— No sé qué decirle, director.
— No obstante, la doctora Wendel me asegura que lo cierto es todo lo cantaría; que no existe todavía ningún método para la comunicación superlumínica eficaz. Lo habrá a su debido tiempo, asevera; pero no ahora. Y no desea esperar a que haya tal comunicación pues dice que eso podría requerir largo tiempo
— Tampoco deseo esperar yo, director.
— Claro. Yo ansío el progreso y el éxito. Hemos esperado ya muchos años y rabio por ver cómo despega esa nave y regresa. Pero ello significa que, una vez parta la nave, quedaremos sin contacto.
Inclinó caviloso la cabeza, y Fisher mantuvo un silencio discreta
(¿A que venia todo esto? ¿Qué se proponía el viejo oso?)
Koropatsky levantó la vista y miró a Fisher.
– ¿Sabe usted que la Estrella Vecina se traslada en nuestra dirección?
— Sí, director, lo he oído decir; pero, según una opinión generalizada, pasará de largo a una distancia suficiente para dejarnos incólumes.
— Así queremos que opine la gente. Ahora bien, lo cierto es que la Estrella Vecina pasará lo bastante cerca para causar serias perturbaciones al movimiento orbital de la Tierra.
Durante unos instantes, la consternación hizo enmudecer a Fisher.
– ¿Y destruirá el planeta?
— Físicamente, no. Pero el clima nuestro cambiará lo suficiente para que la Tierra deje de ser habitable.
– ¿Es seguro eso? — preguntó Fisher resistiéndose a creerlo.
— Que yo sepa, los científicos no están seguros de nada. Sin embargo, parecen estar lo bastante próximos a la certidumbre para considerar necesario que empecemos a tomar medidas. Tenemos cinco mil años de plazo y hemos concebido el vuelo superlumínico… suponiendo que la nave funcione.
— Si la doctora Wendel dice que funcionará, director, estoy convencido de que así será.
— Esperemos que su confianza no sea inmerecida. Sin embargo, incluso cinco mil años con vuelo superlumínico no nos dejan mucho margen. Necesitaremos construir ciento treinta mil Establecimientos como Rotor para sacar de la Tierra a ocho billones de personas más los suficientes animales y plantas que permitan establecer mundos habitables. Eso requerirá veintiséis arcas de Noé por año a partir de hoy. Suponiendo que no aumentara la población durante los próximos cinco mil años.
— Quizá podamos alcanzar ese promedio de veintiséis por año— dijo cauteloso Fisher —. Nuestra experiencia y pericia se acrecentarán con los siglos y el control de la natalidad ha dado buenos resultados durante décadas.
— Eso está bien. Ahora contésteme a esto: si enviamos la población terrestre al espacio para instalarla en ciento treinta mil Establecimientos, utilizando los recursos de la Tierra más los de la Luna, Marte y los asteroides, y abandonamos el Sistema Solar a los caprichos gravitatorios de la Estrella Vecina, ¿a dónde irán todos esos Establecimientos?
— No lo sé, director.
— Deberemos encontrar planetas lo bastante similares a la Tierra para acoger a nuestra vasta población sin requisitos prohibitivos respecto a la formación de suelo. Y debemos también pensar en ello ahora, no dentro de cinco mil años.
— Aunque no encontráramos planetas aceptables, podríamos poner en órbita los Establecimientos alrededor de estrellas propicias.
Sin poder evitarlo, Fisher hizo movimientos circulares con el dedo.
— Mi querido amigo, eso no podría ser.
— Con el debido respeto, director, está siendo ya aquí, en el Sistema Solar.
— Ni mucho menos. Aquí, en el Sistema Solar, hay un planeta que a despecho de todos los Establecimientos, contiene el noventa y nueve por ciento de la especie humana. «Nosotros» somos todavía humanos, y los Establecimientos son sólo una especie de pelusa que nos rodea. ¿Puede existir por sí sola la pelusa? No tenemos ninguna prueba de que sea así, y yo creo que no.
