la palabra griega que significa «rojo».
Bastante tiempo después, la noticia siguió siendo fehaciente. Se localizó un cinturón asteroidal más allá de la órbita del sistema Megas-Erythro, y esos asteroides resultaron ser a todas luces una fuente idónea de material para construir más Establecimientos.
Cuando se aproximaron a Erythro, la naturaleza de su habitabilidad apareció cada vez más favorable. Erythro apareció como un planeta de mar y tierra, si bien sus mares, a juzgar por las apreciaciones preliminares de su cubierta nubosa, divisada con la luz visible e infrarroja, parecieron menos profundos que los océanos terrestres, y las cordilleras, realmente impresionantes, fueron muy pocas. Fundándose en cálculos adicionales, Insigna aseguró que el clima general del planeta sería apropiado para la vida humana.
Y luego, cuando el vuelo de aproximación les llevó hasta una distancia desde la que se podía estudiar con precisión, por vía espectroscópica, la atmósfera de Erythro, Insigna le dijo:
— La atmósfera de Erythro es un poco más densa que la terrestre y contiene oxígeno libre, un dieciséis por ciento, más un cinco por ciento de argón y el resto nitrógeno. Habrá pequeñas cantidades de bióxido de carbono pero no las hemos detectado todavía… Lo importante es que se trata de una atmósfera respirable.
— Cada vez suena mejor — dijo Pitt—. ¿Quién pudo imaginarlo cuando localizamos a Némesis?
— Cada vez suena mejor para el biólogo. Pero quizá no sea tan bueno para Rotor en general. Un contenido apreciable de oxígeno libre en la atmósfera es un indicio seguro de vida.
—¿Vida? — exclamó Pitt sintiéndose momentáneamente estupefacto ante tal pensamiento.
— Vida — reiteró Insigna, sintiendo un placer aparentemente perverso al recalcar las posibilidades—. Y, si hay vida, posiblemente vida inteligente, quizás haya incluso una civilización desarrollada.
Lo que siguió fue una pesadilla para Pitt. No sólo hubo de vivir con la aprensión terrible de su propia gente terrestre persiguiéndole y alcanzándole, superior en número sin duda y, con mucha probabilidad, en tecnología, sino que ahora era acompañada por un temor todavía mayor. Ellos podrían estar aproximándose a una civilización antigua y avanzada, violando una civilización capaz de suprimirlos sin pensarlo dos veces, en un arrebato de fastidio, como suele ocurrirle al ser humano; podía aplastarlos como un mosquito que silba demasiado cerca del oído.
Mientras continuaban acercándose a Némesis, Pitt dijo a Insigna con aire de profunda preocupación:
—¿Es que la existencia de vida implica, verdaderamente, la necesidad de oxígeno?
— Es una inevitabilidad termodinámica, Janus. En un planeta similar a la Tierra… y por lo que sabemos Erythro lo es, el oxígeno libre no puede existir, tal como sucede en cualquier campo gravitatorio similar al terrestre, una roca queda suspendida por sí sola en el aire. Por lo pronto, si el oxígeno está presente en la atmósfera, se combinará de manera espontánea con otros elementos del suelo cediendo energía. Tan sólo seguiría existiendo en la atmósfera si algún proceso procurara energía y regenerara sin cesar el oxígeno libre.
— Eso lo entiendo, Eugenia, pero ¿por qué tiene que significar vida el proceso suministrador de energía?
— Porque en la Naturaleza no se ha encontrado jamás nada que haga ese trabajo, salvo la acción fotosintética de las plantas verdes que utilizaban la energía solar para liberar oxígeno.
— Cuando dices que «en la Naturaleza no se ha encontrado jamás nada», te refieres al Sistema Solar. Éste es otro sistema con un sol diferente y un planeta distinto en condiciones que no son las mismas. Tal vez las leyes de la termodinámica sean todavía válidas; pero ¿qué sucederá si hay algún proceso químico que no hemos encontrado en el Sistema Solar y que forma aquí el oxígeno?
— Si te gusta apostar — dijo Insigna—, no apuestes.
Lo que hacía falta eran pruebas, y Pitt hubo de esperar a que aparecieran esas pruebas.
Para comenzar, Némesis y Megas demostraron tener unos campos magnéticos debilísimos, lo cual no produjo apenas comentarios, pues así se había esperado ya que la estrella y el planeta giraban muy despacio. Erythro, con un período rotacional de veintitrés horas y dieciséis minutos (igual al período de su revolución alrededor de Megas), tenía un campo magnético similar en intensidad al terrestre.
Insigna manifestó su satisfacción.
— Al menos no necesitamos preocuparnos por los efectos peligrosos de la radiación desde campos magnéticos intensos. El viento estelar de Némesis es, a juzgar por todos los indicios, mucho menos intenso que el del Sol. Buena cosa, porque ello significa que podríamos detectar a cierta distancia la presencia o ausencia de vida en Erythro. Por lo menos vida tecnológica.
—¿Por qué llegas a esa conclusión? — inquirió Pitt.
— No es nada probable que la tecnología alcance un alto nivel sin un uso abundante de radioondas, una radiación que se difundiría en todas direcciones desde Erythro. Nosotros deberíamos saber diferenciar entre eso y una radiación de radioondas casuales desde el propio planeta, cuando tal radiación natural fuera menor, considerando que su campo magnético es débil.
— He estado pensando que eso puede ser innecesario — dijo Pitt—, que puede haber razones para creer que no exista vida en Erythro, a pesar de que tenga una atmósfera de oxígeno.
—¡Ah! Me gustaría saber cómo es posible hacer tal cosa.
— Lo he pensado mucho. ¡Escucha! ¿No dijiste que el influjo de las mareas retardan la rotación de Némesis, Megas y Erythro? ¿Y no dijiste que, de resultas, Megas se ha distanciado de Némesis y Erythro se ha distanciado de Megas?
— Sí.
— Por consiguiente, si volvemos la vista hacia el pasado, Megas habrá estado una vez más cerca de Némesis, y Erythro más cerca de Megas y también de Némesis. Eso significa que Erythro habrá estado demasiado caliente para tolerar la vida y sólo se ha hecho apto para ella en épocas recientes. Así pues, no puede haber transcurrido el tiempo suficiente para el desarrollo de una civilización tecnológica.
Insigna rió afable.
— Buena conjetura. Debo apreciar tu ingenio astronómico… Pero no es una hipótesis lo bastante buena. Las estrellas enanas rojas tienen larga vida y Némesis podría haberse formado en la primera juventud del universo… Digamos hace quince billones de años. Entonces, el influjo de las mareas habría sido muy poderoso al principio, cuando los cuerpos estaban más próximos, y el distanciamiento habría tenido lugar durante los primeros tres o cuatro billones de años. El influjo de la marea decrece como la tercera potencia de la distancia y, en los últimos diez billones de años o así, no habrá habido grandes cambios, y eso sería tiempo más que suficiente para crear varias civilizaciones tecnológicas, una tras otra. No, Janus, dejémonos de especulaciones. Esperemos y veamos si podemos detectar alguna radiación de radioondas.