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Ver a Marlene por primera vez representó un impacto para Siever Genarr, empeorado por el hecho de que la chica lo miró con expresión hosca como si supiese perfectamente que él había recibido un impacto y el porqué.

La realidad fue que no había nada en ella que la pudiese identificar como hija de Eugenia, nada de la belleza, nada de la gracia, nada del encanto. Sólo esos ojos grandes y relucientes que ahora le taladraban, y además no eran tampoco los de Eugenia; pero sí el único rasgo fisonómico en que superaba a su madre.

Sin embargo, hubo de rectificar poco a poco su primera impresión. Las acompañó para el té y el postre, y Marlene se comportó con propiedad absoluta. Una gran señora, e inteligente a todas luces. ¿Qué era lo que había dicho Eugenia? ¿Las virtudes antipáticas? No tanto, no tanto. Le pareció que la muchacha anhelaba amor, como suele ocurrirles a las personas sin atractivo. Como le ocurría a él mismo. Una oleada súbita de compañerismo le invadió.

Al cabo de un rato, Genarr dijo:

— Me pregunto, Eugenia, si me sería posible hablar a solas con Marlene.

— ¿Alguna razón especial, Siever? — preguntó Eugenia intentando expresarse con naturalidad.

— Bueno, fue Marlene quien habló con el comisario Pitt y fue ella quien le indujo a que os permitiera venir aquí. Como comandante de la Cúpula, dependo de lo que diga y haga el comisario Pitt, y apreciaré mucho lo que Marlene pueda decirme sobre esa entrevista. Creo que ella, hablaría con más libertad si estuviéramos solos los dos.

Genarr miró a Insigna mientras ésta se marchaba, y luego se volvió hacia Marlene, quien entre tanto había ocupado una gran butaca en un rincón de la habitación y, se perdía en su mullido porte. Entrelazaba las manos sobre el regazo, al tiempo que sus hermosos ojos oscuros miraban serios al comandante.

Genarr dijo con acento de buen humor en la voz:

— Tu madre parecía un poco nerviosa al dejarte aquí conmigo. ¿Estás también nerviosa?

— Ni mucho menos — repuso Marlene Y si mi madre estaba nerviosa, es por usted, no por mí.

— ¡Por mí! ¿Cuál puede ser la razón?

— Ella teme que yo pueda decir algo ofensivo para usted.

— ¿Lo harías, Marlene?

— No adrede, comandante. Procuraré abstenerme.

— Estoy seguro de que lo conseguirás. ¿Sabes por qué quiero hablar contigo a solas?

— Usted dijo a mi madre que quería averiguar cómo fue mi entrevista con el comisario Pitt. Eso es cierto; pero desea saber también cómo soy.

Genarr frunció algo, el ceño.

— Es natural que quiera conocerte mejor.

— No es eso — se apresuró a contestar Marlene.

— ¿Qué es entonces?

Marlene desvió la mirada.

— Lo siento, comandante.

— ¿El qué, sientes?

Marlene hizo un gesto, de contrariedad y guardó silencio.

— Vamos, Marlene — la animó afable Genarr, ¿hay algo que marche mal? Debes decírmelo. Es importante para mí que hablemos con sinceridad. Si tu madre te advirtió que cuidaras tus palabras, olvídalo. Si te dio a entender que yo soy sensitivo y me ofendo fácilmente, olvídalo también, por favor. De hecho te ordeno que hables con toda franqueza y no te preocupes de mi susceptibilidad.

Debes obedecer mi orden porque soy el comandante de la Cúpula de Erythro.

Marlene rió de repente.

— Le interesa de verdad averiguar cosas sobre mí ¿no?

— Claro que sí.

— Porque usted se pregunta cómo puedo tener esta apariencia siendo hija de mi madre.

Genarr abrió de par en par los ojos.

— Yo no he dicho semejante cosa.

— No necesitó hacerlo. Usted es un viejo amigo de mi madre. Ella me lo contó. Estuvo enamorado de ella. Como no lo ha superado todavía, usted esperaba que yo me pareciera a mi madre de joven, así que cuando me vio, dio un respingo y se replegó en sí mismo.

