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– ¿Y por qué se ha aventurado a sufrir el proceso de descontaminación para venir aquí?

A lo que Fisher respondió sin mirarla con demasiada insistencia pero atento para detectar el efecto de sus palabras:

— Porque me habían dicho que las mujeres adelianas eran particularmente hermosas.

— Y ahora me imagino que usted volverá allá para desmentir semejante rumor.

— Por el contrario, acaba de ser confirmado

— Usted es un buscador, ¿no lo sabía?

Fisher ignoró lo que significaba «buscador» en el lenguaje coloquial de Adelia; pero como la Wendel sonreía decidió que el primer intercambio había ido bien.

¿Sería porque era irresistible? Recordó de repente que él no había intentado nunca ser irresistible con Eugenia. Sólo había buscado un medio para su lanzamiento en la dificultosa sociedad rotoriana.

«La sociedad adeliana no es tan dificultosa — pensó —; pero mejor será no exagerar mi irresistibilidad.» Sin embargo, sonrió tristemente para sí.

33

Un mes después, Fisher y la Wendel se encontraron ya lo bastante a gusto el uno con el otro para pasar algún rato juntos en un gimnasio de baja gravedad. Fisher casi había disfrutado del entrenamiento; pero sólo casi, porque no había conseguido nunca adaptarse a los ejercicios gimnásticos en baja gravedad lo suficiente para evitar el mal del espacio. En Rotor no se prestaba tanta atención a esas cosas, y en general se le había excluido de ellas porque no era un rotoriano nato. (Eso era legal, pero la costumbre solía ser más fuerte que la legalidad.)

Tomaron un ascensor hasta el nivel de alta gravedad, y Fisher sintió que el estómago se le asentaba. Ambos llevaban el mínimo de ropa. Fisher tuvo la impresión de que la mujer se sentía tan afectada por su cuerpo como por el suyo.

Después de la ducha, ambos se pusieron albornoces y se retiraron a uno de los compartimientos privados, donde encargaron un pequeño refrigerio.

— En la gravedad baja no eres nada malo para un terrícola, Crile— dijo la Wendel —. ¿Estás disfrutando con tu estancia en Adelia?

— Sabes que sí, Tessa. Un terrícola no se podrá acostumbrar nunca por completo a un mundo tan pequeño; pero tu presencia compensa muchas desventajas.

— Sí. Eso es, exactamente, lo que diría un buscador. ¿Cómo es Adelia comparada con Rotor?

– ¿Con Rotor?

– ¿O con los otros Establecimientos donde has estado? Puedo enumerarlos todos, Crile.

Fisher sintió desconfianza.

– ¿Qué has hecho? ¿Investigar mi pasado?

— Claro está.

– ¿Acaso soy tan interesante?

— Yo encuentro interesantes a todos los que se desviven por demostrar su interés hacia mí. Quiero conocer el porqué. Excluyendo la posibilidad del sexo, por supuesto. Eso se toma como una concesión adicional.

— Entonces ¿por qué me intereso yo por ti?

— Supongamos que me lo cuentas. ¿Por qué fuiste a Rotor? Estuviste allí el tiempo suficiente para casarte y tener una hija; luego, te marchaste a toda prisa antes de que el Establecimiento se largara. ¿Temiste quedarte estancado toda tu vida en Rotor? ¿No te gustó aquello?

Fisher pasó de la sensación de desconfianza a la de acoso.

— A decir verdad — respondió —, Rotor no me gustó mucho porque yo no les gusté a ellos, como terrícola, quiero decir. Y tienes razón. No quise quedarme estancado allí toda mi vida como un ciudadano de segunda clase. Otros Establecimientos son más comprensivos con nosotros. Adelia lo es.

— Sin embargo, Rotor tenía un secreto que procuraba preservar de la Tierra, ¿no es cierto?

Los ojos de la Wendel parecieron relucir de puro regocijo.

– ¿Un secreto? Supongo que te refieres a la hiperasistencia.

— Sí, me refiero a eso. Y me figuro que eso era lo que perseguías.

– ¿Quién? ¿Yo?

— Sí, tú, por descontado. ¿Lo conseguiste? Quiero decir que por eso te casaste con una científica rotoriana, ¿no es verdad?

