Выбрать главу

La Wendel se limitó a fruncir el ceño.

85

Lo más peculiar acerca de Saltade Leverett (según la opinión de Janus Pitt) era que le encantaba el cinturón asteroidal. Al parecer, había ciertas personas que disfrutaban de verdad con el vacío, que adoraban lo inanimado.

— No me desagrada la gente — solía justificarse Leverett-. Puedo obtener todo cuanto deseo de ella a través de la holovisión… Puedo hablar, escucharla, reír… Puedo hacer todo excepto tocarla y olerla. ¿Y quién quiere hacer eso? Además, estamos construyendo cinco Establecimientos en el cinturón asteroidal y puedo visitar cualquiera de ellos para saciarme de gente y olerla. ¿Y de qué me sirve eso?

Más tarde, cuando él llego a Rotor, la «metrópoli», como insistió en llamarle, se pasó el tiempo mirando a derecha e izquierda como si temiera que la gente le asfixiara.

Incluso contempló con recelo las sillas y las ocupó restregándose sobre el asiento como si esperara neutralizar el aura que hubiera dejado allí el trasero precedente.

Janus Pitt había pensado siempre en él como el comisario idóneo para el Proyecto Asteroidal. Y, efectivamente, ese cargo le procuraba libertad plena en todo lo referente al cerco exterior del Sistema Nemesiano, el cual incluía no sólo los Establecimientos en vías de construcción sino también el Servicio de Exploración.

Aquel día ambos habían terminado su almuerzo en el alojamiento privado de Pitt, pues Saltade preferiría pasar hambre a almorzar en un comedor que estuviese frecuentado por el público (aunque fuera sólo una tercera persona desconocida para él). A Pitt le había sorprendido hasta cierto punto que Leverett se aviniera a comer con él.

Lo estudió con disimulo. Leverett era tan flaco y correoso, daba tal impresión de estar compuesto por tendones y cartílagos, que no parecía haber sido nunca joven ni tener probabilidades de hacerse viejo. Sus ojos eran de un azul desvaído, su pelo de un amarillo pajiza

— ¿Cuándo fue la última vez que estuviste en Rotor, Saltade? — preguntó Pitt.

— Hace casi dos años, y me parece muy descortés por tu parte, Janus, que me hagas pasar este trago.

— ¿Por qué? ¿Qué he hecho yo? No te he convocado; pero, ya que estás aquí, viejo amigo, sé bienvenido.

— Más valdría que me hubieses convocado. ¿Qué significa ese mensaje que enviaste diciendo que no se te molestara con pequeñeces? ¿Acaso has alcanzado un punto en el que te sientes tan grande que quieres sólo cosas grandiosas?

La sonrisa de Pitt fue un poco forzada.

— No sé de qué estás hablando, Saltade.

— Ellos tenían un informe para ti. Detectaron una ligera radiación proveniente del exterior. Así pues, te lo enviaron. Y tú lo devolviste junto con un memorando de esos tuyos tan especiales diciendo que no se te molestara.

— ¡Ah, eso!

(Pitt lo recordó. Había sido un momento de irritación y compasión de sí mismo. Él tenía derecho a irritarse algunas veces, no faltaba más.)

— Bueno — dijo-, vosotros os encargáis de vigilar la llegada de Establecimientos. No deberían molestarme con asuntos de menor importancia.

— Si es ésa tu actitud, conforme. Pero resulta que ellos han encontrado algo que no es un Establecimiento y no quieren darte cuenta a ti. Me han informado a mí y me han pedido que te lo transmita, pese a tu orden de que no se te moleste con minucias. Se figuran que mi tarea es habérmelas contigo, Janus. Pero yo preferiría no hacerlo. ¿Te estás convirtiendo en un tipo arisco en tu poderosa vejez?

— No sigas por ese camino, Saltade. ¿Qué es lo que te han comunicado? — inquirió Pitt con algo más que una sombra de malhumor.

— Han localizado una nave.

— ¿Qué quieres decir con una… nave? ¡No será un Establecimiento!

