Fisher meneó la cabeza enfurecido.
– ¿A quién le importa que ellos sepan a dónde vamos? Nosotros desapareceremos y ellos tardarán años en hacer posible el vuelo superlumínico… Para esas fechas, tendremos una flota de naves superlumínicas y avanzaremos rápidamente para conquistar la Galaxia.
— No lo des por sentado. Es más fácil imitar y mejorar que hacer el original. Y el Gobierno de la Tierra, considerando su pobre historial en el espacio desde que los Establecimientos alcanzaron la madurez, es evidente que se afana para establecer una primacía indiscutible por razones psicológicas — la científica se encogió de hombros —. Además necesitamos tiempo para realizar más pruebas con la Superlumínica en condiciones de baja gravedad.
— Esas pruebas no tienen fin jamás ¿verdad?
— No seas impaciente. Ésta es una técnica tan nueva e inexplorada y tan diferente a todo cuanto ha tenido jamás la Humanidad, que es natural por demás pensar en nuevas pruebas, y más cuando estamos todavía un poco inseguros sobre el modo en que el movimiento dentro y fuera del espacio resulta afectado por el nivel de intensidad del campo gravitatorio. Hablando en serio, Crile, no puedes culparnos de ser cautelosos. Al fin y al cabo, hace apenas una década se consideraba imposible, en teoría, el vuelo superlumínico.
— Se exagera todo, incluso la cautela.
— Tal vez. A su debido tiempo yo decidiré si hemos hecho cuanto cabe hacer dentro de lo razonable, y entonces despegaremos. Te prometo, Crile, que no esperaremos de forma irrazonable. Ni exageraré la cautela.
— Así lo espero
La Wendel lo miró dubitativa.
– ¿Sabes una cosa, Crile? Desde hace un tiempo, no eres tú mismo. Durante los dos últimos meses pareces estar ardiendo de impaciencia. Te calmaste por algún tiempo, y luego te agitaste otra vez. ¿Ha sucedido algo que yo no sepa?
Fisher se tranquilizó de súbito.
— No ha sucedido nada. ¿Qué puede haber sucedido?
A la Wendel le pareció que él se había calmado demasiado aprisa, que se había esforzado sobremanera para afectar una naturalidad muy sospechosa.
— He intentado advertirte, Crile, que no es probable que encontremos a Rotor como un mundo en funcionamiento, ni siquiera que lo encontremos. No encontraremos a tu… no es probable que encontremos vivo a ninguno de sus ocupantes — Tessa esperó mientras él guardaba un terco silencio, y luego agregó —: ¿No te he prevenido sobre esa… posibilidad?
— A menudo — dijo Fisher.
— Sin embargo, ahora pareces esperar con ansia lo que crees será una feliz reunión. Es peligroso alimentar esperanzas que lo más probable es que no se conviertan en realidad. ¿Qué ha causado tan de repente esa nueva actitud? ¿Has hablado con alguien que tenga un optimismo injustificable?
Fisher enrojeció.
– ¿Por qué he de hablar con alguien para eso? ¿Acaso no puedo llegar por mi cuenta a una conclusión referente a ese asunto o a cualquier otro? El hecho de que yo no sepa tanta física teórica como tú, no es razón para que me tengas por subnormal o memo.
— No, Crile — dijo la Wendel —, jamás pensé semejante cosa de ti, ni la insinué siquiera. Cuéntame lo que crees acerca de Rotor.
— Nada demasiado profundo ni sutil. Me pareció tan sólo que no hay nada en el espacio vacío que pueda haber destruido Rotor. Es fácil decir que quizá se encuentre únicamente el casco muerto de un Establecimiento, suponiendo que Rotor haya alcanzado la Estrella Vecina. ¿Pero qué puede haberlo destruido de un modo o de otro una vez allí? Te desafío a describir un escenario específico de esa destrucción… ya sea a causa de colisiones, inteligencias alienígenas… o cualquier otra cosa.