Apoyando la cara en sus puños y afirmando los codos sobre la mesa, la mujer se inclinó hacia él.

Fisher negó con la cabeza y contestó cauteloso:

— Ella no me dijo jamás ni una palabra sobre hiperasistencia. Estás totalmente equivocada acerca de mí.

La Wendel hizo caso omiso de esa observación y continuó:

— Y ahora quieres obtener esa información de mí. ¿Cómo proyectas hacerlo? ¿Piensas casarte conmigo?

– ¿La obtendría si me casara contigo?

— No.

— Entonces el matrimonio parece quedar descartado, ¿no crees?

— Lástima — murmuró sonriente la Wendel.

– ¿Me haces esas preguntas porque eres una hiperespacialista? — inquirió Fisher.

– ¿Dónde te han dicho que yo sea eso? ¿Allá en la Tierra antes de que vinieras aquí?

— Apareces en la lista de Adelian Roster.

– ¡Ah, también me investigaste a mí! Qué extraña pareja somos. ¿Observaste que se me cita como una física teórica?

— Se citan también tus trabajos, y puesto que varios de los títulos contienen la palabra «hiperespacial» te hacen parecer, a mi juicio, una hiperespacialista.

— Sí; pero, así y todo, soy física teórica, y por tanto mi planteamiento del hiperespacialismo es puramente teórico. No lo he llevado nunca a la práctica.

— Pero Rotor lo hizo. Me pregunto si eso no te molestará. Después de todo alguien en Rotor se te adelantó.

– ¿Por qué habría de molestarme? La teoría es interesante; pero su aplicación no lo es. Si leyeras mis trabajos, y no sólo los encabezamientos, verías que digo con toda llaneza que la hiperasistencia no merece esfuerzo alguno.

— Los rotorianos fueron capaces de llevar una nave a la profundidad del espacio y estudiar las estrellas.

— Estás hablando de la Sonda Lejana. Eso permitió a Rotor hacer mediciones de paralaje respecto a diversas estrellas comparativamente distantes, pero ¿les resarce tal cosa del gasto que hicieron? ¿Hasta dónde llegó la Sonda Lejana? ¿Sólo unos pocos meses luz? En verdad, no muy lejos. En cuanto se refiere a la Galaxia, la posición extrema de la Sonda Lejana, la de la Tierra y la línea imaginaria trazada entre ambas equivalen a un punto en el espacio.

— Ellos hicieron algo más que despachar la Sonda Lejana. Todo el Establecimiento se marchó.

— Lo hicieron, es cierto. Eso ocurrió en el 22, así que ahora hace seis años que se han ido. Y todo cuanto sabemos es que se marcharon.

– ¿No te parece suficiente?

— Claro que no. ¿Adónde iban? ¿Siguen todavía vivos? ¿Pueden estar vivos aún? Los seres humanos no se han aislado nunca en un Establecimiento. Han tenido siempre a la Tierra en su vecindad, y también a otros Establecimientos. ¿Pueden sobrevivir unas cuantas decenas de millares de seres humanos solos en el Universo, ocupando un pequeño Establecimiento? No sabemos en absoluto si eso es una posibilidad psicológica. Yo creo que no.

— Según me imagino, ellos tenían el propósito de encontrar un mundo donde les fuera posible la vida. No permanecerían en el Establecimiento.

— Vamos, ¿qué mundo podrían encontrar? Hace seis años que se marcharon. Existen exactamente dos estrellas que ellos podrían haber alcanzado a estas alturas, pues la hiperasistencia puede moverlos tan sólo a una velocidad media equivalente a la de la luz. Una es Alpha Centauri, un sistema de tres estrellas, a 4.3 años luz de aquí; una de ellas es una enana roja. Luego está la estrella de Barnard, una enana roja solitaria a 5.9 años luz de aquí. Cuatro estrellas: una similar al Sol, otra algo similar al Sol y dos enanas rojas. Las dos similares al Sol forman parte de un binario moderadamente próximo, y por consiguiente no es probable que tengan un planeta similar a la Tierra en una órbita estable. ¿Adónde irán, pues? No lo conseguirán, Crile. Lo siento. Sé que tu esposa y la niña están en Rotor, pero no lo conseguirán.