Выбрать главу

— ¡Ah! ¿Si? Tenemos otro Establecimiento. ¿Debo enviarla a Nuevo Rotor?

— No, comisario. Envíela a Erythro.

— ¿Erythro? ¿Y por qué enviarla allí? ¿Sólo porque quiero librarme de ella?

— Ese sería su motivo. Sí, comisario. Ahora bien, no sería el mío. La quiero en Erythro porque ella no puede trabajar de verdad en el Observatorio. los instrumentos parecen estar siempre ocupados, y ella siente que se la vigila sin cesar. Lo cual la incomoda. Además, Rotor no es una buena base para las mediciones aquilatadas. Gira con demasiada rapidez e irregularidad para una buena medición.

— Te las sabes todas. ¿Acaso te lo explicó así tu madre? No, no necesitas decírmelo. Ella no te lo dijo directamente ¿verdad? Sólo de forma indirecta.

— Sí, comisario. Además está mi computadora.

— ¿Ésa con la que tienes buenas relaciones de amistad?

— Sí, comisario.

— Crees, pues, que ella podrá trabajar mejor en Erythro.

— Sí, comisario. Aquello será una base más estable. Y ella podría hacer el tipo de mediciones que la convenciesen de que el Sistema Solar sobrevivirá. Incluso aunque encuentre algo distinto, requerirá largo tiempo para asegurarse de eso. Cuando eso llegue, usted se habrá desembarazado de ella.

— Veo que tú quieres también desembarazarte de ella, ¿no es así?

— Ni mucho menos, comisario — dijo con compostura Marlene-. Deseo ir con ella. Usted se desembarazará también de mí, lo cual le complacerá incluso más que desembarazarse de ella.

— ¿Qué te hace pensar que quiero desembarazarme también de ti?

Marlene le lanzó una mirada sombría, sin parpadear.

— Vamos, comisario, es así, pues ahora sabe que no tengo dificultad para interpretar sus pensamientos más recónditos. De pronto Pitt sintió la necesidad apremiante de librarse de aquel monstruo.

— Déjame pensarlo — dijo volviendo la cabeza.

Temió estar comportándose como un niño con ese movimiento evasivo, pero no quiso que aquella horrible jovenzuela le leyera la cara como si fuese un libro abierto.

Al fin y al cabo era la verdad. Él quería librarse de madre e hija a la vez. Por lo referente a la madre, había pensado ya, ciertamente, en desterrarla a Erythro. Pero como ella no habría querido ir allá, habría habido una gresca de lo más desagradable y él no tenía estómago para esas cosas. Ahora, sin embargo, su hija le había sugerido un motivo por el que ella querría de verdad ir a Erythro y eso cambiaba las cosas.

— Si tu madre lo desea en realidad, — dijo muy despacio.

— Lo desea en realidad, comisario. No me lo ha hecho saber, e incluso es posible que no haya pensado todavía en ello, pero quiere ir. Lo sé bien. Confíe en mí.

— ¿Acaso tengo otra elección? ¿Y a ti te apetece ir también?

— Mucho, comisario.

— Entonces lo dispondré sin tardanza. ¿Estás satisfecha?

— Sí, comisario.

— Y ahora ¿podemos dar ya por terminada la entrevista?

Marlene se levantó e inclinó la cabeza en una graciosa reverencia que, en teoría, tenía una intención respetuosa.

— Gracias, comisario.

Dicho esto dio media vuelta y se marchó. Al cabo de varios minutos después de su marcha, Pitt se atrevió a relajar los músculos que habían mantenido la impavidez de su rostro hasta casi dolerle.

No habría sido permisible dejarla deducir, por cualquier cosa que él dijera, hiciera o aparentara, el pormenor decisivo que sólo él y otra persona conocían acerca de Erythro.

XI. ÓRBITA

19

La hora de tranquilidad para Pitt había concluido; pero él no quiso que terminará aún. Con toda arbitrariedad, canceló sus audiencias de la tarde. Quiso más tiempo para pensar.

En particular, deseó pensar sobre Marlene.