— ¿Lo hice? ¿Fue tan ostensible?

— Fue un gesto inapreciable porque usted es un hombre educado y procura reprimirse; pero estaba ahí. Me fue fácil verlo. Luego miró a mi madre y otra vez a mí. Y entonces hubo el tono de sus primeras palabras a mí. Todo estuvo muy claro. Usted pensó que yo no me parecía lo más mínimo a mi madre y quedó decepcionado.

Genarr se recostó en su butaca y murmuró:

— Eso es admirable.

Un gran regocijo iluminó el rostro de Marlene.

— Lo dice de verdad, comandante. ¡Lo dice de verdad! No se ha ofendido. Ni se encuentra incómodo. Se siente contento. Usted es la primera persona. ¡La primera persona! Incluso mi madre muestra desagrado,

— Aquí no importa ni el gusto ni el desagrado. Eso es por como se tome lo irrelevante cuando uno se topa con lo extraordinario. ¿Cuánto tiempo has estado facultada para leer el lenguaje de los gestos, Marlene?

— Siempre, pero mejoro sin cesar. Creo que cualquiera es capaz de hacerlo si presta atención y piensa.

— No es así, Marlene. No resulta tan fácil hacerlo. No lo creas. ¿Y dices que amo a tu madre?

— De eso no hay duda, comandante. Cuando usted está cerca de ella lo delata con cada mirada, cada palabra, cada rictus.

— ¿Supones que ella lo nota?

— Lo sospecha, pero no le quiere

Genarr desvió la mirada.

— Nunca me quiso.

— Es por mi padre.

— Lo sé.

Marlene titubeó antes de decir:

— Pero creo que ella se equivoca. ¡Si pudiera verle tal como le estoy viendo ahora!

— Pero, por desgracia, no puede. Sin embargo, me alegra que tú sí. Eres hermosa.

Marlene se ruborizó. Luego exclamó:

— ¡Lo dice de verdad!

— Por supuesto.

— Pero

— Me es imposible mentirte, ¿no es así? Por consiguiente no lo intentaré. Tu cara no es hermosa. Tu cuerpo no es hermoso. Pero tú eres hermosa, y eso es lo que importa. Y puedes decir que lo creo de verdad.

— Sí, lo digo.

Marlene sonrió con una felicidad tan genuina que incluso su rostro mostró un asombro distante y súbito de belleza.

Genarr sonrió también y dijo:

— ¿Qué? ¿Hablamos ya acerca del comisario Pitt? Ahora que te conozco como una jovencita de sagacidad poco común, me parece aún más importante hacerlo. ¿Estás dispuesta?

Marlene apretó un poco las manos sobre el regazo, sonrió modesta y dijo:

— Sí, tío Siever. No te importa que te tutee y te llame así ¿verdad?

— En absoluto. De hecho, me siento honrado. Ahora cuéntame cosas del comisario Pitt. Él me ha enviado instrucciones para que preste a tu madre toda la cooperación posible y ponga a su disposición nuestro equipo astronómico. ¿Para qué supones que es eso?

— Mi madre necesita hacer mediciones aquilatadas del movimiento de Némesis relativo a las estrellas, y Rotor es una base demasiado inestable para tales mediciones. Erythro se presta mucho mejor.

— ¿Es reciente ese proyecto suyo?

— No, tío Siever. Ella ha procurado recoger los datos necesarios durante una larga temporada, según me dijo.

— Entonces ¿por qué no pidió tu madre mucho antes el traslado aquí?

— Lo hizo; pero el comisario Pitt se lo negó.

— ¿Y por qué ha consentido ahora?

— Porque quiere desembarazarse de ella.

— De eso estoy seguro, sobre todo si ella le importuna con sus problemas astronómicos. Pero él estará cansado de eso desde hace mucho. ¿Por qué la envía aquí ahora?

Marlene bajó la voz.

— Quiere desembarazarse también de mí.