— No puedo, Crile — repuso muy seria la Wendel —. No tengo visiones extrasensoriales de lo que haya sucedido. Es sólo la propia hiperasistencia. Es una técnica, engañosa. Créeme bajo palabra. No usa el espacio ni el hiperespacio de un modo uniforme, se desliza por la superficie de contacto, bamboleándose a un lado o a otro durante breves períodos, quizá pasando del espacio al hiperespacio y viceversa varias veces por minuto. Por consiguiente, el paso de uno a otro puede tener lugar un millón de veces o más durante el viaje desde aquí a la Estrella Vecina.
– ¿ Y qué?
— Sucede que la transición es mucho más peligrosa que el vuelo uniforme en el espacio o el hiperespacio. No sé hasta qué punto los rotorianos han aplicado la teoría hiperespacial; pero hay probabilidades de que lo hayan hecho de una forma rudimentaria; pues de lo contrario habrían desarrollado sin duda el verdadero vuelo superlumínico. En nuestro proyecto, para el que ha elaborado con gran detalle la teoría hiperespacial, hemos conseguido definir el efecto ejercido sobre los objetos materiales por el paso del espacio al hiperespacio y viceversa. Si un objeto es un punto, no habrá tensión durante la transición. Ahora bien, si un objeto no es un punto… si es una proporción dilatada de materia como podría serlo una nave, habrá siempre un período finito de tiempo durante el cual una parte de ella estará en el espacio y otra en el hiperespacio. Ello creará una tensión… cuyo grado dependerá del tamaño del objeto, su estructura física, su velocidad de transición y así sucesivamente. Incluso para un objeto tan grande como Rotor, el peligro resultante de una transición sencilla… o una docena si se quiere, será tan reducido que podrá desestimarse.
«Cuando la Superlumínica viaje a la velocidad superior a la luz hacia la Estrella Vecina, nos expondremos a hacer doce transiciones o tal vez tan sólo dos. Será un vuelo seguro. En cambio, en un vuelo con hiperasistencia habrá un millón de transiciones durante el mismo viaje… ¿comprendes? Las probabilidades de una tensión fatal aumentan muchísimo.
Fisher pareció horrorizado.
– ¿Es segura la probabilidad de una tensión fatal?
— No, no hay nada seguro. Es una cuestión de estadística. Una nave puede sufrir un millón de transiciones, o un billón, sin que suceda nada. Pero también puede resultar destruida a la primera transición. Y las probabilidades aumentan aprisa con el número de transiciones. Así, pues, sospecho que Rotor se embarcó en este viaje sabiendo muy poco acerca de los peligros de la transición. Si hubiera tenido un mayor conocimiento, no habría partido jamás. Por tanto, hay muchas probabilidades de que haya experimentado cierta tensión que le haya debilitado lo suficiente para llegar «cojeando» a la Estrella Vecina, y una probabilidad de que haya sufrido una tensión lo bastante fuerte para borrarlo por completo de la existencia. Por consiguiente, podríamos encontrar un casco o podríamos no encontrar nada.
— O podríamos encontrar un Establecimiento que ha sobrevivido— dijo con rebeldía Fisher.
— Lo admito. O podríamos luchar contra la fatalidad y resultar destruidos, por lo cual tampoco se encontraría nada. Te ruego no te prepares para lo cierto sino para lo probable. Y recuerda que quienes reflexionan sobre este asunto sin un conocimiento sólido de la teoría hiperespacial no tienen probabilidades de llegar a conclusiones razonables.
Deprimido a todas luces, Fisher cayó en un silencio profundo, mientras la Wendel le observaba inquieta.
Tessa Wendel encontró que la Estación Cuarta era un entorno fantasmal, como si alguien hubiese construido un Establecimiento pequeño pero equipado para ser tan sólo una combinación de laboratorio, observatorio y plataforma de lanzamiento. No tenía granjas, ni viviendas, ni ninguna de las dependencias propias de un Establecimiento por pequeño que fuese. No estaba equipada siquiera con un spin que procurase un adecuado campo seudogravitatorio.