Su madre, Eugenia Insigna Fisher, constituía un problema y, de hecho, éste se había multiplicado durante los últimos doce años. Ella era emocional y llegaba a conclusiones prematuras más allá de lo que cualquier persona razonable toleraría. Sin embargo, era también un ser humano; se la podía conducir y controlar; se la podía refrenar y recluir entre las confortables paredes de la lógica; y aunque fuera turbulenta a ratos se podía lograr que permaneciera tranquila.

No ocurría lo mismo con Marlene. Pitt no dudaba que la chica era un monstruo; pero estaba contentísimo de que ella se hubiese delatado tontamente con el fin de ayudar a su madre en una ocasión tan trivial. En verdad, ella era inexperta y le faltaba la sabiduría necesaria para disimular sus facultades hasta que pudiera utilizarlas de forma realmente devastadora.

Pero se haría cada vez más peligrosa a medida que creciera, y por consiguiente sería preciso detenerla ahora. Y la detendría ese otro monstruo, Erythro.

Pitt se adjudicó ese mérito. Desde el principio él había catalogado a Erythro como un monstruo. Éste tenía su propia expresión reveladora, la reflexión de la luz sanguínea de su estrella, una expresión que era ominosa y amenazante.

Cuando ellos alcanzaron el cinturón asteroidal, a cien millones de millas de la órbita donde Megas y Erythro giraban alrededor de Némesis, él había dicho lleno de confianza:

—Éste es el lugar.

No había esperado encontrar dificultades. El enfoque racional no admitía otra cosa. Némesis distribuía poco calor y poca luz entre los asteroides. La pérdida de calor y luz naturales era desdeñable, pues Rotor tenía al completo la microfusión funcional. De hecho, resultaba beneficiosa. Con su luz rojiza atenuada casi hasta la insubsistencia, no pesaba en el corazón, ni oscurecía la mente ni hacía estremecerse el alma.

Por añadidura, una base en el cinturón asteroidal los colocaría en un área en la que los efectos gravitatorios de Némesis y Megas serían débiles, y donde, en consecuencia, la maniobrabilidad ocasionaría un gasto menor de energía. Sería más sencillo minar los asteroides y, considerando la luz sutil de Némesis, habría gran cantidad de elementos volátiles en esos pequeños cuerpos.

¡Idóneo!

No obstante, la gente de Rotor manifestó con una mayoría abrumadora que quería poner el Establecimiento en órbita alrededor de Erythro. Pitt se esforzó por advertirles que se bañaría en una deprimente e irritante luz roja, que les atraparía la tenaza firme de Megas y Erythro y que, por añadidura, deberían seguir yendo a los asteroides en busca de materias primas.

Pitt lo discutió, irritado, con Tambor Brossen, el ex comisario a quien él había sucedido. Brossen, que se mostraba más bien harto, estaba disfrutando con su nuevo papel como estadista veterano mucho más de lo que jamás disfrutara siendo comisario (Se le había oído decir que él no compartía el placer de Pitt a la hora de tomar decisiones.)

Brossen se había reído de su preocupación por emplazar allí el Establecimiento. No lo hizo abiertamente, claro está, sino de una forma afable, con los ojos. Y dijo:

— Escucha, Janus, no es necesario que te creas obligado a educar a Rotor para que esté de plena conformidad contigo. Deja por una vez que el Establecimiento elija su camino; así todos se hallarán mejor dispuestos para dejarte elegir en otras ocasiones tu propio camino. Si quieren estar en órbita alrededor de Erythro, permíteles estarlo.

— Pero eso no tiene sentido, Tambor. ¿Es que no lo entiendes?

— Claro que lo entiendo. También entiendo que, durante toda su existencia, Rotor ha estado siempre en órbita alrededor de un mundo importante. Eso es lo que les parece adecuado a los rotorianos y eso es lo que quieren tener otra vez.

— Nosotros estuvimos en órbita alrededor de la Tierra. Erythro no es la Tierra; no se asemeja en nada a la Tierra. — Es un mundo y tiene más o menos el mismo tamaño. Posee tierra y mar. Una atmósfera con oxígeno. Podríamos viajar millares de años luz antes de encontrar un mundo tan parecido a la Tierra. Te lo digo otra vez. Deja que la gente se salga con la suya.