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Había habido movimientos ocasionales entre los Establecimientos para adoptar un sistema que consistía en numerar los días y agruparlos en decenas o múltiplos de diez, es decir, decadías, hectodías, kilodías; y, en dirección contraria, decidías, centidías, milidías; pero eso era verdaderamente imposible.

Los Establecimientos no podían imponer su propio sistema porque eso habría reducido el comercio y las comunicaciones al caos. Ni había ningún sistema unificado posible salvo el de la Tierra, donde vivía todavía el noventa y nueve por ciento de la población humana y al cual se asociaba aún, por los lazos de la tradición, el uno por ciento restante. La rememoración mantenía unidos a Rotor y a todos los Establecimientos con un calendario que, intrínsecamente, carecía de significado para ellos.

Pero ahora Rotor había abandonado el Sistema Solar y era un mundo aislado y solitario. No existían días, meses ni año en el sentido terrestre. No había siquiera una luz solar que diferenciase el día de la noche, pues Rotor brillaba con luz diurna artificial y se oscurecía hasta una débil luz cada doce horas. La rigurosa precisión no resultaba rota siquiera por el oscurecimiento y el alumbramiento graduales en los límites, que podrían simular los crepúsculos matutinos y vespertinos. No parecía haber necesidad de ello. Y dentro de esta división para todo Establecimiento, cada hogar conservaba su iluminación individual en cada momento, según conviniera a sus necesidades o caprichos; pero contaba los días con arreglo al calendario del Establecimiento… que era el mismo de la Tierra.

Incluso aquí, en la Cúpula de Erythro, donde había un día y una noche naturales cuyo empleo casual correspondía a las personas trabajadoras, la duración del día, no coincidente con la del Establecimiento, permanecía todavía asociada a la de la Tierra (la rememoración de una rememoración) que se empleaba en los cálculos oficiales.

Ahora se intensificaba el movimiento para descartar el día como la única medida básica del tiempo, Insigna sabía que Pitt era partidario de adoptar el sistema decimal para la medición del tiempo. No obstante, ni siquiera él se atrevía a hacer una sugerencia oficial por miedo a suscitar una ardiente oposición.

Pero quizá no para siempre. Las unidades, tradicionalmente desordenadas, de semanas, días y meses parecían menos importantes. En su trabajo astronómico, Insigna empleaba los días corno las únicas unidades significativas. Llegaría un momento en que el calendario antiguo se extinguiría y, en un lejano futuro, surgirían sin duda nuevos métodos para medir el tiempo.. quizás un calendario galáctico estándar.

Por lo pronto, ella se encontraba jalonando el tiempo con un Año Nuevo que empezaba de forma arbitraria. Al menos en la Tierra el Año Nuevo comenzaba con el solsticio, de invierno en el hemisferio austral y de verano en el boreal. Estaba relacionado con la órbita de la Tierra alrededor del Sol, lo que en Rotor nadie recordaba bien salvo los astrónomos.

Sin embargo, aunque Insigna fuera astrónomo, hoy el Año Nuevo estaba relacionado sólo con la aventura de Marlene sobre la superficie de Erythro, una fecha elegida por Siever Genarr porque implicaba un retraso razonable, y aceptada por Insigna porque le preocupaba la noción que una adolescente tenía de lo romántico.

Eugenia salió del abismo de sus cavilaciones para encontrarse de pronto con que Marlene la estaba mirando solemne. (¿Cuánto tiempo llevaría la chica en el aposento? ¿0 era que ella se había enredado tanto con esa maraña interna que le habían pasado inadvertidas sus pisadas?)

— Hola, Marlene — dijo casi en un susurro

— No eres feliz, madre — aseveró la joven con aplomo.

— No necesitas ser superperceptiva para verlo, Marlene. ¿Estás todavía decidida a salir de Erythro?

— Sí. Por completo.

— ¿Por qué, Marlene, por qué? ¿Puedes explicarlo de forma que me sea posible entenderlo?

— No; porque tú no quieres entenderla. Es una llamada para mí.

— ¿Quién te llama?

— Erythro. Me quiere ahí fuera.

El rostro por lo general taciturno de Marlene pareció iluminarse con una felicidad secreta.

— Cuando hablas así, Marlene — dijo con aspereza Insigna-, tengo la impresión de que has sido ya afectada por la… la…

— ¿La plaga? No lo estoy. El tío Siever dispuso que se me hiciera otra exploración de cerebra. Le dije que no había necesidad; pero él contestó que era preciso realizarla para tener constancia antes de partir. Pues bien, mi estado no puede ser más normal.

— Las exploraciones de cerebro no lo revelan todo — aseguró Insigna frunciendo el ceño.

— Tampoco lo hace el miedo de una madre — replicó Marlene, y agregó con más ternura-: Por favor, madre, sé que quieres retrasar esto, pero no admitiré retraso alguno. El tío Siever lo ha prometido. Pienso salir aunque llueva, aunque haga mal tiempo. En esta época del año no hay tormentas ni temperaturas extremadas. No las hay en casi ninguna época. Es un mundo maravilloso.

— Pero yermo.. muerto. Exceptuando los gérmenes — dijo desdeñosa Insigna.

— Sin embargo, algún día le infundiremos vida de nosotros mismos — Marlene miró a lo lejos con expresión soñadora. Estoy segura de ello.

56

— El traje «E» es una indumentaria — dijo Siever Genarr. No necesitas ofrecer resistencia a la presión. No es un traje de inmersión espacial. Tiene un casco, una reserva de aire comprimido regenerable y una pequeña unidad térmica que mantiene una temperatura confortable. Además era hermético, por descontado.

— ¿Me sentará bien? — inquirió Marlene mirando, disgustada, el tosco material seudotextil.

— No es elegante — reconoció Genar con ojos chispeantes- No está hecho para la belleza sino para lo práctico.

Marlene. dijo con cierta exasperación.

— No me interesa parecer guapa, tío Siever. Pero tampoco quiero ir arrastrándolo por ahí como un fantasmón. Si dificulta el caminar, no valdrá la pena ponérselo.

Eugenia Insigna la interrumpió después de haber seguido la conversación con semblante algo pálido y desencajado.

— El traje es necesario para protegerte, Marlene. No me importa que lo arrastres por ahí.

— Pero no hace falta que sea incómodo ¿verdad, madre? La protección será la misma aunque me siente bien.

— A decir verdad, éste te sentará bastante bien — dijo Genarr- Es lo mejor que hemos podido encontrar. Al fin y al cabo, tenemos solamente tamaños para adultos — volvió la cabeza hacia Insigna, Ahora no los usamos mucho. Hubo una época, tras la extinción de la plaga, en que hacíamos algunas exploraciones; pero conocemos ya muy bien las inmediaciones, y en nuestras raras salidas solemos utilizar los vehículos herméticos «E».

— Me gustaría que ahora utilizarais un vehículo cerrado «E».

— ¡No! — protestó Marlene- molesta a todas luces ante semejante sugerencia- He salido ya con un vehículo. Quiero andar. Quiero.. sentir el suelo.

— Estás loca — sentenció Insigna.

Marlene replicó:

— ¿Quieres dejar de sugerir..?

— ¿Dónde está tu percepción? No me estaba refiriendo a la plaga. Quise decir lisa y llanamente loca, sólo loca en el sentido ordinario. Quise decir… Por favor, Marlene, vas a conseguir que yo también me vuelva loca — a continuación se dirigió a Siever-. Si estos trajes «E» son tan antiguos-¿cómo sabes que no transpirarán?