Por lo pronto, él no lo entendió así, claro está, y se incomodó con la intolerable irrupción. Se acobardó ante la exaltación evidente de la joven. Temió que se propusiera hacerle pasar por las infinitas complejidades de lo que quiera que tuviese entre manos; y, además, con un entusiasmo que sin duda le dejaría exhausto. No, ella debería dejar un sumario breve a alguno de sus ayudantes.
Y decidió decírselo así.
— Veo, doctora Insigna, que trae unos cuantos datos con el propósito de hacérmelos revisar. Me agradará dedicarles un rato a su debido tiempo. ¿Por qué no se los deja a alguno de mis colaboradores?
Tras decir esto, le señaló la puerta y esperó con verdadera ansia que ella diera media vuelta y se moviese en esa dirección. (Años después, se preguntaba algunas veces qué habría sucedido si ella le hubiese hecho caso. Sólo de pensarlo se le helaba la sangre.
Pero ella dijo:
— No, no, señor secretario; debo verle a usted y a nadie más — su voz temblaba como si no pudiera soportar la excitación-. Es el mayor descubrimiento que se ha hecho desde… desde… — renunció a terminar la frase-. ¡Es lo más grande!
Pitt miró dubitativo las hojas que ella sostenía. Las vio agitarse por el temblor pero no experimentó la misma agitación. Estos especialistas creían siempre que unos cuantos micro avances en su microcampo trastornarían el sistema.
— Esta bien, doctora — aceptó resignado-. ¿Podrá explicármelo con la mayor concisión posible?
— ¿Estamos a salvo, señor?
— ¿A salvo de qué?
— De que nos oigan. No quiero que nadie se entere hasta estar segura… por completo. Debo revisarlo una vez y otra hasta que no me quede la menor duda. Aunque, en realidad, no tengo duda alguna. Lo que digo parece no tener sentido, ¿verdad?
— No, no lo tiene — respondió con frialdad Pitt mientras colocaba la mano sobre un contacto-. Ya no puede escucharnos nadie. Ahora cuénteme.
— Esta todo aquí. Se lo mostraré.
— No. Primero explíquemelo, con palabras. Y brevedad.
Ella hizo una inspiración profunda.
— Señor secretario, he descubierto la estrella más próxima a nosotros.
Sus pupilas se dilataron, su respiración se aceleró.
— La estrella más próxima es Alpha Centauri y eso se conoce desde hace siglos — respondió Pitt.
— Es la estrella más próxima que hemos conocido; pero no la más próxima que podemos conocer. Yo he descubierto una que está más cerca. El Sol tiene una compañera distante. ¿Es usted capaz de creérselo?
Pitt la estudió atento. Un caso típico. Quienes eran lo bastante jóvenes, lo bastante entusiastas y lo bastante inexpertos, explotaban siempre de forma prematura.
— ¿Está segura?
— Lo estoy. De verdad. Permítame enseñarle los datos. Es lo más emocionante que ha acontecido en la Astronomía desde…
— Si es que ha acontecido. Y no me enseñe los datos. Los estudiaré más tarde. Primero cuénteme. Si hay una estrella mucho más cercana que la Alpha Centauri ¿por qué no ha sido descubierta hasta ahora?¿Por qué se la eligió a usted para hacerlo, doctora Insigna?
Pitt comprendió que estaba abusando del sarcasmo, pero ella no pareció prestar atención a su tono porque estaba demasiado excitada.
— Hay una razón clara. Se halla detrás de una nube oscura, un soplo de polvo cósmico que se interpone entre la estrella acompañante y nosotros. Sin la absorción del polvo sería una estrella de octava magnitud y se habría hecho visible sin duda. El polvo merma la luz y la hace de magnitud decimonona, perdida entre muchos millones de otras estrellas tenues. No había ninguna razón para verla. Nadie la miraba. Se encuentra en el distante cielo meridional de la Tierra, de modo que, en los día previos al Establecimiento, casi ningún telescopio podía apuntar siquiera en esa dirección.