Leverett alzó una mano nudosa.

— Nada de Establecimiento. Dije una nave.

— No entiendo…

— ¿Qué hay que entender? ¿Acaso necesitas una computadora? Si es así, ahí está la tuya. Una nave es un vehículo que surca el espacio con una tripulación a bordo.

— ¿De qué tamaño?

— Podría transportar media docena de personas, pongo.

Entonces será una de las nuestras.

— No lo es. Se sabe dónde está cada una de las nuestras. Esta no es de factura rotoriana, sencillamente. Tal vez el Servicio de Exploración se haya resistido a hablar contigo sobre el caso; pero ha hecho cierto trabajo por su cuenta. Ninguna computadora en el sistema ha estado relacionada con la construcción de una nave como ésa, y nadie puede haber construido una nave así sin la intervención de computadoras en alguna fase del trabajo.

— Entonces… ¿Cuál es tu conclusión?

— Que no es una nave rotoriana. Procede de alguna otra parte. Mientras hubo una leve posibilidad de que hubiese sido fabricada por nosotros, mis muchachos guardaron silencio y no te molestaron, según tus instrucciones. Cuando se comprobó de forma definitiva que no era una de las nuestras, me pasaron la información y dijeron que se te debería notificar; pero que ellos no lo iban a hacer. Ya sabes, Janus, que a partir de cierto punto pisotear a las personas es contraproducente.

— Cállate — le cortó malhumorado Pitt-. ¿Cómo puede no ser rotoriana? ¿De dónde podría proceder si no?

— Creo que proviene del Sistema Solar.

— ¡Imposible! Una nave de ese tamaño, según la describes, con media docena de personas a bordo no podría haber realizado semejante viaje desde el Sistema Solar. Aunque ellos hubiesen descubierto la hiperasistencia, lo cual es muy concebible, media docena de personas encerradas en un angosto recinto durante dos años largos no podrían terminar vivas la travesía. Quizás haya algunas tripulaciones ejemplares, bien adiestradas y particularmente aptas para esa tarea, que puedan hacer ese viaje y terminar sanas y salvas, al menos en parte. Pero nadie del Sistema Solar se arriesgaría a eso. Sólo un Establecimiento completo, un mundo en sí mismo ocupado por personas habituadas a ello desde su nacimiento, podría emprender una travesía interestelar y hacerlo bien.

— No obstante — insistió Leverett-, aquí tenemos una nave pequeña de fabricación no rotoriana. Eso es un hecho, y no tienes más remedio que aceptarlo así, créeme. ¿De dónde piensas que provienen? La estrella más cercana es el Sol. También es un hecho. Si no proviniese del Sistema Solar, provendría de otro sistema de estrellas, y ese trayecto requeriría mucho más de dos años largos. Y si dos años largos es un imposible, cualquier otra cosa lo será más.

— Supón que no sean humanos — sugirió Pitt-. Supón que ésas son otras formas de vida con otra psicología, y que pueden resistir largos viajes en angostos recintos.

— O supón que son seres de este tamaño… — Leverett mostró el pulgar y el índice separados apenas un centímetro- y que la nave es como un establecimiento para ellos. Pues bien; no es así. No son alienígenas. No son menudencias. Esa nave no es rotoriana pero sí humana. Nosotros esperamos que los alienígenas se diferencien por completo de los seres humanos y construyan naves totalmente distintas de las humanas. Esa nave es una vehículo humano de punta a cabo, incluido el número codificado de serie en su costado, escrito con el alfabeto terrestre.

— ¡No me dijiste eso!

— No creí que fuese necesario.

— Puede ser una nave humana, pero estar automatizada — dijo Pitt-. Podría llevar autómatas a bordo.

— Podría… — admitió Leverett-. En tal caso, deberíamos pulverizarla ¿no? Si no lleva seres humanos a bordo, no habrá problemas éticos. Se destruirá una propiedad; pero, después de todo, ellos son intrusos.

— Lo consideraré — contestó Pitt.

Leverett sonrió de oreja a oreja.