— Tal vez tenga razón usted, director.
– ¿Tal vez? No hay duda acerca de ello — exclamó acalorado Koropatsky — Los colonizadores afectan desprecio por nosotros, pero nuestra existencia ocupa todos sus pensamientos. Nosotros somos su historia. Somos su modelo. Somos la fuente inagotable a la que pueden volver una vez y otra para recobrar vigor. Abandonados a su suerte se marchitarían.
— Es posible que sea como usted cree, director; pero el experimento no ha sido puesto a prueba jamás. No hemos afrontado nunca una situación en la que los Establecimientos intentaran existir sin un planeta.
— Claro que hemos afrontado esa situación, al menos analógicamente. En la historia primigenia de la Tierra los seres humanos colonizaron Islandia, los nórdicos colonizaron Groenlandia, los amotinados colonizaron la isla de Pitcairn, los polinesios colonizaron la isla de Pascua… ¿Y cuál fue el resultado? los colonizadores se marchitaron, algunos se extinguieron por completo. Estancamiento permanente. No se desarrolló ninguna civilización excepto en el área continental o en las islas muy próximas a los continentes. La Humanidad necesita espacio, tamaño y variedad así como un horizonte, una frontera. ¿Lo ve claro usted?
— Sí, director — repitió Fisher.
(¿Para qué discutir al pasar de cierto punto?)
— Así pues… — Koropatsky plantó el índice derecho sobre la palma de la mano izquierda con aire doctoral — debemos encontrar un planeta, o por lo menos un planeta como punto de partida. Lo cual nos lleva a Rotor.
Sorprendido, Fisher alzó las cejas.
– ¿A Rotor, director?
— Sí. ¿Qué les ha sucedido durante los catorce años transcurridos desde que se marcharon?
— La doctora Wendel opina que tal vez no hayan sobrevivido.
(Sintió una punzada al decirlo. Siempre sentía esa punzada dolorosa cuado pensaba en ello)
— Conozco la opinión de la doctora. Hemos conversado varias veces y he aceptado sin discusión lo que ella dice. Pero me gustaría saber qué opina usted.
— Yo no tengo opinión, director. Sólo espero con todas mis ansias que ellos hayan sobrevivido. Dejé una hija en Rotor.
— Quizá la tenga todavía. ¡Piense! ¿Qué puede haber allí para destruirlos? ¿El mal funcionamiento de alguna de las partes? Rotor no es una nave sino un Establecimiento que, durante sus cincuenta años de vida, no ha tenido ningún percance grave. Ha viajado a través del espacio vacío entre nosotros y la Estrella Vecina. ¿Y qué puede ser menos dañino que el espacio vacío?
— Un pequeño agujero negro… un cuerpo asteroidal no detectado…
– ¿Existe alguna prueba? Según me dicen los astrónomos, eso es mera suposición con probabilidad casi nula. ¿Será algo relacionado con las propiedades inherentes al hiperespacio lo que pueda haber destruido a Rotor? Durante años, nosotros hemos estado experimentando con el hiperespacio y no hemos visto nada inherente a él que sea peligroso. Por tanto, cabe suponer que Rotor alcanzó sano y salvo la Estrella Vecina… si ése es el lugar adonde fue, y todos parecen convenir en que sería absurdo suponer su marcha a otra parte.
— Yo quisiera pensar que ha llegado sano y salvo allí.
— Pero entonces surge esta pregunta: Si Rotor está a salvo en la Estrella Vecina, ¿qué se propone hacer allí?
— Existir.
(La palabra se quedó a medio camino entre la afirmación y la interrogación.)
— Pero ¿cómo? ¿Girando alrededor de la Estrella Vecina? ¿Un Establecimiento solitario en un viaje inacabable alrededor de una estrella enana roja? No lo creo. Acabarían marchitándose, y no tardarían mucho en percatarse de ello. Estoy seguro de que se marchitarían aprisa.