— Y siendo así, ¿cómo ha conseguido verla usted?
— Por la Sonda Distante. Fíjese, esa Estrella Vecina y el Sol están cambiando de posiciones relativas entre sí, claro está. Según supongo, ella y el Sol están girando muy despacio alrededor de un centro de gravedad común en un período de millones de años. Hace algunos siglos esas posiciones deben de haber sido tales que podríamos haber visto la Estrella Vecina en todo su esplendor a un lado de la nube; pero, así y todo, habríamos necesitado un telescopio, y los telescopios tienen sólo seis siglos de antigüedad… es decir, son menos antiguos que las gentes en aquellos lugares de la Tierra desde donde habría sido visible la Estrella Vecina. Dentro de algunos siglos se la verá otra vez con claridad brillando al otro lado de la nube de polvo. Pero nosotros no hemos necesitado una espera de siglos. La Sonda Lejana nos la ha mostrado ahora.
Pitt sintió en su interior un punto de ignición, un foco recóndito irradiando calidez desde lo más hondo.
— ¿Quiere decir usted que la Sonda Lejana fotografió la sección del cielo en que se halla la tal Estrella Vecina y que la Sonda Lejana profundizó en el espacio lo suficiente para ver alrededor de la nube y detectar la Estrella Vecina en todo su esplendor?
— Exacto. Encontramos una estrella de octava magnitud en un lugar donde no podía haber ninguna estrella de octava magnitud, y el espectro fue el de una enana roja. No es posible ver estrellas enanas rojas a gran distancia, así que ésta debía de estar muy cerca. — Sí; pero ¿por qué más cerca que la Alpha Centauri?
— Como es natural, estudié la misma área del cielo vista desde el Rotor y la estrella de octava magnitud no apareció allí. Sin embargo, había bastante cerca de ese lugar una estrella de decimonona magnitud que no estaba presente en la fotografía tomada por la Sonda Lejana. Supuse que esa estrella de decimonona magnitud era la estrella de octava magnitud, oscurecida, y atribuí el hecho de que ninguna de las dos ocupara, exactamente el mismo lugar, al afecto del desplazamiento paraláctico.
— Sí, eso lo comprendo. Un objeto próximo parece ocupar distintos lugares sobre un fondo distante cuando se observa desde distintos ángulos.
— Eso es. Pero las estrellas están tan distantes que, aun en el caso de que la Sonda Lejana se alejara una fracción considerable de un año luz, ese cambio de posición no ocasionaría una traslación perceptible en las estrellas distantes, pero si en las cercanas. Y respecto a esa Estrella Vecina, se produjo una traslación enorme. Quiero decir, comparativamente. Inspeccioné el cielo para comprobar las posiciones diferentes de la Sonda Lejana en su viaje hacia el exterior.
Hubo tres fotografías tomadas durante esos intervalos cuando el dispositivo se hallaba en el espacio normal, y la Estrella Vecina fue irradiando luminosidad creciente a medida que la Sonda la enfocaba más y más hacia el borde de la nube. A juzgar por el desplazamiento paraláctico, la Estrella Vecina estará a una distancia de dos anos luz o poco más. Lo cual equivale a la mitad de la distancia de Alpha Centauri.
Pitt la miró caviloso y, en el largo silencio que siguió, aumentaron la inquietud e incertidumbre de ella.
— Secretario Pitt — dijo por fin Insigna-, ¿quiere usted ver ahora los datos?
— No — contestó él-. Me doy por satisfecho con lo que me ha dicho. Ahora necesito formularle algunas preguntas. Si la he entendido bien, me parece que la posibilidad de que alguien se concentre en una estrella de decimonona magnitud e intente calcular su paralaje y determinar su distancia, es desdeñable.
— Cero, por así decirlo.
— ¿Hay otro medio de percibir que una estrella oscura está muy cerca de nosotros?
— Puede tener un movimiento propio… para una estrella. Quiero decir que, si la observamos con fijeza, su movimiento la hará cambiar de lugar en el cielo siguiendo una línea más o menos recta.